– Aplázalo todo. Nunca se debe hacer hoy lo que también se puede dejar de hacer mañana.
Ni siquiera es necesario que se haga algo, mañana u hoy.
– Nunca pienses en lo que vas a hacer. No lo hagas.
– Vive tu vida. No seas vivido por ella.
En la verdad y en el error, en el gozo y en el malestar, sé tu propio ser. Sólo podrás hacer eso soñando, porque tu vida-real, tu vida humana es aquella que no es tuya, sino de los demás. Así, substituirás el sueño a la vida y te cuidarás tan sólo de soñar con perfección. En todos tus actos de la vida-real, desde el de nacer hasta el de morir, tú no actúas: eres actuado; tú no vives: eres vivido tan sólo.
Vuélvete pala los demás una esfinge absurda. Enciérrate, pero sin dar un portazo, en tu torre de marfil. Y tu torre de marfil eres tú mismo.
Y si alguien te dice que esto es falso y absurdo, no lo creas. Pero tampoco creas en lo que yo te digo, porque no se debe creer en nada.
– Desprécialo todo, pero de modo que el despreciar no te cause molestias. No te juzgues superior a tu despreciar. El arte del desprecio está en eso.