¿Has pensado ya, /oh Otra,/ cuan invisibles somos los unos para los otros? ¿Has meditado ya cuánto nos desconocemos? Nos vemos y no nos vemos. Nos oímos y cada uno escucha tan sólo una voz que está dentro de él.
Las palabras de los demás son errores de nuestra audición, naufragios de nuestro entendimiento. Con qué confianza creemos en /nuestro/ sentido de las palabras de los demás. Nos saben a muerte las voluptuosidades que otros ponen en palabras. Leemos voluptuosidad y vida en lo que los otros dejan caer sin intención de darle un sentido profundo.
La voz de los regatos que interpretamos […] explicadora, la voz de los árboles en cuyo murmurar ponemos un sentido -¡ah, amor mío desconocido, hasta qué punto todo esto es nosotros y fantasías, todo de ceniza que resbala por las rejas de nuestra celda!
(Posterior a 1923.)