Una importante laguna en el conocimiento de uno de los mayores poetas europeos de nuestro tiempo ha sido colmada con la publicación, en 1982, del Livro do Desassossego [1] de Fernando Pessoa, muy esperado desde que, cuarenta años antes, la editorial lisboeta Ática inició, bajo la dirección de João Gaspar Simões y Luis de Montalvor, la edición de las obras completas del creador de los heterónimos; y la expectativa aumentó cuando, en 1961, las ediciones portuenses Arte amp; Cultura dieron a la luz una selección de este mismo libro, muy incompleta por cierto, pero en la que figuraban algunos de sus mejores fragmentos [2] . La historia de la redacción y la publicación del que en adelante llamaremos Libro del desasosiego, a la que en seguida he de referirme, me parece de gran importancia, no sólo desde el punto de vista filológico, sino también desde el punto de vista artístico, y ha condicionado, por supuesto, el trabajo de traductor y publicista en castellano que me ha sido encomendado y en el que tanta devoción y cuidado he puesto.
En 1913, Fernando Pessoa (1888-1935) publicó en la revista A Águia un original en prosa, titulado «Na Floresta do Alheamento» (En la floresta de la enajenación) [3] , del que se decía ser parte del Libro del desasosiego, en preparación. Dicho escrito iba firmado por Fernando Pessoa, sin que se hiciese la aclaración, o la salvedad, de que su autor lo atribuyese a Bernardo Soares ni a cualquiera otro de los personajes que, como hemos de ver, dio posteriormente por autores del libro. Pessoa era entonces un joven escritor poco conocido que había publicado en A Águia, en 1912, una serie de artículos sobre poesía portuguesa en los que hablaba de la inminente aparición de un supra-Camoens, que sería el iniciador de un resurgimiento poético portugués de importantes consecuencias para la cultura occidental. Dicho supra-Camoens no era, según creo haber demostrado en otro de mis escritos [4] , y según piensan algunos críticos portugueses que han estudiado el asunto [5] , otro que el autor de los mencionados artículos.
El año anterior a aquel en que dio a conocer «En la floresta de la enajenación», Pessoa había considerado la posibilidad de escribir una serie de poemas en nombre de un supuesto poeta llamado Ricardo Reis, el cual sería, más que un pseudónimo suyo, un heterónimo, es decir, uno de los personajes de un drama em gente (un drama en personajes, en lugar de en actos o jornadas) perfectamente diferenciado, en su personalidad y en su pensamiento, de su creador, es decir, del propio Pessoa, pero fue en 1914, y tras haber escrito treinta y tantos poemas en verso libre, que en seguida atribuyó a un poeta llamado Alberto Caeiro, cuando empezó a escribir en nombre, no sólo del ya mencionado Ricardo Reis, sino también de otro personaje llamado Alvaro de Campos. De esta manera, los principales heterónimos de Pessoa acababan de comparecer, como poetas con personalidad propia, y diferenciada de la del autor de «En la floresta de la enajenación», si no en el panorama público de las letras portuguesas, cosa que no tardaría en suceder, al empezar a ser publicados sus poemas, sí en el mundo de la creación poética portuguesa [6] .
«En la floresta de la enajenación» plantea con toda claridad el problema de la doble personalidad, un problema que arranca, en los tiempos modernos, de la obra de los románticos alemanes -Goethe, Hölderlin, Novalis, etc.- y que, por otra parte, es uno de los principios del hermetismo de todos los tiempos. En este sentido, pues, ni puede extrañarnos que Pessoa escribiese y publicase dicho escrito en el período de incubación de sus heterónimos ni que, con el tiempo, tratase de atribuirlo -y digo tratase por lo que luego se verá- a algunos de ellos, y no precisamente a los ya citados.
El año de la creación de los tres grandes heterónimos, Pessoa seguía, sin embargo, considerando al Libro del desasosiego como obra propia u ortónima. Es lo que demuestra su correspondencia con el poeta azoriano Armando Côrtes-Rodrigues [7] , en la que le habla, unas veces en serio y otras en broma, de los personajes del drama em gente. En la carta de 4 de octubre de 1914, le dice, tras haberse referido a otros trabajos recientes, y entre ellos a unas odas de Reis, que «el resto han sido rotos e inconexos pedazos del Libro del desasosiego», y se consuela dando cuenta al amigo del descubrimiento de un nuevo género de «paulismo», un ismo pesoano de carácter decadentista que pronto dejaría de interesar a su inventor. Poco después, en una carta del 19 de noviembre, Pessoa confía a Côrtes-Rodrigues que se encuentra en un estado de «abulia absoluta». «Soy», escribe, «un fragmento de mí conservado en un museo abandonado. Ahora, que mi familia que estaba aquí se ha ido a Suiza, ha caído sobre mí toda casta de desastres que pueden suceder. Por eso me encuentro en una abulia absoluta, de modo que hacer algo me cuesta tanto trabajo como leer un volumen de Teófilo [Braga].» Poco más adelante, se refiere a su «estado actual de no-ser» y concluye que semejante «estado de espíritu [le] obliga a trabajar mucho, sin querer, en el Libro del desasosiego. Pero todo fragmentos, fragmentos, fragmentos».
