Perder tiempo comporta una estética. Hay, para los sutiles en las sensaciones, un formulario /de la inercia/ en el que hay recetas para todas las formas de lucidez. La estrategia con que se lucha con la noción de las conveniencias sociales, con los impulsos de los instintos, con las solicitaciones del sentimiento, exige un estudio que cualquier mero esteta no soporta /el tener que hacerlo/. A una apurada etiología de los escrúpulos debe seguir una /diagnosis/ irónica de las servidumbres a la normalidad. Hay que cultivar, también, la agilidad contra las intromisiones de la vida; un cuidado (…) debe protegernos contra el sentir las opiniones ajenas, y una indolente indiferencia arroparnos el alma contra los golpes sordos de la coexistencia con los demás.
(¿1915?)