Литмир - Электронная Библиотека
Содержание  
A
A

– Dale unos diez minutos y empezarás a sentir los efectos.

Deslizó la aguja usada dentro de un sobre de plástico naranja y la botella al fondo de su bolso. Por primera vez miró alrededor y pareció inspeccionar el camarote.

– Vaya, hombre, parece que me han dado la mejor habitación a bordo. No me lo creí cuando Ops me lo dijo, pero ahora sí. -Arrugó la nariz cuando le vino una vaharada de hedor procedente del cuarto de baño-. Chicos, ¿no habéis oído hablar del Lysol? [5] Michael se echó a reír e incluso Darryl sonrió ligeramente. Pero cuando ella se fue, el reportero comenzó a ponerse la parka, las botas y los guantes. El ambiente del camarote resultaba hediondo y sofocante, y la acción en el exterior era demasiado tentadora para resistirse a ella. El biólogo volvió la cabeza hacia un lado y fijó en él una mirada torva.

– ¿Adónde crees que vas? -graznó.

– A hacer mi trabajo -replicó Michael, deslizando una pequeña cámara digital dentro de un bolsillo de la parka; la batería se acabaría rápidamente expuesta al frío-. ¿Puedo hacer algo por ti antes de irme?

Darryl contestó que no.

– Sólo llama a mi esposa y a los niños y diles que les quiero a todos, a ella y a los chicos.

Michael jamás le había preguntado por su familia.

– ¿Cuántos tienes?

– Ni idea -repuso Darryl, despidiéndole-. No me acuerdo.

Quizá la medicina había comenzado a actuar antes de lo esperado.

Michael dejó la luz del camarote encendida y caminó cuidadosamente por el corredor, hasta salir por la escotilla, y justo cuando iba a continuar hacia el puente, donde pensó que podría obtener unas cuantas fotos asomándose por una puerta o un ojo de buey, a través de una puerta corredera vio una imagen aparentemente perfecta de un mar y un cielo grises, un panorama donde no se podía distinguir el horizonte y el mundo se reducía a un escenario de auténtica e indiscutida desolación.

Pudo visualizar la foto terminada en su mente.

Tras echar hacia atrás la capucha, rebuscó la cámara con los guantes puestos y se la colgó del cuello. Necesitó ambas manos para empujar la manilla de la puerta, pero el viento se coló dentro cuando había conseguido abrirla apenas unos cuantos centímetros y le atrapó con el mismo efecto que si le agarrase del cuello. Se dio cuenta de que probablemente ésa era una idea bastante mala, pero algunas veces había obtenido sus mejores fotos gracias a sus peores ideas. Empujó con más fuerza y después se deslizó por el hueco. Apenas había pasado cuando la puerta se cerró a sus espaldas.

Estaba en la cubierta, justo debajo del puente, con el agua helada corriéndole a raudales por los pies y el viento azotándole con tal saña que le secó las lágrimas de los ojos y le quemó la frente. Se agarró con un brazo al montante metálico y se quitó un guante con los dientes, pero el barco cabeceaba tanto que era imposible disparar una foto. Cada vez que lo intentaba, se le metía dentro del plano alguna parte de la nave, cosa que no deseaba en absoluto. No quería nada que pudiera identificarse, nada concreto que se inmiscuyera en ella. Buscaba una imagen pura, casi abstracta, de la naturaleza todopoderosa e indiferente.

Esperó a que el navío se enderezara para volverse a tumbar y se lanzó hacia el siguiente apoyo, un armazón de acero que albergaba los aparejos del bote salvavidas. Desde allí, por encima de la barandilla, no había nada de qué preocuparse, excepto por la posibilidad de congelarse. El agua marina pulverizada le barría la cara y empapaba la cámara cuando justo en ese momento el barco se escoró unos cuarenta y cinco grados, de modo que lo único que pudo captar fue el cielo turbulento. Retrocedió un par de pasos y alzó la cámara, apostado a la espera de que el barco corrigiera la inclinación. Tenía los dedos casi congelados y se dio cuenta de que no podía abrir la boca para inspirar aire sin que el viento le dejara sin respiración. Intentó disparar una vez, pero aún no tenía ángulo bastante, y cuando iba a hacer otro, un megáfono comenzó a aullar directamente por encima de su cabeza.

