Литмир - Электронная Библиотека
Содержание  
A
A

Entonces reparó en otra persona que se acercaba a su mesa. Una mujer tan reluciente y espléndida, tan moderna y elegante, que Clodagh se sintió completamente inepta. Le había costado muchísimo decidir qué ponerse aquella noche con ocasión de aquella tan deseada invitación, y había quedado bastante satisfecha con el resultado, pero bastó que echara un vistazo a la estupenda ropa y los extravagantes complementos de aquella mujer para que Clodagh se sintiera patética. Como si su atuendo fuera inocentón e inconsistente. Y por lo visto, aquella mujer iba a sentarse con ellos. Se estaba quitando la chaqueta, estaba saludando a Ashling… ¡Mierda! Tenía que ser…

– Te presento a mi jefa, Lisa -dijo Ashling.

Clodagh solo alcanzó a saludarla con un movimiento de la cabeza; luego contempló, celosa, cómo Lisa saludaba a Joy como si fueran íntimas amigas.

– Michael Winner, el príncipe Eduardo o Andrew Lloyd Webber. ¡Toma ya!

– Supongo que el príncipe Eduardo -dijo Joy, afligida-. David Copperfield, Robin Cook o Wurzel Gummidge.

– Puaj. -Lisa arrugó la frente y reflexionó en voz alta-. ¡Wurzel Gummidge, qué asco! Robin Cook… no. David Copperfield… no, no podría. Me temo que tendría que quedarme con Wurzel Gummidge. ¡Horror!

Clodagh, que se moría de ganas de participar en la conversación, desafió a Ashling:

– Brad Pitt, Joseph Fiennes o Tom Cruise. ¿Con cuál de ellos te acostarías?

Lisa y Joy se miraron. Por lo visto, Clodagh todavía no había entendido en qué consistía el juego.

Clodagh comprendió que había metido la pata, pero demasiado tarde.

– Oh -admitió, atormentada por su propia estupidez-. Tienen que ser poco atractivos, ¿no? ¿Alguien quiere una copa?

En ese momento Marcus se acercó a la mesa.

– Clodagh -dijo Ashling-, te presento a Marcus. Marcus, esta es Clodagh, mi mejor amiga.

Cuando Marcus le estrechó la mano, Clodagh se sintió un poco mejor. Marcus era simpático y amable, no como aquellas dos brujas, Joy y Lisa.

– Iba a pedir una ronda -dijo sonriéndole a Marcus-. ¿Te apetece algo?

– Un Red Bull, por favor. Nunca bebo alcohol antes de subir al escenario -explicó.

– De acuerdo. Después de la actuación te invitaré a una copa de verdad. -Clodagh se volvió hacia Joy y, con fría formalidad, le preguntó-: ¿Qué quieres?

– Un Red Square.

– Un Red… ¿qué? -Era la primera vez que oía aquel nombre.

– Vodka con Red Bull -aclaró Ashling-. Yo también me tomaré uno.

– Y yo -dijo Lisa.

Pues yo también, decidió Clodagh. Donde fueres, haz lo que vieres, ¿no? Ostras, ¿y aquel quién era? Un individuo alto y desaliñado acababa de llegar y se había quedado junto al grupo, con aire indeciso. ¡Qué guapo! No era exactamente su tipo (excesivamente desaliñado), pero de todos modos… Entonces vio que Lisa se le pegaba como si tuviera ventosas.

– ¿Le traigo algo al novio de Lisa? -preguntó Clodagh a Ashling.

– ¿A quién? Ah, ese. No es el novio de Lisa. Es nuestro jefe.

– Vale. ¿Le traigo algo a vuestro jefe?

Ashling contuvo un suspiro y, a regañadientes, dijo:

– Jack, te presento a mi amiga Clodagh. Va a pedir una ronda.

Jack le sonrió, le estrechó la mano y dijo:

– Encantado, Clodagh. -Y se empeñó en pagar aquella ronda.

Ashling no pudo evitar sentir celos. ¿Por qué Jack nunca era simpático con ella? Luego se concentró en Marcus, e inmediatamente se sintió mucho mejor. Antes de que empezara la actuación, a Marcus se le acercaron un montón de admiradores. O mejor dicho, admiradoras, la mayoría. Ashling las miraba y se sentía orgullosa de que Marcus fuera su novio. No podía evitar sentirse satisfecha de sí misma por haberlo cazado. «Él podía elegir a la que quisiera -pensó- y me eligió a mí.»

