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– Dani, cariño, el mando a distancia tapa los detalles del canesú. Bájalo un poco. No, un poco más. No, no tanto…

Por fin todo estaba preparado.

– Pon cara de aburrida -le dijo Niall a Dani.

– No hace falta. Es que estoy aburrida.

También lo estaban Ashling y Trix. No se habían imaginado lo tedioso que iba a resultar aquello.

Tras comprobar varias veces más algo que él llamaba «el nivel», Niall declaró que la escena estaba correcta. Pero cuando estaba a punto de empezar, Mercedes se acercó a la modelo y le dio un tirón a la falda.

– Estaba un poco fruncida -mintió. Mercedes estaba tan cabreada porque Lisa se hubiese apropiado de la sesión que se buscaba trabajo donde no lo había, para demostrar que ella también era importante.

Niall tardó otros quince minutos en volver a declararse satisfecho con la escena, pero cuando todos creían que por fin iba a pulsar el botón de su cámara y hacer una fotografía, se detuvo y salió de detrás de su trípode para quitarle un invisible mechón de cabello a Dani de la cara. Ashling tuvo que contener un grito de histeria. ¿Haría la maldita fotografía o no?

– Estoy perdiendo las ganas de vivir -dijo Trix sin apenas despegar los labios.

Finalmente Niall hizo una fotografía. Luego cambió el objetivo e hizo unas cuantas más. Luego puso una película en blanco y negro. Luego cambió de cámara. Luego todo el equipo lió el petate y se trasladó a un supermercado para hacer más fotografías. La gente que pasaba por los pasillos con sus carros llenos de comida se desternillaba al ver a aquella modelo esquelética con la cara manchada de barro posando junto a los pollos congelados. Ashling se moría de vergüenza, y estaba muy preocupada. Estas fotografías van a quedar ridículas, pensaba. No podremos publicarlas.

A las cuatro de la tarde Lisa y Niall decidieron que ya habían hecho bastantes fotografías en el supermercado.

– Han quedado muy bien -declaró Niall-. Una yuxtaposición excelente. Una gran ironía.

– ¿Podemos irnos ya? -preguntó Trix por lo bajo, desesperada. Ashling tampoco podía más. Le dolían los brazos de aguantar los espantosos vestidos de Frieda Kiely, estaba cansada de contestar el teléfono móvil de Dani, que sonaba sin parar, y harta de que la trataran como a una sirvienta. «Ve a buscar pilas para el flash de Niall, ve a buscar cafés para todos, busca la maleta de la paja.»

– Y ahora, la escena en la calle -le recordó Lisa a Niall.

– Me parece que todavía no nos vamos -susurró Ashling, algo enojada.

Desfilaron todos hacia South William Street, y una vez allí Niall montó su material en la acera, junto a la puerta de un restaurante indio.

– ¿Y si ponemos a Dani rebuscando en un cubo de basura, como si fuera una mendiga? -sugirió Lisa.

A Niall le encantó la idea.

– ¡No! -Dani estaba a punto de llorar-. ¡Ni hablar!

– Quedaría muy urbano -insistió Lisa-. Necesitamos imágenes urbanas impactantes que contrasten con la ropa.

– No me importa. Me niego a meter la mano en un cubo de basura. Si quieres despídeme.

Lisa la miró severamente. El ambiente cada vez estaba más tenso. Ashling no quería ni pensar qué habría podido suceder si Boo no llega a pasar en aquel preciso instante por allí con Hairy Dave.

– Hola, Ashling -la saludó Boo.

– Ah, hola.

Ashling sintió un ligero bochorno. No cabía duda de que Boo, con la manta sucia sobre los hombros y Hairy Dave a su lado, era un mendigo.

– Ya he terminado The Blacksmith's Woman -comentó Boo-. Interesantísimo, aunque el final no convence. Yo no me había tragado que aquel tipo fuera su hermanastro.

– Me alegro -dijo Ashling, un poco tensa, con la esperanza de que los chicos se largaran inmediatamente.

Y entonces vio que Lisa estudiaba con interés a Boo.

– Lisa Edwards. -Compuso una amplia sonrisa y les tendió la mano, y (había que reconocerle el mérito) apenas se estremeció cuando Boo, y luego Hairy Dave, se la estrecharon. Lisa paseó la mirada por el corro que formaba la gente del equipo-. Estupendo -dijo con aquella sonrisa de reptil-. Olvidémonos del cubo de basura. Se me ha ocurrido algo mejor.

