284 Milímetros (sensaciones de cosas mínimas)
Como el presente es antiquísimo, porque todo cuanto ha existido ha sido presente, tengo para todas las cosas, porque pertenecen al presente, cariños de anticuario, y furias de coleccionista precedido contra quien me saca de mis errores sobre las cosas con plausibles, y hasta verdaderas, explicaciones científicas y fundamentadas.
Las varias posiciones que una mariposa que vuela ocupa sucesivamente en el espacio son para mis ojos maravillados varias cosas que permanecen en el espacio visiblemente. Mis reminiscencias son tan vividas que (…)
Pero sólo las sensaciones mínimas, y de cosas pequeñísimas, son las que vivo intensamente. Será por mi amor a lo fútil por lo que esto me sucede. Puede que sea por mi escrúpulo en el detalle. Pero más bien creo -no lo sé, estas cosas nunca las analizo- que es porque lo mínimo, por no tener en absoluto importancia ninguna social o práctica, tiene, debido a la mera ausencia de esto, una independencia absoluta de asociaciones sucias con la realidad. Lo mínimo me sabe a irreal. Lo inútil es bello porque es menos real que lo útil, que se continúa y prolonga, al paso que lo maravilloso fútil, lo glorioso infinitesimal, se queda donde está, no pasa de ser lo que es, vive libre e independiente. Lo inútil y lo fútil abren en nuestra vida real intervalos de estática humilde. ¡Cuánto de sueño y amorosas delicias no me provoca en el alma la mera existencia insignificante de un alfiler clavado en una cinta! ¡Triste de quien no sabe la importancia que esto tiene!
Después, entre las sensaciones que más penetrantemente duelen hasta ser agradables, el desasosiego del misterio es una de las más complejas y extensas. Y el misterio nunca se transparenta tanto como en la contemplación de las pequeñitas cosas, que, como no se mueven, son perfectamente translúcidas a él, pues se detienen para dejarlo pasar. Es más difícil poseer el sentimiento del misterio contemplando una batalla, y eso que pensar en lo absurdo que es que haya gente, y sociedades y combates entre ellas, es una de las cosas que más pueden desplegar dentro de nuestro pensamiento la bandera de conquista del misterio -que ante la contemplación de una piedrecita quieta en un camino, que, porque no provoca ninguna idea además de la de que existe, otra idea no puede provocar, si continuamos pensando, que, inmediatamente, la de su misterio de existir.
¡Benditos sean los instantes, y los milímetros, y las sombras de las cosas pequeñas, todavía más humildes que ellas! Los instantes, (…) Los milímetros -qué impresión de asombro y de osadía me causa su existencia, uno al lado del otro y muy cercana, en una cinta métrica. A veces sufro y gozo con estas cosas. Tengo un /orgullo tosco/ en esto.
Soy una placa fotográfica prolijamente impresionable. Todos los detalles se me graban desproporcionadamente y forman parte [281] de un todo. Sólo me ocupo de mí. El mundo exterior me resulta siempre evidentemente una sensación. Nunca olvido que siento.
¿1914?