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246 Una carta

Hace un vago número de muchos meses que me ve mirarla, mirarla constantemente, siempre con la misma mirada insegura y solícita. Yo sé que se ha dado cuenta de ello. Y como se ha dado cuenta, debe haberle parecido extraño que esa mirada, no siendo propiamente tímida, nunca esbozase un significado. Siempre atenta, vaga y la misma, como si estuviese contenta de ser sólo la tristeza de eso… Nada más… Y dentro de su pensar en ello -sea cual sea el sentimiento con que ha pensado en mí-, debe haber escrutado mis posibles intenciones. Debe haberse explicado a sí misma, sin satisfacerse, que yo soy un tímido especial y original, o una especie cualquiera de algo emparentado con estar loco.

Yo no soy, Señora mía, en el hecho de mirarla, ni estrictamente un tímido, ni decididamente un loco. Soy otra cosa primera y diferente, como, sin esperanza de que me crea, le voy a exponer. Cuántas veces murmuraba a su ser soñado: Haz tu [252] deber de ánfora inútil, cumple tu menester de mera copa.

¡Con qué añoranza de la idea que he querido formarme de usted me he dado cuenta de que estaba casada! El día en que me di cuenta de esto fue trágico en mi vida. No tuve celos de su marido. Nunca he pensado si acaso [253] lo tendría. Tuve sencillamente añoranza de mi idea de usted. Si un día supiese este absurdo: que una mujer de un cuadro -sí, ésa- estaba casada, el mismo sería mi dolor.

¿Poseerla? Yo no sé cómo se hace eso. Y aunque tuviese sobre mí la mancha humana de saberlo, ¡qué infame no sería para mí mismo, qué insultador agente de mi propia grandeza, al pensar siquiera en igualarme a su marido!

¿Poseerla? Un día que acaso fuese sola por una calle oscura, un asaltante podría subyugarla y poseerla, podría incluso fecundarla y dejar detrás de sí ese rastro uterino. Si poseerla es poseer su cuerpo, ¿qué valor hay en ello?

¿Que no posee su alma?… ¿cómo se posee un alma? /Y puede haber uno, hábil y amoroso que posea esa «alma»./ (…) Que sea su marido ese… ¿Querría que yo descendiese a su nivel?

¡Cuántas horas he pasado en convivencia secreta con la idea de usted! ¡Nos hemos amado tanto dentro de mis sueños! Pero incluso ahí, yo se lo juro, nunca me he soñado poseyéndola. Soy un delicado y un casto incluso en mis sueños. Respeto hasta la idea de una mujer bella.

[252] «Faça o seu», tratamiento familiar, pero menos íntimo que el tuteo.


[253] Lectura dudosa.


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