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Chepizhin se echó a reír.

– Es curioso que no consiga dar a sus matemáticas un valor físico. Es como el gato de Alicia en el país de las maravillas: primero ves la sonrisa, luego el gato.

– ¡Dios mío! -dijo Shtrum-. Estoy profundamente convencido de que ése es el eje central de la vida humana. No cambiaré mis puntos de vista. No voy a renegar de mis creencias.

– Entiendo lo que significa para usted abandonar el laboratorio en el momento en que el nexo entre las matemáticas y la física está a punto de aflorar -observó Chepizhin-. Debe de ser duro para usted, pero me siento feliz: la honestidad no se puede borrar de un plumazo.

– Esperemos que no me borren a mí de un plumazo -profirió Shtrum.

Natalia Ivánovna trajo el té y se puso a mover los libros para hacer sitio en la mesa.

– ¡Oh, limón! -exclamó Shtrum.

– Usted es un invitado de honor -dijo Natalia Ivánovna.

– Un cero multiplicado por cero -replicó Shtrum.

– ¡Qué dice! -intervino Chepizhin-. ¿Por qué habla así?

– No digo más que la verdad, Dmitri Petróvich. Mañana decidirán mi destino. Estoy seguro. ¿Qué será de mí pasado mañana?

Se acercó el vaso de té y, tocando con la cucharilla la marcha de su desesperación en el borde del platito, repitió con aire abstraído:

– ¡Oh, limón!

Shtrum se sintió confuso. Había pronunciado dos veces la misma frase con la misma entonación.

Durante algunos minutos guardaron silencio, un silencio que rompió Chepizhin:

– Quisiera intercambiar con usted algunos puntos de vista.

– Por supuesto -respondió Shtrum, distraído.

– Oh, no es nada especial, sólo banalidades… Como usted bien sabe, la infinitud del universo es ya una verdad de Perogrullo. Una metagalaxia se convertirá algún día en un terrón de azúcar que cualquier liliputiense parsimonioso tomará con el té. Mientras que un electrón o un neutrón serán un mundo poblado de Gullivers. Esto lo saben hasta los niños que van a la escuela.

Shtrum asentía y pensaba: «Efectivamente, son banalidades. Hoy el viejo no está en forma». Entretanto imaginaba a Shishakov en la reunión del día siguiente. «No, no iré. Ir significaría arrepentirse; o bien habrá que discutir sobre cuestiones políticas, lo que equivale al suicidio…»

Bostezó discretamente y pensó: «insuficiencia cardíaca; es el corazón el que me hace bostezar». Chepizhin continuaba:

– Podríamos creer que sólo Dios es capaz de limitar el infinito… Porque detrás de la barrera cósmica tenemos que admitir ineludiblemente un poder divino. ¿No es así?

– Sí, sí, por supuesto -admitió Shtrum.

«Dmitri Petróvich, no estoy de humor para filosofías. Me pueden arrestar en cualquier momento. Eso está cantado. Además, en Kazán también hablé más de la cuenta con ese tal Madiárov. O es un chivato, o bien lo meterán en la cárcel y le harán hablar. Todo va mal a mi alrededor».

Shtrum miró a Chepizhin, y éste, al observar su mirada falsamente atenta, continuó hablando:

– Me parece que existe una barrera que limita el infinito del universo, la vida. Ese límite no está presente en la curvatura de Einstein, sino en la oposición «vida-materia inerte». Creo que la vida puede definirse como libertad. La vida es libertad. El principio fundamental de la vida es la libertad. Ahí está la barrera, en el Límite entre libertad y esclavitud, entre materia inerte y vida.

También he pensado que la libertad, una vez aparecida, comenzó a evolucionar. Esa libertad siguió dos caminos. El hombre goza de mayor libertad que los protozoos. Toda la evolución delmundo viviente va desde el grado más pequeño hasta el grado mayor de libertad. Ésta es la sustancia de la evolución de las formas vivas. La forma superior es la más rica en libertad. He aquí la primera rama de la evolución.

Shtrum, absorto en sus pensamientos, miró a Chepizhin. Éste hizo una señal con la cabeza, como aprobando la atención de su oyente.

– Pero, pensándolo bien, existe además una segunda rama, por así decirlo cuantitativa, de la evolución. Si calculamos que el peso medio de un ser humano es cincuenta kilos, la humanidad pesa cien millones de toneladas. Es mucho más de lo que pesaba, pongamos, hace mil años. La masa de la materia viva siempre aumentará más a expensas de lo inerte. El globo terráqueo, poco a poco, cobrará vida. El hombre, después de haber poblado los desiertos y el Ártico, se instalará bajo tierra, sin dejar de ampliar el horizonte de sus ciudades y los territorios subterráneos.

