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Víktor, boquiabierto, la miró por un instante sin salir de su asombro. Después se echó a reír.

– Pero qué cosas dice, querida. ¡Ha perdido el juicio! Gracias a Dios no vivimos en la Rusia de los zares. ¿A qué viene ese complejo de inferioridad de judío de shtetl? ¡Quítese de la cabeza esas tonterías!

8

¡La amistad! Existen tantos tipos…

La amistad en el trabajo. La amistad en la actividad revolucionaria, la amistad en un largo viaje, entre soldados, en una prisión de tránsito, donde entre el encuentro y la separación discurren sólo dos o tres días, pero el recuerdo de esas horas se conserva durante años. La amistad en la alegría, la amistad en el dolor. La amistad en la igualdad y la desigualdad.

¿En qué consiste la amistad? ¿En una simple comunidad de trabajo y destino? A veces el odio entre miembros de un mismo partido cuyas ideas sólo se diferencian en pequeños matices es mayor que hacia los enemigos del partido. A veces los hombres que van juntos a la batalla se detestan más entre ellos que al enemigo común. Y del mismo modo a veces el odio entre prisioneros supera al odio que éstos sienten por sus carceleros.

Lo cierto es que los amigos se encuentran la mayoría de veces entre aquellos que comparten el mismo destino, la misma profesión, los mismos objetivos, pero concluir que es esa comunidad lo que determina la amistad sería un tanto prematuro.

¿Pueden establecer lazos de amistad dos caracteres completamente diferentes? ¡Por supuesto!

La amistad a veces es una relación desinteresada.

La amistad a veces es egoísta, otras está marcada por el espíritu de sacrificio; pero lo extraño es que el egoísmo de la amistad aporta un beneficio desinteresado a aquel del que se es amigo, mientras que el sacrificio de la amistad es esencialmente egoísta.

La amistad es un espejo en el que el hombre se contempla a sí mismo. A veces, mientras conversas con un amigo, te reconoces a ti mismo: es contigo mismo con quien hablas, es contigo con quien te relacionas.

La amistad es igualdad y afinidad. Pero al mismo tiempo es desigualdad y diferencia.

Existe una amistad práctica, eficaz cuando hay un trabajo colectivo, en la lucha común por la vida, por un trozo de pan.

También está la amistad por un ideal elevado, la amistad filosófica entre interlocutores contemplativos, entre personas que trabajan en campos diferentes, cada uno por su cuenta, pero que juzgan la vida con criterios idénticos.

Es posible que una amistad elevada aúne la amistad activa -la del esfuerzo y la lucha- y la amistad de los interlocutores contemplativos.

Los amigos siempre se necesitan el uno al otro, pero no siempre piden lo mismo a la amistad. Los amigos no siempre quieren la misma cosa de la amistad. Uno ofrece al otro su experiencia, el otro se enriquece con esa experiencia. Uno, al ayudar a un joven amigo, débil e inexperto, toma conciencia de su propia fuerza y madurez, en tanto el otro reconoce en el amigo su ideal: fuerza, madurez, experiencia. Así, en la amistad uno da, mientras que el otro se alegra por los regalos.

Ocurre que un amigo es una instancia tácita que ayuda al hombre a entrar en relación consigo mismo, a encontrar la felicidad en sí mismo, en sus propios pensamientos que se vuelven inteligibles, tangibles gracias a que encuentran un eco en el alma del amigo.

La amistad de la razón, la amistad contemplativa, filosófica, a menudo exige de los amigos unidad de pensamiento, pero esta afinidad puede no ser total. A veces la amistad se expresa en la disputa, en las divergencias.

Cuando los amigos son idénticos en todos los aspectos, cuando se reflejan el uno en el otro, la disputa con el amigo será una disputa con uno mismo.

Amigo es aquel que justifica tus debilidades, tus defectos e incluso tus vicios; es aquel que confirma tu equidad, tu talante, tus méritos.

Amigo es aquel que, amando, desenmascara tus debilidades, tus defectos y vicios.

