Es noble ser tímido, ilustre no saber hacer, grande no tener habilidad para vivir.
Sólo el Tedio, que es un alejamiento, y el Arte, que es un desdén, doran de una semejanza de contentamiento nuestra (…)
Los fuegos fatuos que nuestra podredumbre /genera / son al menos luz en nuestras tinieblas.
Sólo la desventura elemental y el tedio puro de las desventuras continuas, es heráldica como lo son los descendientes de los héroes lejanos.
Soy un pozo de gestos que ni en mí se han esbozado todos, de palabras que no he pensado poniendo curvas en mis labios, de sueños que me he olvidado de soñar hasta el final.
Soy ruinas de edificios que nunca han sido más que esas ruinas, que alguien se hurtó, en medio del construirlas, de pensar en quién construyó.
No nos olvidemos de odiar a los que gozan porque gozan, de despreciar a los que son alegres, porque no supimos nosotros ser alegres como ellos… Ese sueño falso, ese odio flaco no es sino el pedestal tosco y sucio de la tierra en que se apoya, sobre el cual, altiva y única, la estatua de nuestro Tedio se hiergue, oscuro bulto cuya faz una sonrisa impenetrable nimba vagamente de secreto.
Benditos los que no confían la vida a nadie.