Литмир - Электронная Библиотека
A
A

Te evades con la música.

¿Qué diablos debía hacer ahora?

Eso era lo que pensaba Drew Van Dyne mientras pasaba delante de Bedroom Rendezvous. Vio que una de las dependientas le cuchicheaba algo a otra. Quizás hablaran de él, pero no le importó mucho. Entró en Planet Music, un lugar que amaba y detestaba al mismo tiempo. Le encantaba estar rodeado de música y detestaba que le recordaran que nada de eso era suyo.

Jordy Deck, una versión más joven y menos dotada que él, estaba detrás del mostrador. Por la cara del chico, Van Dyne supo que había sucedido algo.

– ¿Qué?

– Un tipo grande -dijo el chico-. Ha venido preguntando por ti.

– ¿Cómo se llama?

El chico se encogió de hombros.

– ¿Qué quería?

– Preguntaba por Aimee.

Sintió una punzada de miedo en el pecho.

– ¿Qué le has dicho?

– Que viene mucho por aquí, pero creo que ya lo sabía. No tiene nada de raro.

Drew Van Dyne se acercó más a él.

– Descríbemelo.

El chico lo hizo. Van Dyne recordó la llamada de aviso que había recibido por la mañana. Parecía Myron Bolitar.

– Oh, otra cosa -dijo el chico.

– ¿Qué?

– Cuando se marchó, creo que se fue al Bedroom Rendezvous.

Claire y Myron decidieron que se encargaría él de hablar con el señor Davis.

– Aimee Biel era una de mis alumnas más prometedoras -dijo Harry Davis.

Estaba pálido y tembloroso y no caminaba con el paso seguro que Myron le había visto por la mañana.

– ¿Era? -dijo Myron.

– ¿Disculpe?

– Ha dicho «era». «Era una de mis alumnas más prometedoras».

Los ojos de él se abrieron sorprendidos.

– Ya no está en mi clase.

– Ya.

– A eso me refería.

– Bien -dijo Myron, intentando mantenerlo a la defensiva-. ¿Cuándo fue exactamente su alumna?

– El año pasado.

– Bien. -Se acabaron los preliminares. Directo al puñetazo definitivo-: Si Aimee ya no era alumna suya, ¿qué hacía en su casa el sábado por la noche?

Gotas de sudor aparecieron en la frente del profesor como topos de plástico en un juego de ordenador.

– ¿Por qué cree que estuvo allí?

– Yo la acompañé.

– No es posible.

Myron suspiró y cruzó las piernas.

– Podemos hacer esto de dos maneras, señor D, contándome lo que sabe o llamando al director.

Silencio.

– ¿De qué hablaba con Randy Wolf esta mañana?

– También es alumno mío.

– ¿Es o era?

– Es. Doy clases a tres cursos.

– Tengo entendido que los alumnos le han votado Profesor del Año durante cuatro años seguidos.

Él no dijo nada.

– Estudié aquí -dijo Myron.

– Sí, lo sé. -Sonrió ligeramente-. Sería difícil no advertir la persistente presencia del legendario Myron Bolitar.

– Lo que quiero decir es que sé lo mucho que significa ser Profesor del Año, tan popular con los estudiantes.

A Davis le gustó el cumplido.

– ¿Quién era su profesor favorito? -preguntó.

– La señora Friedman, de Historia Europea Moderna.

– Todavía estaba cuando yo empecé. -Sonrió-. Me gustaba mucho.

– Es muy amable, señor D, en serio, pero una chica ha desaparecido.

– No sé nada de eso.

– Sí lo sabe.

Harry Davis bajó la cabeza.

– Señor D…

No levantó la cabeza.

– No sé lo que está pasando, pero ahora todo se está derrumbando. Todo. Creo que lo sabe. Su vida era una cosa antes de que tuviéramos esta conversación. Ahora es otra. No quiero parecer melodramático, pero no lo dejaré hasta que lo descubra todo por muy malo que sea. Por muchas personas que resulten perjudicadas.

– No sé nada -dijo él-. Aimee no ha estado nunca en mi casa.

De habérselo preguntado, Myron habría dicho que ni siquiera estaba enfadado. En el fondo, ése fue el problema: la falta de aviso. Había hablado con voz mesurada. Había un peligro, pero no tanto para pararse a frenarlo. De haberlo visto venir, se habría podido preparar. Pero la furia llegó de golpe, obligándole a actuar.

