Литмир - Электронная Библиотека
Содержание  
A
A

– No te molestes.

Ashling no soportaba a Marcus cuando se ponía así. Normalmente era encantador, pero cuando se sentía inseguro o poco respaldado se volvía frío y agresivo, y ella detestaba los enfrentamientos.

– Lo intentaré -prometió-. De verdad. Haré cuanto esté en mi mano.

– No te molestes.

– Mira -continuó Ashling con voz temblorosa-, a finales de agosto ya no estaré tan liada. Podríamos hacer una escapada juntos, pasar una semana en Grecia o algo así.

»Anímate -insistió con dulzura; pero él seguía sin reaccionar-. Venga, payaso. Eres uno de los mejores humoristas de Irlanda. ¡Cuéntame un chiste!

Marcus casi salió disparado de la silla.

– ¡Que te cuente un chiste! -gritó con una furia inesperada-. ¡No estoy trabajando! ¿Te pido yo que escribas un artículo sobre los orgasmos fingidos cuando sales a tomar algo por la noche? ¿Verdad que no?

Ashling se quedó de piedra.

Entonces él se tapó la frente con una mano y dijo:

– Ostras, perdona. Lo siento.

– Entiendo -dijo Lisa con cortesía glacial-. Sí, volveré a llamar. -Colgó bruscamente y gritó-: ¡Capullos de mierda!

Bernard chascó la lengua y dijo «Esa lengua», pero nadie más se inmutó.

– ¡El agente de Ronan Keating -gritó Lisa, aunque nadie demostró ningún interés- está reunido! Por enésima vez. Faltan tres semanas para el día D y todavía no tenemos carta de famoso.

Desesperada, apoyó la cabeza en la mesa, y entonces se dio cuenta de que Jack la estaba mirando. Jack levantó las cejas, como preguntándole «¿estás bien?». Lo hacía a menudo. Desde el día que Lisa se había derrumbado en su despacho, él le expresaba silenciosamente su apoyo en los momentos de tensión, como si compartieran un secreto. Era una especie de intimidad que nadie más percibía.

«Pero ¿de qué le servían a ella las cejas arqueadas? -se dijo, enojada-. Eran otras partes del cuerpo de Jack las que a Lisa le habría gustado ver levantadas. De acuerdo, él acababa de salir de una relación, y quizá necesitara tiempo para recuperarse. Pero ya había tenido… dos semanas para eso. ¿Necesitaba mucho más?»

Sonrió con tristeza. Ella tampoco estaba muy fina desde el episodio con Oliver. Le habría gustado volver corriendo a Londres, meterse en la cama con él y no salir nunca de allí. Oliver seguía sin llamarla, y era evidente que no pensaba hacerlo, pero la vida debía continuar…

– ¿Acusas la presión?-. Jack se sentó en la mesa de Lisa.

Aquello la ofendió profundamente.

– No, qué va -dijo suspirando-. Ya sabes, los famosos…

– Eres incansable -observó él con patente admiración-. ¿Necesitas descansar un poco? ¿Qué te parece si comemos sushi? Invito yo.

– Ojalá. -Las palabras escaparon de su boca cuando Lisa se imaginó comiendo sushi esparcido por el cuerpo desnudo de Jack.

– ¿Cómo dices? -dijo él con una risita deliciosamente lasciva.

– Nada.

Lisa lo miró como si nada, pero no pudo evitar esbozar una sonrisita de complicidad. Se miraron a los ojos un instante, y rápidamente se esfumó la tensión del coqueteo.

– ¿Me estás proponiendo que salgamos a comer? -preguntó Jack.

– Ah, no. Lo siento. No tengo tiempo. Pero podríamos encargar la comida, como la otra vez.

– Pídele a otro que te haga el trabajo sucio -le espetó Trix.

– Iré yo -dijo Jack, sorprendiendo a todos-. ¿Alguien más quiere sushi? ¿Tú, Ashling?

– No, gracias -contestó de mal humor; no le gustaba que la trataran con condescendencia.

– ¿Estás segura?

– Segurísima.

– ¿Aunque te traiga los más suaves y te enseñe a comerlos?

– No.

– De acuerdo. Ahora vuelvo -anunció Jack-. Y no te pongas nerviosa -le aconsejó a Lisa-. Todo está saliendo estupendamente.

