Литмир - Электронная Библиотека
A
A

»Una cruzada en las ricas tierras occitanas prometía ser una aventura mucho más provechosa y con menos peligro que las Cruzadas en Tierra Santa o en España contra los mahometanos, donde había que recorrer grandes distancias y los años de lucha habían endurecido al enemigo y empobrecido a gentes y ciudades. Todo el botín de guerra que los cruzados pudieran conseguir pasaba a su propiedad y, como todo pecado cometido antes y durante la empresa les era perdonado, los cruzados tenían carta blanca para cometer todo tipo de fechorías.

»Además, el compromiso mínimo en la Cruzada contra los cátaros era sólo de cuarenta días, y los nobles podían regresar con el botín conseguido, sin ausentarse demasiado, para cuidar de sus propiedades en Francia, Alemania, Borgoña o cualquier otro país del norte.

»Para el pueblo llano, que no tenía nada que perder, y los que tenían cuentas pendientes con la justicia divina o humana, la oportunidad de obtener perdón y riquezas era también espléndida.

»Douglas se unió con entusiasmo a la Cruzada; su recompensa sería mayor que la de los demás: la venganza.

»El 24 de junio de 1209, tres años antes de la batalla de las Navas de Tolosa contra los almohades, que tú recordaste, la Cruzada se puso en marcha.

»Desde Lyon partieron veinte mil caballeros, en su mayoría franceses, al mando del legado del Papa, el abate de Citeaux, Arnau Almeric, y una corte de obispos, abades y diversos eclesiásticos. Entre los caballeros se encontraba Douglas con un grupo de hombres a caballo y tropa que su padre le había cedido dada su insistencia. Detrás de los caballeros marchaban miles y miles de hombres del pueblo llano con la ilusión de grandes riquezas en la tierra y de un lugar en el cielo cuando murieran.

»El 25 de julio llegaron frente a las murallas de la población occitana de Béziers, muy cerca del Mediterráneo. El obispo católico de Béziers propuso a la ciudadanía que entregara a los doscientos veintidós herejes cátaros, que estaban bien identificados, para que los cruzados los quemaran y así salvar la población del asalto y la ruina.

»El obispo no pudo convencer a sus fieles, y a pesar de las amenazas de los sitiadores Béziers se negó y decidió resistir. Pero las defensas de la ciudad fueron insuficientes frente al enorme ejército y los cruzados entraron pronto, fácilmente. Y lo hicieron a sangre y fuego.

»Los veinte mil habitantes de Béziers, incluidos las mujeres y los niños que se habían refugiado en las iglesias, fueron degollados. La ciudad fue saqueada, quemada, arrasada.

»La barbarie y la borrachera de sangre fue tal que incluso repugnó a soldados curtidos en múltiples batallas y carnicerías. Un caballero francés se dirigió al abate Almeric para preguntarle cómo distinguir a los herejes de los que no lo eran. No podía degollar a mujeres y niños que rezaban en las iglesias católicas, con sacerdotes en hábitos católicos, ya que lo lógico sería que fueran fieles al Papa.

»La respuesta del legado papal ha pasado a la historia: «No os preocupéis si no podéis distinguir a los buenos católicos de los herejes. Matadlos a todos. Dios sí sabrá reconocer a los suyos.»

»Y así se hizo.

»Menos sangrientas pero también crueles fueron las conquistas de Carcasona y de múltiples pueblos menores donde los cruzados sembraban un terror premeditado.

»La mayoría de los nobles franceses, asqueados porque lo que creían una noble Cruzada estaba resultando ser una matanza indiscriminada, una vez cumplido su compromiso de cuarenta días regresaron a sus tierras. Un pequeño noble de la Ille de France llamado Simón de Montfort, que había encontrado en aquella carnicería su vocación, y el abate Almeric pasaron a capitanear, a partir del abandono de los grandes, la Cruzada.

»Douglas, que por entonces no había cumplido aún con su venganza, puesto que el castillo de Linda continuaba intacto, permaneció con los cruzados, que establecieron su base para el invierno en la bien fortificada ciudad de Carcasona.

