– Quizá tengas razón en que los cátaros traman algo más, pero el mensaje lo ha enviado Berenguer. Me gusta ese chico y nos puede ser útil en un futuro; sin los Guardianes del Templo para mantener un equilibrio, quizá en unos años tengamos demasiados cátaros fanáticos en la Corporación.
Gutierres miró atentamente al viejo y supo que pensaba a muy largo plazo. ¡Claro que Davis no creía en la reencarnación! Era un esfuerzo inútil para él: ¡no pensaba morirse!
El pretoriano continuaba pensando que el mensaje no venía de Berenguer. Se encogió de hombros, no por indiferencia, sino porque otra vez el dolorcillo de una premonición le mordía en la cruz de la espalda.
VIERNES
116
La pantalla parpadeó; unos dedos nerviosos teclearon el código: ARKÁNGEL
El ratón fue a «mensaje nuevo». «Hermanos, ayer noche murió otro de los nuestros. Muchos cayeron en la batalla de Jericó, pero los asesinatos continúan.
»Davis está tomando una cruel venganza.
»Debéis guardaros. Huid los que os sintáis en peligro. Ahora debemos escondernos y hacer penitencia para ser dignos a los ojos de Dios. Él quiso enseñarnos humildad con esta derrota. Pero juro ante el Señor que hemos de volver y que nuestra venganza será bíblica.
»Esperad mi mensaje; esperad con fe mi llamada. Arkángel II.»
Las manos descansaron sobre el teclado y un sollozo rompió el silencio de la noche cuando el mensaje voló a través de los cables a sus múltiples destinos.
SÁBADO
117
En algún lugar recóndito del océano Internet, un segundo mensaje, muy distinto, se cruzó con el anterior, pocas horas después, en la madrugada del sábado.
«Hermanos/hermanas cátaros de grado primero:
»El Dios bueno nos ha concedido la victoria y los nuestros controlan ya puestos claves en la Corporación.
»La bestia ha sido vencida y nuestros enemigos continúan cayendo a manos de Davis.
»Ahora debemos consolidar posiciones con discreción. En el momento oportuno cada uno recibirá instrucciones precisas.
» La Corporación será el púlpito para extender nuestra fe.»
Unas manos femeninas, con dos uñas de su mano derecha recortadas, teclearon la firma: «Linda Americo».
Una vez transmitido el mensaje, se apresuraron a borrarlo.
La mujer apagó el ordenador, y en silencio, para no despertar a su compañero, regresó a la cama.