»La masa viva de la Tierra acabará por ganar la partida. Después, los diversos planetas cobrarán vida. Si se imagina la evolución de la vida hasta el infinito, entonces la transformación de la materia inanimada en materia viva continuará a escala galáctica. La materia se transmutará de inerte en viva, libre. El universo se animará, en el mundo todo se volverá vivo, y por tanto libre. La libertad y la vida vencerán a la esclavitud.

– Sí, sí -dijo Shtrum, y sonrió-. Se puede usar una integral.

– Ahí está -confirmó Chepizhin-. Me he ocupado de la evolución de las estrellas y he comprendido que no se puede bromear con el mínimo movimiento de la mínima manchita gris de mucosidad vital. Piense en la primera rama de la evolución: del grado más bajo al más alto. Llegaremos a un hombre dotado de todos los atributos de Dios: omnipresente, omnipotente, omnisciente. En el próximo siglo se resolverá la cuestión de la transformación de la materia en energía y de la creación de la materia viva. De modo paralelo se avanzará también, en la conquista del espacio y el logro de la velocidad máxima. En los milenios por venir el progreso se orientará hacia la conquista de las formas superiores de la energía psíquica.

De repente todo lo que Chepizhin decía le dejó de parecer a Shtrum pura charlatanería. Se dio cuenta de que no estaba de acuerdo con su amigo.

– El hombre sabrá materializar, a través de sus instrumentos, el contenido, el ritmo de la actividad psíquica de los seres dotados de razón en toda la meta galaxia. El movimiento de la energía psíquica en el espacio, a través del cual la luz viaja durante millones de años, se efectuará en un instante. La peculiaridad de Dios, su omnipresencia, será una conquista de la razón. Pero después de haber alcanzado la paridad con Dios, el hombre no se detendrá. Comenzará a resolver aquellos problemas que a Dios le han venido anchos. Establecerá comunicación con los seres inteligentes de los niveles superiores del universo, de otro espacio y otro tiempo, para los que la entera historia de la humanidad es sólo una confusa y efímera llamarada. Establecerá un contacto consciente con la vida en el microcosmos, cuya evolución es para el hombre sólo un breve instante. Será la época del total aniquilamiento del abismo espacio-tiempo. El hombre mirará a Dios de arriba abajo.

Shtrum movió la cabeza y observó:

– Dmitri Petróvich, al principio le escuchaba pensando que no estaba yo para filosofías; me pueden meter en la cárcel de un momento a otro, qué más me da a mí ahora la filosofía. Y de golpe me he olvidado de Kovchenko, y de Shishakov, y del camarada Beria, que mañana me cogerán del pescuezo y me pondrán de patitas en la calle, y que pasado mañana pueden arrestarme. Sin embargo, escuchándole, no siento felicidad, sino desesperación. Nosotros somos hombres sabios, y Hércules nos parece un raquítico. Entretanto los alemanes matan a viejos y niños judíos como si se tratara de perros rabiosos; nosotros hemos tenido el año 1937 y la colectivización forzosa con la deportación de millones de pobres campesinos, el hambre, el canibalismo… ¿Sabe? Antes todo me parecía sencillo y claro. Pero después de aquellas terribles perdidas y desgracias, todo se ha vuelto complejo y confuso. El hombre mirará de arriba abajo a Dios, pero ¿acaso no mirará de arriba abajo también al diablo, no lo superará también a él? Usted dice que la vida es libertad. ¿Comparten la misma opinión los detenidos de los campos? ¿No está la vida desperdiciando su propia potencia, no se derrama en el universo como sustrato de una esclavitud más espantosa que la esclavitud de la materia inerte de la que usted hablaba? Dígame, este hombre del futuro ¿superará en su bondad a Cristo? ¡Eso es lo más importante! Dígame, ¿qué ofrecerá al mundo el poder de un ser omnipresente y omnisciente si este ser conserva nuestra fatuidad y egoísmo zoológicos: egoísmo de clase, de raza, de Estado o simplemente individual? ¿No transformará este hombre el mundo entero en un campo de concentración galáctico? Dígame, ¿cree en la evolución de la bondad, de la moral, de la generosidad y en que el hombre es capaz de esa evolución?

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