Pese a que les decía a todos que su trabajo no valía nada y que la revista parecía «un cagarro», Lisa no podía negar que estaban avanzando. Las páginas de libros, películas, música y televisión ya estaban terminadas. Así como los horóscopos, el artículo sobre la chica corriente de Trix, el reportaje sobre habitaciones de hotel sexis, el reportaje de Ashling sobre el club de salsa, una excelente página gastronómica de Jasper French, una reseña sobre una actriz irlandesa que había protagonizado una polémica obra de teatro erótica, la columna del novelista titulada «Un día de mi vida», y la de Marcus titulada «Un mundo de hombres», que a todo el mundo le había encantado. Además del famoso reportaje de moda, por supuesto.

Las ocho primeras páginas de la revista estaban dedicadas a la presentación de cuatro promesas irlandesas: un diseñador de bolsos, un DJ, un preparador físico particular y un locuaz y atractivo ecologista. La lista de «In/Out» casi estaba terminada; Lisa la confeccionó casi toda en cinco minutos y se la pasó a Ashling para que la terminara. Según la lista de Lisa, el senderismo era in, y Hilfiger era out.

– ¿Es verdad eso de que el senderismo está de moda? -preguntó Ashling, sorprendida.

Lisa se encogió de hombros.

– No tengo ni idea. Pero queda bien con Hilfiger.

Aparte del contenido, el aspecto de la revista también era fantástico. Los colores, las imágenes y la composición eran diferentes de las de otras revistas femeninas, y Colleen parecía más atrevida y original. Lisa había llevado a Gerry a los límites de su paciencia, hasta que obtuvo un resultado que le satisfizo.

– ¿Dónde navegas? -preguntó Lisa mientras Jack ponía el sushi encima de su mesa.

– En Dun Laoghaire.

– Dun Laoghaire -repitió Lisa-. Nunca he estado allí.

– Te gustaría.

– Tendré que ir algún día.

– Te lo recomiendo.

¡Por el amor de Dios! ¿Es que en este país no saben lo que es una indirecta?

A lo mejor Jack no se fiaba de su combinación de dinamismo y atractivo, pensó Lisa. No sería la primera vez. Además estaba la complicación añadida de que trabajaran juntos. Y de que ella estuviera casada. Y de que él acabara de romper con su novia…

¡De acuerdo! Se dio cuenta de que no tenía más remedio que abrir la boca y decir:

– Podrías llevarme la próxima vez que vayas.

– ¿Te gustaría? -Lo dijo con tanto entusiasmo que Lisa comprendió al instante que había hecho bien tomando las riendas de la situación-. ¿Qué te parece el viernes por la noche? -propuso-. Podríamos dar un paseo por el muelle, y te enseñaría los barcos. Es muy tonificante después de un día en la oficina.

Hummm. Un paseo por el muelle. Un paseo. Lisa no era muy aficionada a los paseos. Aun así, dijo:

– ¡Perfecto!

48

Clodagh le hincó los talones en las nalgas, apretándolo aún más contra su cuerpo. Cada vez que él embestía contra ella, le arrancaba un ronco susurro:

– ¡Dios!

Otro golpe.

– ¡Más fuerte!

Otro.

El cabecero de la cama golpeaba rítmicamente la pared, y Clodagh tenía el cabello enredado y empapado de sudor. Lo sujetó aún más fuerte a medida que las oleadas de placer se intensificaban. Hasta que tuvo el orgasmo. Con cada contracción, ella pensaba que aquella era la última, hasta que notaba otra, aún más hermosa. La definitiva le hizo temblar, y Clodagh la notó en la yema de los dedos, en los folículos pilosos, en la planta de los pies…

– Dios… -dijo casi sin voz.

Él también debía de haberse corrido, porque se quedó tumbado encima de ella, jadeando y empapado. Permanecieron un rato así, exhaustos, hasta que ella notó que el sudor empezaba a enfriarse; entonces se retorció y lo apartó bruscamente.

– Vístete -le ordenó-. Date prisa, tengo que ir a recoger a Molly a la guardería.

Era el tercer polvo que pegaban, y cuando terminaban ella siempre se mostraba brusca, casi fría.

– ¿Te importa que me dé una ducha?

– No, pero que sea rápida -contestó ella.

Cuando él salió del cuarto de baño, Clodagh ya se había vestido y esquivaba su mirada. Entonces se quedó muy quieta, olfateó el aire e, incrédula, preguntó:

92
{"b":"115864","o":1}