Aquella fue la noche de Clodagh, sin duda. Los cómicos, intimidados por Lisa, hartos de Joy y respetuosos con Ashling por ser la novia de Marcus, se apiñaban alrededor de Clodagh, que lucía su elaborado peinado nuevo, su hermoso rostro y sus ceñidos pantalones blancos. Ted se sentía muy desgraciado, pero era evidente que lo superaban en número.

Clodagh, abriendo brecha con un Red Square tras otro, se lo estaba pasando en grande. Durante uno de los descansos, Ashling le oyó decirle a un grupo de hombres: «Yo era virgen antes de casarme. -Guiñó un ojo y aclaró-: Mucho antes de casarme, quiero decir».

Todos rieron a carcajadas, y Ashling no pudo evitar pensar: Tampoco tiene tanta gracia. Pero apartó rápidamente aquel recelo de su mente: Clodagh no tenía la culpa de ser guapa. Y se alegraba sinceramente de que su amiga se lo estuviese pasando tan bien.

Entonces Clodagh cruzó las piernas y todos los ojos parpadearon ante aquel movimiento. Se soltó la sandalia con bordados del pie, con toda naturalidad, y la hizo oscilar de su largo dedo pulgar. Ashling vio cómo varios pares de ojos (todos masculinos) se movían a uno y otro lado al ritmo de la sandalia, ligeramente hipnotizados.

El número de Ted tuvo mucho éxito; cuando el cómico volvió a la mesa, radiante, Ashling vio cómo Clodagh le acariciaba el hombro y le decía: «¡Eres genial!».

Poco después Ashling vio a Clodagh sonriéndole a Jack Devine con la punta de la lengua asomando descaradamente entre los dientes. Después le hizo lo mismo a Bicycle Billy. ¡Oh, no! Era aquella sonrisa suya, con la que venía a decir «soy guapísima y lo sé» (o al menos eso creía ella). Pero en opinión de Phelim, era más bien una mirada lasciva de bruja de Benny Hill.

Cuando Ashling volvió a mirarla, Clodagh se había deteriorado notoriamente. Con la sensualidad de un gato cariñoso, frotaba el hombro a los demás con la mejilla y explicaba a todos con conmovedora tristeza: «Tengo dos hijos, por eso no salgo mucho».

Entonces abrazó a Lisa y dijo:

– ¡Estoy borracha! Es que no salgo mucho. -Clodagh se dio cuenta de que Ashling la miraba y exclamó-: ¡Oh, Ashling! Estoy borracha. ¿Estás enfadada conmigo?

Pero antes de que Ashling pudiera contestar, Clodagh se había dado la vuelta y, arrastrando las palabras, le explicó a Mark Dignan:

– Es que tengo dos hijos. Por eso no salgo mucho.

Marcus figuraba el último en el programa, y cuando le tocó subir al escenario Clodagh estaba hablándole al oído y riendo con Jack Devine. Ashling se sintió muy ofendida, porque estaba deseando fardar de lo bueno que era su novio.

– ¡Shhh! -dijo dándole un codazo a Clodagh y señalando el escenario.

– Lo siento -repuso Clodagh en voz demasiado alta.

Y a continuación se puso a gritar y reír a carcajadas a cada comentario de Marcus. Cuando, en medio de un aplauso calurosísimo, Marcus volvió a la mesa, Clodagh se lanzó a sus brazos declarando:

– ¡Has estado divertidísimo!

Marcus se la quitó de encima como pudo y la sentó junto a Ashling. Luego se sentó él también, le apretó la mano a Ashling y le dirigió una sonrisa cómplice.

– Es verdad -murmuró Ashling-. Has estado divertidísimo.

– Gracias -replicó él en voz baja, y ambos compartieron un momento de mutua e íntima consideración que se alargó más de lo razonable.

– ¿Ya está? -preguntó Clodagh-. ¿Ya no hay más chistes? ¿Tenemos que irnos a casa?

– ¡Qué va! -respondió Jimmy Bond, aterrado-. La barra está abierta hasta las dos.

– ¡Estupendo! -exclamó Clodagh, y derribó sin querer uno de los vasos que había en la mesa. El vaso cayó y lanzó un chorro de cerveza sobre los muslos de Bicycle Billy-. ¡Lo siento, lo siento! -exclamó Clodagh-. Lo siento mucho, de verdad.

– Pobrecilla -la compadeció Ted. Y los que estaban a la mesa dijeron al unísono:

– Es que no sale mucho.

Mark Dignan volvía en ese momento a la mesa, y, al contemplar la escena (Bicycle Billy frotándose las empapadas piernas con la manga de la chaqueta, y Clodagh disculpándose con voz pastosa) aclaró, antes de que alguien pudiera acusarla por su torpeza:

84
{"b":"115864","o":1}