Литмир - Электронная Библиотека
A
A

– Sí -dijo Myron.

– Katie llamará a las siete -dijo-. Le dejaré hablar con ella.

35

Win llamó a Myron al móvil.

– Drew Van Dyne, tu ayudante de dirección de Planet Music, también es profesor del Livingston High.

– Vaya, vaya -dijo Myron.

– Y que lo digas.

Myron se dirigía a recoger a Claire. Ella le había contado la llamada de «ella está bien». Myron había intentado localizar inmediatamente a Berruti, quien, como le informó su buzón de voz, «no estaba en su mesa». Le dijo lo que quería en su mensaje.

Myron y Claire iban al Linvingston High a revisar la taquilla de Aimee. Myron esperaba también ver a su ex, Randy Wolf. Y a Harry señor D Davis. Y más que a nadie, ahora, a Drew Profesor de Música-Comprador de Lencería Van Dyne.

– ¿Tienes algo más de él?

– Van Dyne está casado, no tiene hijos. Le han parado dos veces por conducir borracho en los últimos cuatro años y un arresto por drogas. Tiene antecedentes juveniles pero su expediente está sellado. Por ahora es todo lo que tengo.

– ¿Y qué hace comprando lencería para una alumna como Aimee Biel?

– Es bastante obvio, diría yo.

– He hablado con la señora Rochester. Katie se quedó embarazada y huyó con su novio.

– Una historia más bien vulgar.

– Ya. Pero ¿qué? ¿Crees que Aimee hizo lo mismo?

– ¿Huir con su novio? No lo creo. Nadie ha dicho que Van Dyne hubiera desaparecido.

– Él no tiene por qué desaparecer. El novio de Katie probablemente tiene miedo de Dominick Rochester. Por eso ha huido con ella. Pero si nadie sabía lo de Aimee y Van Dyne…

– El señor Van Dyne no tendría nada que temer.

– Exacto.

– A ver, dime, ¿por qué huiría Aimee?

– Porque está embarazada.

– Bah -dijo Win.

– ¿Bah qué?

– ¿De qué iba a tener miedo exactamente Aimee Biel? -preguntó Win-. Erik no es precisamente Dominick Rochester.

Win tenía razón.

– Puede que Aimee no huyera. Puede que se quedara embarazada y quisiera tenerlo. Puede que se lo contara a su novio, Drew Van Dyne…

– Quien -Win acabó el razonamiento-, como profesor, estaría acabado si se corría la voz.

– Sí.

Tenía mucho sentido.

– Sigue habiendo un gran interrogante -dijo Myron.

– ¿Qué?

– Que ambas chicas utilizaran el mismo cajero. Mira, el resto ni siquiera se puede considerar una coincidencia. ¿Dos chicas que quedan embarazadas en una escuela con casi mil chicas? Es estadísticamente insignificante. Aunque añadamos que las dos huyeran por este motivo, la posibilidad de que exista una relación está ahí, pero sigue siendo más plausible que no estén relacionadas, ¿no crees?

– Sí -dijo Win.

– Pero entonces le añadimos que las dos usaran el mismo cajero. ¿Cómo se explica eso?

– Tu pequeño diagnóstico estadístico se va a paseo -dijo Win.

– O sea que se nos escapa algo.

– Se nos escapa todo. En esta fase, todo el asunto es demasiado endeble para afirmar nada.

Otro punto para Win. Podían estarse precipitando con las teorías, pero se acercaban. También había otros factores, como las llamadas amenazadores de Roger Chang llamándole «cabrón». Eso podía estar relacionado, o no. Tampoco sabía cómo encajaba Harry Davis en todo el asunto. Tal vez fuera un enlace entre Van Dyne y Aimee, pero parecía tomado por los pelos. ¿Y qué debía deducir Myron de las llamadas a Claire diciendo que «ella está bien»? Myron se preguntó por el momento y el motivo -consolar o aterrar, y en cualquier caso, ¿por qué?- pero por ahora no se le había ocurrido nada.

– Vale -dijo Myron a Win-, ¿hemos terminado por hoy?

– Hemos terminado.

– Ya hablaremos.

Win colgó y Myron entró en el jardín de Claire y Erik. Claire estaba frente a la puerta antes de que Myron llegara.