La amistad es, pues, aquello que, fundado sobre lo semejante, se manifiesta en las diferencias, las contradicciones, las desemejanzas. En la amistad el hombre aspira a recibir de forma egoísta aquello que él no posee. En la amistad el hombre aspira a dar aquello que posee.

El deseo de amistad es inherente a la naturaleza humana, y aquel que no sabe establecer vínculos de amistad con personas, los tendrá con animales: perros, caballos, gatos, ratones, arañas.

Un ser dotado de una fuerza absoluta no necesita amigos; evidentemente, ese ser sólo puede ser Dios.

La verdadera amistad no depende de que el amigo se siente en un trono o que, derrocado de dicho trono, vaya a parar a prisión. La verdadera amistad se corresponde con las cualidades del alma y es indiferente a la gloria, a la fuerza exterior.

Múltiples son las formas de la amistad y múltiple es su contenido, pero hay un fundamento sólido en ella: la fe en el carácter inquebrantable del amigo, en su fidelidad. Por ello es particularmente bella la amistad allí donde el hombre celebra el sabbat. Allí donde el amigo y la amistad son sacrificados en nombre de los más altos intereses, el hombre, declarado enemigo del ideal supremo, pierde a todos sus amigos, pero conserva su fe en su único amigo.

9

Cuando llegó a casa, Shtrum vio en el colgador un abrigo que conocía bien: era el de Karímov, que había pasado a verle y estaba esperándole.

Karímov puso a un lado el periódico y Shtrum pensó que, a juzgar por las apariencias, Liudmila Nikoláyevna no había querido conversar con el invitado.

– Vengo directamente de un koljós, he dado una conferencia -dijo Karímov-. Pero, se lo ruego, no se moleste, en el koljós me han ofrecido comida en abundancia. Nuestro pueblo es sumamente hospitalario.

Y Shtrum pensó que Liudmila no había ofrecido a Karímov ni siquiera una taza de té.

Sólo después de examinar con detenimiento la cara aplastada y de nariz ancha de Karímov, Shtrum advertía en sus rasgos diferencias apenas perceptibles respecto al modelo clásico del eslavo ruso. Pero en ciertos instantes, bastaba con un repentino movimiento de cabeza de Karímov para que todos esos ínfimos detalles se fusionaran y su cara adquiriese una fisonomía típicamente mongola.

De la misma manera, a veces, cuando caminaba por la calle, Shtrum podía reconocer a judíos entre individuos rubios, de ojos claros y nariz respingona. Los detalles que revelaban la procedencia judía de un hombre eran prácticamente invisibles: una sonrisa, la manera en que fruncía la frente para expresar sorpresa o el modo en que se encogía de hombros.

Karímov le estaba explicando que había conocido a un teniente que, tras resultar herido, había vuelto al campo a casa de sus padres. Por lo visto, había visitado a Shtrum sólo para contarle ese encuentro.

– Un chico estupendo -dijo Karímov-, me ha hablado de todo con absoluta franqueza.

– ¿En tártaro? -preguntó Shtrum.

– Por supuesto.

Shtrum pensó que si se hubiera encontrado con un teniente judío herido no habría podido hablarle en yiddish, puesto que apenas conocía una decena de palabras en ese idioma, como bekitser o haloimes, empleadas en tono de broma.

El teniente había sido hecho prisionero cerca de Kerch en otoño de 1941. Los alemanes le habían ordenado que recogiera el grano abandonado en la nieve para dárselo de forraje a los caballos. El teniente supo aprovechar el momento propicio y, oculto en el crepúsculo invernal, logró escapar. La población local, rusos y tártaros, le había dado cobijo.

– Tengo grandes esperanzas de volver a ver a mi mujer y a mi hija -dijo Karímov-. Parece que los alemanes, al igual que nosotros, tienen diferentes cartillas de racionamiento. El teniente me contó que muchos tártaros de Crimea han huido a las montañas, aunque los alemanes les dejan en paz.

– Cuando era estudiante escalé las montañas de Crimea -dijo Shtrum, y de pronto recordó que su madre le había enviado dinero para aquel viaje-. ¿Y ha visto judíos su teniente?

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