Lleve yo al menos, para la inmensidad posible del abismo de todo, la gloria de mi desilusión como si fuese la de un gran sueño, el esplendor de no creer como un pendón de derrota -pendón sin embargo en las manos débiles, pero pendón arrastrado por el barro y la sangre de los débiles… pero alzado en alto, al sumirnos en las arenas movedizas, nadie sabe si como protesta, si como desafío, si como gesto de desesperación… Nadie sabe, porque nadie sabe nada, y las arenas engolfan a los que tienen pendones como a los que no los tienen…
Y las arenas lo cubren todo, mi vida, mi prosa, mi eternidad.
Llevo en mí la conciencia de la derrota como un pendón de victoria.