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– Y las temperaturas.

– ¿Qué temperaturas?

– Dijo que eran temperaturas extremas. ¿Qué quiere decir eso? ¿Temperaturas altas o bajas, o ambas?

– No lo sé. Pero por aquel entonces ya se habían hecho algunos experimentos con cirugía de láser, es decir, básicamente, la transformación de energía en calor. Supongo que si trabajaban con conceptos quirúrgicos innovadores, investigaban en el sentido contrario.

– Con frío.

– Exactamente.

De pronto la sensación de hielo desapareció y Mc-Vey sintió una ola de sangre caliente que lo recorría. Ahí estaba lo que lo había impulsado una y otra vez al caso Osborn. Acababa de dar con la conexión entre Osborn, Merriman y los cuerpos decapitados.

Capítulo 71

Berlín Lunes, 10 de octubre. 22.15

– Es ist spdt, Uta. Ya es tarde, Uta -dijo Konrad Peiper con un asomo de irritación.

– Lo siento, Herr Peiper. Pero ya ve que yo no puedo hacer nada -dijo Uta Baur-. Supongo que estarán a punto de llegar -añadió lanzando una mirada furtiva al doctor Salettl, que no respondió.

Ella y Salettl habían venido desde Zúrich aquella mañana a primera hora en el jet privado de Elton Lybarger para ocuparse directamente de los últimos preparativos antes de que llegaran los demás. En una situación normal, Uta habría comenzado media hora antes.

Los invitados reunidos en el salón privado del último piso de la Galerie Pamplemousse, una galería de cinco pisos destinada al Neu Kunst o arte nuevo, en el Kurfürstendamm, no eran el tipo de personas a quienes se hacía esperar, sobre todo a esa hora de la noche. Pero los hombres que los invitados esperaban no eran el tipo de personas que se atreverían a insultar retirándose antes de su llegada. Sobre todo cuando habían venido respondiendo a su invitación.

Uta, que vestía de negro como era habitual, se levantó y cruzó la sala hacia una mesa sobre la que reposaba una gran tetera de plata llena de café arábigo, bandejas con diversos canapés, dulces y agua embotellada, todo atendido por dos simpáticas chicas con vaqueros ajustados y botas de cuero.

– Vuelva a llenar la cafetera, por favor. El café no es reciente -le espetó Uta a una de ellas. La chica obedeció inmediatamente y desapareció por una puerta en dirección a la cocina.

– Les daré quince minutos más. ¿No se dan cuenta que yo también soy un hombre ocupado? -se quejó Hans Dabritz, y programó su reloj, cogió unos cuantos canapés en un plato y volvió a sentarse.

Uta se sirvió un vaso de agua mineral y recorrió el salón con la mirada observando a los impacientes invitados. Los presentes constituían la élite, la flor y nata de la Alemania contemporánea. Uta tenía en mente las descripciones esenciales de cada uno.

«El diminuto hombre de la barba, Hans Dabritz, cincuenta años. Negocios inmobiliarios y hombre clave en la política. Su actividad inmobiliaria comprende enormes complejos de apartamentos en Kiel, Hamburgo, Munich y Dusseldorf, instalaciones industriales y edificios de oficinas en alza en Berlín, Frankfurt, Es-sen, Bremen, Stuttgart y Bonn. Dueño de manzanas enteras del centro de Bonn, Frankfurt, Berlín y Munich. Miembro del Consejo de Administración del Deutsche Bank de Frankfurt, el banco más importante de Alemania. Sus donaciones a los políticos locales son cuantiosas y constantes y a muchos los controla personalmente. Se suele bromear con la idea de que la mayor influencia en el Bundestag, la Cámara Baja del Parlamento, se encuentra en manos del hombre más pequeño de Alemania. En los pasillos fríos y sobrios de la política alemana, Dabritz es considerado como el titiritero mayor. Casi nunca falla cuando se trata de conseguir lo que ambiciona.