– ¿Estás bien? -preguntó él.

Claire no se molestó en contestar algo tan obvio.

– ¿Has sabido algo de tu contacto de la compañía telefónica?

– Todavía no. ¿Conoces a un profesor del Livingston High que se llama Drew Van Dyen?

– No.

– ¿No te suena el nombre?

– No lo creo. ¿Por qué?

– ¿Recuerdas la lencería que encontré en su habitación? Seguramente se la compró él.

Claire se sonrojó.

– ¿Un profesor?

– Trabaja en la tienda de música del centro comercial.

– Planet Music.

– Sí.

Claire meneó la cabeza.

– No entiendo nada.

Myron le puso una mano en el brazo.

– Tienes que mantenerte firme, Claire, ¿de acuerdo? Necesito que estés tranquila y concentrada.

– No seas condescendiente, Myron.

– No es mi intención, pero mira, si te pones histérica cuando entremos en la escuela…

– Lo perderemos. Lo sé. ¿Qué más está pasando?

– Tenías toda la razón con Joan Rochester.

Myron la puso al corriente. Claire miró por la ventana asintiendo de vez en cuando, pero el gesto de la cabeza no parecía relacionado con lo que decía él.

– ¿O sea que Aimee podría estar embarazada?

Su voz era muy calmada ahora, demasiado neutra. Intentaba despegarse. Eso podía ser bueno.

– Sí.

Claire se llevó una mano al labio y empezó a tirar de él. Como en el instituto. Era muy raro, los dos en coche por ese camino que habían hecho tantas veces en su juventud, Claire estirándose el labio como si fueran a hacer el examen final de álgebra.

– Bueno, intentemos enfocar esto con racionalidad un momento -dijo.

– Bien.

– Aimee rompió con su novio del instituto. No nos lo dijo. Estaba muy reservada. Borró sus mensajes. No era ella misma. Tenía lencería en el cajón que probablemente le había comprado un profesor que trabaja en una tienda de música a la que ella iba a menudo.

Las palabras quedaron pesadamente suspendidas en el ambiente.

– Tengo otra idea -dijo Claire.

– Adelante.

– Si Aimee estaba embarazada… Dios, no puedo creer que esté diciendo esto, habría ido a una consulta.

– Podría ser. Puede que sólo se comprara una prueba de embarazo casera.

– No -dijo Claire con voz firme-. Seguro que no. Hablamos de esto a veces. Una de sus amigas tuvo un falso positivo en una de esas pruebas. Aimee se habría asegurado. Probablemente buscó un médico.

– De acuerdo.

– Y cerca de aquí la única clínica es St. Barnabas, la que todas utilizan. Podría haber ido allí. Deberíamos llamar y ver si alguien puede comprobarlo. Soy la madre. Eso debería valer para algo, ¿no?

– No sé cómo están las leyes en este tema.

– No paran de cambiar.

– Espera.

Myron cogió el móvil. Llamó a la centralita del hospital. Pidió por el doctor Stanley Rickenback y dio su nombre a la secretaria. Paró en la rotonda frente al instituto y aparcó. Rickenback se puso al teléfono, como si estuviera excitado por la llamada. Myron le explicó lo que quería. La excitación se desvaneció.

– No puedo hacerlo -dijo Rickenback.

– Tengo a su madre al lado.

– Tiene dieciocho años. Va contra las normas.

– Mire, acertó con Katie Rochester. Estaba embarazada. Queremos saber si Aimee también lo estaba.

– Lo comprendo, pero no puedo ayudarle. Su historial médico es confidencial. Con la nueva normativa hospitalaria, el sistema informático lo registra todo, incluso quién abre el expediente de un paciente y cuándo. Aunque creyera que es ético, sería un riesgo personal demasiado grande. Lo siento.

Colgó y Myron miró por la ventana. Después llamó a la centralita.

– La doctora Edna Skylar, por favor.

Dos minutos después, Edna contestó:

– ¿Myron?

– Usted puede acceder a los expedientes de los pacientes desde su ordenador, ¿no?

– .

– ¿De todos los pacientes del hospital?

– ¿Qué me está pidiendo?

50
{"b":"106879","o":1}