– ¡Señor Wilde! ¡Abandone la cubierta inmediatamente! ¡Ahora!

Incluso bajo el ruido del viento distinguió la voz de la oficial de operaciones, la teniente Healey.

– ¡Ahora mismo! ¡E informen al capitán!

La puerta corredera se abrió antes de que Michael se volviera. Protegido por una chaqueta impermeable sobre sus pantalones de faena, Kazinski se le acercó con un salvavidas amarillo.

– ¡Agárrese a él! -le gritó Healey y Michael devolvió la cámara al interior de su parka, luego se aferró al montante y asió el salvavidas con la mano enguantada, ya que la otra la tenía casi totalmente entumecida.

Una vez que Michael se sujetó, Kazinski lo cobró como si fuera un pez y cerró la puerta de un golpe, pasando después el pestillo. Luego se quedó apoyada allí, limpiándose el agua helada y sacudiendo la cabeza consternada.

– Con todos mis respetos, señor, esto que ha hecho es algo de tontos.

El reportero sabía por qué lo había hecho.

– El capitán está en el puente. Si yo fuera usted, me prepararía para recibir una buena bronca.

En ese momento, el periodista sólo quería que los dedos le volvieran a la vida. Frotó la mano una y otra vez contra la pernera de su pantalón, pero la tela estaba tan mojada que no le ayudó nada. Se abrió la cremallera de la parka y metió la mano debajo de la axila.

Kazinski le hizo un gesto en dirección a las escaleras que llevaban al puente, como si le mostrara el camino a galeras, y Michael pensó que a lo mejor era exactamente eso.

Subió despacio. El capitán Purcell hizo girar su silla en cuanto Wilde entró en el puente brillantemente iluminado y le increpó:

– ¿Se puede saber qué demonios creía usted que estaba haciendo allí fuera? ¿Es que se le ha ido la puta cabeza?

Michael se encogió de hombros y se terminó de bajar la cremallera del abrigo, dejándoselo abierto.

– Puede que no fuera buena idea del todo -explicó, aun cuando sabía que sonaba bastante endeble-, pero pensé que podía conseguir unas cuantas fotos estupendas para la revista.

Los otros dos oficiales sentados delante de unas consolas de navegación disimularon su diversión lo mejor posible.

– Estoy acostumbrado a las hazañas bastante descabelladas que se les ocurren a los científicos que debo llevar de un lado para otro -se le encaró Purcell-, pero me imagino que son tan listos que se les puede permitir que hagan alguna que otra estupidez. Pero de usted, no me imagino nada en absoluto. No es un científico y tan seguro como que hay Dios, que no es marino.

El alférez Gallo, que estaba delante de una rueda plateada montada en una consola aislada, informó:

– El barómetro está cayendo de nuevo, señor.

– ¿A cuánto? -ladró Purcell en respuesta, haciendo girar de nuevo su silla y ajustándose los auriculares que se le habían torcido mientras le echaba la bronca a Michael.

– Nueve con ochenta y cinco, señor.

– Jesús, lo vamos a tener encima esta noche.

Los ojos del capitán examinaron los monitores y diales relucientes, el sónar, el radar, el GPS y el calón; todos mostraban un flujo constante y multicolor de datos.

Una salpicadura de granizo se estrelló contra las ventanas cuadradas del lado oeste y el barco cedió como si lo hubiera abofeteado una mano gigantesca. Michael se agarró con fuerza a una de las tiras de cuero que colgaban del techo. Había oído historias de marineros que habían salido por los aires de una punta a la otra del puente y se habían roto brazos y piernas en el proceso. Se preguntó si su flagelación pública había terminado o si se suponía que debía esperar aún.

A pesar del rugido del mar en el exterior, el golpeteo como latigazos de la lluvia y el aullido del viento que parecía venir de todos lados a la vez, la atmósfera del puente rápidamente recuperó la tranquilidad de un centro de operaciones. Los blancos paneles de luz achatados del techo arrojaban una fría luz uniforme sobre las paredes azules de la habitación, y los oficiales hablaban unos con otros en un tono de voz bajo, pausado, con los ojos fijos en los datos que ofrecían los instrumentos.

вернуться

[5] Marca de desinfectante empleado para eliminar olores.

16
{"b":"195232","o":1}