Miró a Boo y Hairy Dave y les dijo:

– ¿Os gustaría haceros unas fotografías con esta modelo tan guapa? -Cogió a Dani por el brazo y la acercó.

Ashling estaba conmocionada. Aquello no estaba bien, era una especie de… una especie de explotación. Abrió la boca dispuesta a protestar, pero entonces vio que Boo parecía encantado de la vida.

– ¿Qué es esto? ¿Una sesión fotográfica? Y ¿queréis que posemos con la modelo? ¡Fantástico!

– Pero si… -dijo Dani, titubeante.

– O esto, o el cubo de basura -dijo Lisa con dureza.

Dani se colocó, furiosa, entre Boo y Hairy Dave.

– ¡Genial! -exclamó Niall-. ¡Me encanta! No hace falta que sonrías, Dave. Sé tú mismo. Y tú, Boo, ¿podrías dejarle la manta a Dani? ¡Estupendo! Dani, querida, échatela sobre los hombros, por favor. Como si fuera un chal, ¿me entiendes? ¡Necesito un vaso de plástico! Trix, ve a McDonald's y trae unos vasos…

Ashling se volvió hacia Mercedes y, estupefacta, preguntó:

– Estas fotografías no se van a publicar, ¿no?

– Pues sí -admitió Mercedes, abatida-. Son originales. Seguramente ganarán algún premio.

No terminaron hasta las ocho de la noche. Ashling corrió a casa para arreglarse, y en cuanto entró por la puerta sonó el teléfono. Era Clodagh, que se había pasado el día en la peluquería cortándose el pelo y tiñéndoselo de un tono tan atrevido que Dylan no le dirigía la palabra. Luego se había comprado unos shorts vaqueros muy ceñidos de una talla que no se ponía desde antes de estar embarazada de Craig. También había acabado solucionando el tema de los zapatos (sin talón, con tacón en cuña), y se moría de ganas de salir.

Pero antes de que Clodagh pudiera contarle todo aquello a Ashling, esta susurró:

– No había estado tan cansada en mi vida. Me he pasado todo el día en una sesión fotográfica.

Clodagh se quedó callada y su euforia se vino abajo; luego sintió una punzada de rencor. Qué suerte tenía Ashling. Qué vida tan interesante llevaba. Y seguro que le había contado lo de la sesión fotográfica a propósito, para que ella se diera cuenta de lo aburrida que era su vida.

– Ahora no puedo hablar -se disculpó Ashling-. Tengo que arreglarme. He quedado con Marcus y ya llego tarde.

Clodagh se quedó hecha polvo. Tendría que sentarse delante del televisor con su peinado nuevo, su ropa nueva y sus zapatos nuevos. Se sentía tan imbécil que tardó varios segundos en reaccionar.

– ¿Cómo te va con él? -preguntó.

Ashling no se dio cuenta de lo desilusionada y resentida que estaba su amiga. Ella estaba muy ilusionada con Marcus, pero no estaba segura de si debía tentar la suerte.

– Bien -contestó-. Bueno, la verdad es que maravillosamente.

– Por lo que dices, la cosa va en serio -la pinchó Clodagh.

Ashling volvió a vacilar.

– Puede ser. -Y añadió, por si acaso-: Pero todavía es pronto para decirlo.

En realidad nadie habría dicho que fuera demasiado pronto. Se veían como mínimo tres veces por semana, y tenían una soltura y una intimidad que correspondían a una relación mucho más larga. Por otra parte, las cosas habían mejorado mucho en la cama… Últimamente Ashling casi nunca consultaba las cartas del tarot, y no le hacía ni caso a su Buda de la suerte.

– Por cierto, me ha llamado Ted. Actúa el próximo sábado -comentó Clodagh.

Ashling hizo una pausa e intentó dominarse. No quería animar a Clodagh a intimar demasiado con Ted.

– Sí, lo sé -repuso, intentando sonar indiferente-. Le va a hacer de telonero a Marcus.

– Llámame esta semana para quedar.

– De acuerdo. Ahora tengo que dejarte.

En cuanto llegó a casa de Marcus, Ashling se dio cuenta de que había pasado algo. En lugar de besarla como de costumbre, lo encontró hosco y malhumorado.

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