»La retirada de la mayor parte de los nobles franceses no fue un problema, puesto que al año siguiente la Iglesia católica hizo un nuevo llamamiento a la Cruzada y nuevas hordas de gentes de buena fe junto a mercenarios y aventureros llegaron desde el norte.

»Simón de Montfort y el abate reemprendieron las conquistas mientras los occitanos continuaban presentando una débil resistencia.

»La nobleza occitana estaba desunida y más acostumbrada a torneos por su honor y por los favores de sus damas que al verdadero campo de batalla organizado. Sus súbditos, en su mayoría católicos, no sentían gran entusiasmo combatiendo contra los cruzados del Papa, ya que éste era su guía espiritual. Por su parte, los creyentes cátaros consideraban las armas instrumentos del diablo, y la guerra y la violencia, actos diabólicos, hasta el punto de que los Buenos Hombres tenían prohibido luchar ni aun para salvar su vida. Por el contrario, la motivación de los cruzados, que al combatir ganaban cielo y riquezas, era muy alta, y así pueblos y castillos caían uno tras otro.

»Mientras tanto tú, el rey Pedro, veías con preocupación la invasión de los moros almohades desde el sur y no querías involucrarte militarmente en una guerra en el norte.

»La única resistencia era la de los cátaros, y no con las armas, sino con la negativa a abjurar de su religión, y miles y miles de creyentes y sospechosos fueron quemados en las hogueras.

»Cuando llegó el turno al castillo de Linda, Daniel pidió el honor, que le fue concedido, de ser recompensado con él por sus servicios a la causa cruzada. El castillo resistió unas pocas semanas y finalmente una brecha en la muralla permitió la entrada del enemigo. La matanza fue la habitual, pero Douglas conservó con vida a los padres y hermanas de Linda encarcelándolos.

»Con el poder de la victoria y de tener a su familia en sus manos, Douglas pudo al fin disponer de Linda a su voluntad. Era una dulce y placentera venganza.

»Ella cedió a sus pretensiones, porque el cuerpo es obra del diablo, y el cuerpo no contamina el alma, que es obra del Dios bueno. Jamás aceptó el matrimonio que Douglas le ofrecía, convirtiéndose en su prostituta pero negándose a convertirse en su dama. Y jamás abjuró de su fe cátara.

»Pronto la situación se hizo insostenible para él. Tener como amante a una hereje reconocida y recalcitrante le ponía en una posición difícil frente a los eclesiásticos católicos. Éstos le preguntaban si el veneno cátaro no le estaría entrando en la sangre, y la situación se hizo tan peligrosa que él mismo se arriesgaba a terminar en la hoguera.

»Así que una tarde ofreció a Linda la última oportunidad de renegar de la fe cátara, casarse con él y convertirse en señora del castillo. Ella respondió con el mismo verso con el que le rechazó dos años antes entre las risas de la corte de su padre. Douglas enfureció, cediéndola a sus dos lugartenientes, que pasaron la noche con ella, y a la mañana siguiente la puso, junto a su familia, en manos de los inquisidores. La misma tarde murieron todos en la hoguera sin haber renunciado a su fe.

– Linda era mi mejor amiga entonces -intervino Karen-. Nos reconoció a Douglas y a mí en la primera sesión en la que rememoró su vida del siglo XIII.

– ¿Cómo pueden ocurrir esas casualidades? -preguntó Jaime extrañado-. ¿Cómo pueden coincidir amigos y enemigos en las distintas reencarnaciones?

– Funciona así -contestó Kevin-. Sorprende pero es así. Tenemos asuntos pendientes de vidas anteriores o misiones conjuntas que resolver. La evolución espiritual no ocurre de forma aislada, sino en grupos amplios de almas. Se coincide con muchos de los seres con los que vivimos vidas anteriores y con otros no se vuelve a coincidir; depende de las deudas que tengamos con ellos. Dubois te podrá contar mejor que yo. Pero es así.

– Tenemos deudas pendientes con Douglas y los suyos -continuó Karen-, y no por venganza de vidas anteriores, aunque para su evolución espiritual, ellos también necesiten experimentar el dolor que la derrota produce.

49
{"b":"100302","o":1}