»Konrad Peiper, treinta y ocho años -con su mujer, habían estado presentes en el crucero de Zúrich dos días antes, durante la fiesta de bienvenida a Elton Lybarger-, presidente y consejero delegado de Goltz Development Group, GDG, la segunda empresa comercial en Alemania. Bajo sus auspicios se creó Lewsen International, un grupo empresarial inglés con sede en Londres. Con la fachada de Lewsen, el grupo GDG fundó una red de cincuenta pequeñas y medianas empresas alemanas que se convirtieron en los principales proveedores de Lewsen International. Entre 1981 y 1990, el GDG, con Lewsen como intermediario, proporcionó a Irak materiales claves para la construcción de armas químicas y bacteriológicas y para el perfeccionamiento de misiles balísticos. Además suministró componentes de armamento nuclear y todo fue pagado en elevadas sumas al contado. El hecho de que, durante la operación Tormenta del Desierto, Irak perdiera la mayor parte de los equipos proporcionados por Lewsen, tuvo escasas consecuencias. Peiper ha consolidado a GDG como uno de los grandes exportadores mundiales de armamento.

»Margarete Peiper, veintinueve años, mujer de Konrad Peiper. Pequeña, seductora, adicta al trabajo. A los veinte años ya era compositora, productora discográfica y administradora personal de los tres grupos de rock más populares de Alemania. A los veinticinco años, propietaria única de Cinderella, la compañía discográfica más grande de Alemania, de dos sellos y de propiedades inmobiliarias en Berlín, Londres y Los Ángeles. Actualmente preside el grupo A.E.A., Agency for the Electric Arts, gigantesca organización mundial representante de escritores, actores, directores y músicos famosos. Los expertos suelen decir que el genio de Margarete Peiper reside en el hecho de que su mente está perpetuamente sintonizada con los "canales de la juventud". Los críticos ven en su habilidad para mantenerse en la cima de la popularidad ante un público contemporáneo joven y en continuo crecimiento, un fenómeno más temible que extraordinario, porque su obra oscila entre una brillante creatividad y la manipulación descarada de las personas, acusación que Margarete siempre ha negado. Lo suyo, sostiene, es un compromiso sólido y de toda la vida con el público y con el arte.

»Matthias Noli, general retirado de las Fuerzas Aéreas alemanas, sesenta y dos años. Respetado por su influencia política y brillante orador. Líder del poderoso movimiento pacifista en Alemania. Polémico crítico de los bruscos cambios constitucionales. Sumamente estimado por una gran parte de la generación de mayor edad, que aún vive atormentada por la culpabilidad y la vergüenza del Tercer Reich.

»Henryk Steiner, cuarenta y tres años. El principal agitador en el turbulento panorama sindical de la nueva Alemania. Padre de once hijos. Corpulento, extremadamente simpático, moldeado por la figura de Lech Walesa. Organizador político sumamente popular y dinámico. Lidera emocional y físicamente a varios cientos de miles de trabajadores del automóvil y del acero que luchan por sobrevivir en los estados del Este de la nueva Alemania. Condenado a ocho meses de cárcel por haber encabezado una manifestación de trescientos camioneros alemanes en una huelga para protestar contra el peligroso estado de las autopistas y la falta de mantenimiento. Menos de dos semanas después de abandonar la cárcel, organizó una huelga parcial simbólica de cuatro horas con quinientos policías de Potsdam que reclamaban a la burocracia la retención de sueldo desde hacía casi un mes.

»Hilmar Grunel, cincuenta y siete años, consejero delegado de HGS-Beyer y propietario de la empresa periodística más importante de Alemania. Ex embajador ante Naciones Unidas, conservador recalcitrante, supervisa día a día el funcionamiento y el contenido editorial de once grandes publicaciones, todas ellas profusamente inspiradas en el ideario de la derecha.

»Rudolf Kaes, cuarenta y ocho años. Especialista en asuntos monetarios del Instituto de Economía de Heidelberg y consejero económico de primer rango en el gobierno de Kohl. Es el único candidato para representar a Alemania en el Consejo de administración del nuevo Banco Central de la Comunidad Económica Europea. Firme partidario de la moneda única europea, es consciente de la fuerza del Deutschmark en la economía europea y de cómo la moneda única pondría de relieve el papel rector del poderío económico alemán.

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