Sobra silencio oscuro lívidamente. A su modo, cerca, entre el errar raro y rápido de los carros, un camión truena: eco ridículo, mecánico, de lo que va, real, en la distancia próxima de los cielos.
De nuevo, sin aviso, borbotea luz magnética, pestañeando. Late el corazón una aspiración breve. Se rompe una redoma en lo alto, en astillas grandes de cúpula. Una sábana dura [92] de lluvia mala agrede al sonido del suelo.
(patrón Vasques) Su cara lívida está de un verde falso y desorientado. Lo noto, entre el aire difícil del pecho, con la fraternidad de saber que también estaré así [93] .