En lo transcrito hay, por lo menos, tres declaraciones que conviene no olvidar, la primera de las cuales es la correspondencia entre el estado fragmentario de la personalidad del poeta y su imposibilidad de escribir otra cosa que fragmentos del Libro; la segunda, que dicha obra aparece como ortónima, es decir, que se corresponde con la personalidad real de Pessoa y no con la fingida de uno de sus heterónimos; y, en tercer lugar, que es producto de lo que el poeta llama un «estado de no-ser». Y el lector podrá comprobar que, aunque el estilo del libro cambie espectacularmente a lo largo de los años de su redacción, estas características se mantendrán invariables en él.
Durante aquellos últimos meses del año 1914, Pessoa se refiere una vez más a su falta de «sosiego de espíritu» (carta del 4 de diciembre) y, en una de estas epístolas, escrita el 19 de enero del año siguiente, hace esta confidencia a Côrtes-Rodrigues: «…vivo desde hace meses en una continua sensación de incompatibilidad profunda con las criaturas que me rodean -incluso con las cercanas, amigos, literarios es claro, porque los otros no son individuos con quien yo tenga que poder tener intimidad espiritual- y por eso, como, en materia de relaciones sociales, me llevo bien con todo el mundo, me llevo bien con ellos». Es algo que el lector encontrará afirmado en el Libro del desasosiego, atribuido, ahora, a Bernardo Soares. Pero antes de esta atribución ha habido otras que considero de gran interés, puesto que Pessoa pensó atribuirlo -parece que antes que a cualquier otro de sus personajes- al heterónimo, poco importante por lo que de él sabemos, Vicente Guedes. No me resisto a traducir, dada la luz que vierte sobre nuestro asunto, y sobre la heteronimia en general, este escrito pesoano, titulado «Aspectos», posterior a 1915 pero de fecha indeterminada, pensado, al parecer, para encabezar a sus obras completas:
La obra compleja, cuyo primer volumen es éste, es de substancia dramática, aunque de forma varia -aquí de trechos en prosa, en otros libros de poemas o de filosofías.
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A cada personalidad más dilatada que el autor de estos libros ha conseguido vivir dentro de sí, le ha concedido una índole expresiva, y ha hecho de esa personalidad un autor con un libro, o libros, con las ideas, las emociones, y el arte de los cuales él, el autor real (o por ventura aparente, porque no sabemos lo que es la realidad), nada tiene, salvo el haber sido, al escribirlas, el médium de unas figuras que él mismo ha creado.
Ni esta obra, ni las que le seguirán, tienen nada que ver con quien las escribe. No concuerda él con lo que en ellas está escrito, ni discuerda. Como si le fuese dictado escribe; y, como si le fuese dictado por quien fuese un amigo, y por lo tanto con razón le pidiese que escribiese lo que dictaba, le parece interesante -por ventura sólo por amistad- lo que, dictado, va escribiendo.
El autor humano de estos libros no conoce en sí mismo personalidad ninguna. Cuando acaso siente una personalidad emerger dentro de sí, pronto ve que es un ente diferente del que él es, aunque parecido; hijo mental, quizás, y con cualidades heredadas, pero (con) las diferencias de ser otro.
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Estos libros serán los siguientes. Primero, este volumen, Libro del desasosiego, escrito por quien dice de sí mismo llamarse Vicente Guedes; después, el Guardador de rebaños y otros poemas y fragmentos del (también, y del mismo modo, fallecido) Alberto Caeiro, que nació cerca de Lisboa en 1889 y murió donde había nacido en 1915. Si me dicen que es absurdo hablar así de quien nunca ha existido, respondo que tampoco tengo pruebas de que Lisboa haya existido alguna vez, o yo que escribo, o cualquier cosa donde quiera que sea.
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Con una falta tal de literatura como la que hay hoy, ¿qué puede hacer un hombre de genio sino convertirse, él solo, en una literatura? [8]
El hecho de que Pessoa proyectase en ocasión de la redacción de esta nota -pues sus planes de publicación variaron posteriormente- que el libro que nos ocupa fuese el primero de la serie de sus obras completas desvirtúa en cierto modo su atribución heteronímica a Vicente Guedes, pues parece como si ello insinuase que este libro es el más pesoano -casi el más ortónimo- de su autor, como efectivamente creo que lo es, de entre los atribuidos a sus personajes. En mi ponencia para el simposio pesoano celebrado en la Universidad de Vanderbilt poco después de haber sido publicado el Libro del desasosiego [9] me ocupo de esta atribución y de la realizada en favor del barón de Teive, otro heterónimo menor. Debo añadir aquí que nuestro poeta publicó en 1929, en los números 2 y 4 de la revista Solução Editora sendos fragmentos de esta obra y que el aparecido en el primero de dichos números iba firmado -según los editores portugueses- por Fernando Pessoa, como el aparecido en A Águia dieciséis años antes, mientras el del segundo de ellos aparecía, sí, firmado por Pessoa pero atribuido a Bernardo Soares [10] . Es la costumbre que observaría en adelante siempre que se decidiese a publicar un fragmento de este libro, lo cual parece indicar dos cosas: que fue alrededor de 1929 -y carecemos de testimonios para afirmar otra cosa, o yo no los conozco, si los hay- cuando Pessoa, que nunca había dejado de escribir muy intermitentemente fragmentos de este libro, sintió renovado su entusiasmo por él y que fue también por entonces cuando inventó al personaje literario Bernardo Soares, el cual, como no tardaremos en ver, le creó varios problemas, tanto en relación con la heteronimia como en lo que se refiere al estilo y a la organización de la magna obra. Y, dicho sea de paso, los datos recién indicados parecen señalar por su parte que el fragmento más arriba transcrito debe de ser anterior a 1930.