Myron se movió rápido. Cogió a Davis por la nuca, le apretó un punto cerca de la base de los hombros y le empujó a la ventana. Davis soltó un gritito mientras él le apretaba la cara con fuerza contra el cristal.

– Mire afuera, señor D.

En la sala de espera, Claire estaba sentada muy erguida. Tenía los ojos cerrados. Creía que nadie la miraba. Le resbalaban lágrimas por las mejillas.

Myron apretó más fuerte.

– ¡Au!

– ¿Lo ve, señor D?

– ¡Suélteme!

Maldita sea. La furia se extendió, difuminándose. La razón volvió a emerger. Como con Jake Wolf, Myron se reprendió a sí mismo por su ataque de genio y soltó la presa. Davis se quedó atrás y se frotó la nuca. Tenía la cara de color escarlata.

– Si se acerca a mí -dijo Davis- le demandaré. ¿Lo entiende?

Myron meneó la cabeza.

– ¿Qué?

– Está acabado, señor D. Aunque todavía no lo sepa.

38

Drew Van Dyne volvió a la Livingston High School.

¿Cómo era posible que Myron Bolitar le hubiera relacionado con aquel embrollo?

Ahora tenía un pánico absoluto. Había dado por supuesto que Harry Davis, el Magnífico y Dedicado Profesor, no diría nada. Eso habría sido mejor, habría permitido que Van Dyne fuera afrontando lo que surgiera. Pero resultaba que Bolitar había ido a parar a Planet Music y había preguntado por Aimee.

Alguien había hablado.

Cuando paró en la escuela, vio a Harry Davis que salía por la puerta. Drew Van Dyne no era un experto en lenguaje corporal, pero estaba claro que Davis estaba fuera de sí. Tenía los puños cerrados, los hombros encogidos, movía los pies arrastrándolos. Normalmente caminaba con una sonrisa y saludando a todos, a veces incluso silbaba. Hoy no.

Van Dyne cruzó el aparcamiento y se atravesó con el coche en el camino de Davis. Éste le vio y se desvió a la derecha.

– Señor D.

– Déjeme en paz.

– Usted y yo tenemos que hablar.

Van Dyne salió del coche. Davis siguió caminando.

– Sabe lo que sucederá si habla con Bolitar, ¿no?

– No he hablado -dijo Davis, con los dientes apretados.

– ¿Lo hará?

– Suba a su coche, Drew. Déjeme en paz de una vez.

Drew Van Dyne meneó la cabeza.

– Recuérdelo, señor D. Tiene mucho que perder.

– Como usted no cesa de recordarme.

– Más que ninguno de nosotros.

– No. -Davis había llegado a su coche. Subió y antes de cerrar la puerta, dijo-: Aimee es quien más tiene que perder, ¿no cree?

Aquello hizo callar a Van Dyne. Ladeó la cabeza.

– ¿Qué quiere decir con eso?

– Piénselo -dijo Davis.

Cerró la puerta y se fue. Drew Van Dyne respiró hondo y volvió a su coche. Aimee era quien más tenía que perder… Le hizo pensar. Arrancó el coche e iba a marcharse cuando vio que la puerta de la escuela se abría de nuevo.

La madre de Aimee salió por la misma puerta por donde el adorado educador Harry Davis había salido como una tromba hacía unos minutos. Y detrás de ella, Myron Bolitar.

La voz del teléfono, la que le había avisado antes. «No hagas estupideces. Está todo controlado.»

A él no se lo parecía en absoluto.

Drew Van Dyne buscó la radio del coche como si estuviera bajo el agua y necesitara oxígeno. El CD se puso en marcha con lo último de Coldplay. Se alejó, dejando que la agradable voz de Chris Martin lo arrullara.

El pánico no le abandonaba.

En estos casos era cuando normalmente tomaba decisiones equivocadas. Siempre metía la pata. Lo sabía. Debía retroceder y reflexionar. Pero así vivía él su vida. Era como un accidente de coche a cámara lenta. Ves lo que te espera. Va a ocurrir una catástrofe y no puedes parar ni esquivarla. Estás indefenso.

Al final, Drew Van Dyne hizo la llamada.

– Diga.

– Puede que tengamos problemas -dijo.

Al otro lado de la línea, Drew Van Dyne oyó suspirar al otro.

52
{"b":"106879","o":1}