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– No se trata de ella, sino de Randy, de su futuro.

Jake Wolf se volvió hacia la ventana, hacia el castillo de su distinguido vecino. Drew reflexionó, dominó sus emociones. Miró a aquel hombre. Pensó en lo que le había dicho, en lo que significaba. Volvió a pensar en la llamada de advertencia.

– Jake.

– ¿Qué?

– ¿Sabías que Aimee Biel está embarazada?

La sala quedó en silencio. La música de fondo calló al final de la canción. Al empezar la siguiente, el ritmo había subido un punto, un viejo éxito de Supertramp. Jake Wolf volvió la cabeza despacio y miró por encima del hombro. Drew Van Dyne vio que la noticia había sido una sorpresa.

– Eso no cambia nada -dijo Jake.

– Puede que sí.

– ¿Por qué?

Drew Van Dyne metió la mano en la funda de la axila. Sacó la pistola y apuntó a Jake Wolf.

– Adivina.

42

El escaparate era de un salón de manicura llamado Nail-R-Us en una sección todavía no reformada de Queens. El edificio tenía un aspecto decrépito, como si al apoyarte en él fueras a provocar un derrumbamiento. La oxidación de la escalera de incendios era tan avanzada que parecía más probable el tétanos que la inhalación de humos. Todas las ventanas estaban tapadas con persianas gruesas o con planchas de madera. La estructura tenía cuatro pisos y ocupaba prácticamente toda la longitud de la manzana.

– La «R» del rótulo está tachada -dijo Myron a Win.

– Es intencionado.

– ¿Por qué?

Win le miró esperando que lo dedujera solo. Nail-R-Us se había convertido en Nail Us. *

– Oh -dijo Myron-. Qué monos.

– Tienen dos guardias armados apostados en ventanas -dijo Win.

– Deben de hacer unas manicuras terribles.

Win frunció el ceño.

– Además, los dos guardias no han ocupado su puesto hasta que tu señora Rochester y su novio han vuelto.

– Le tienen miedo a su padre -dijo Myron.

– Una deducción lógica.

– ¿Sabes algo de este sitio?

– La clientela está por debajo de mi nivel de experiencia. -Win señaló con la cabeza detrás de Myron-. Pero no de la de ella.

Myron se giró. El sol poniente estaba tapado como si hubiera un eclipse. Big Cyndi caminaba sin prisas hacia ellos. Iba vestida de arriba abajo en Lycra blanca muy ajustada, sin ropa interior. Desgraciadamente, eso saltaba a la vista. En una modelo de diecisiete años, un chándal de Lycra es arriesgado. En una mujer de cuarenta que pesaba más de ciento veinte kilos… Bueno, se necesitaban agallas, muchas, todas ellas a la vista, para el disfrute general. Todo el mundo soltaba risitas al pasar por su lado; varias partes de su cuerpo parecían tener vida propia y moverse por su cuenta, como bichos atrapados en un globo retorciéndose por encontrar una salida.

Big Cyndi besó a Win en la mejilla. Después se volvió y dijo:

– Hola, señor Bolitar.

Le abrazó, rodeándole con sus brazos, una sensación no muy diferente a verse envuelto en material aislante húmedo.

– Hola, Big Cyndi -dijo Myron cuando le soltó-. Gracias por venir tan de prisa.

– Cuando me llama, señor Bolitar, yo corro.

Su cara seguía plácida. Myron nunca sabía si Big Cyndi le tomaba el pelo o no.

– ¿Conoces este lugar? -preguntó.

– Oh, sí.

Ella suspiró. Los alces empezaron a aparearse en un radio de cincuenta kilómetros. Big Cyndi llevaba siempre pintalabios blanco, como salida de un documental de Elvis. Su maquillaje chispeaba. Sus uñas eran de un color que una vez le había dicho que se llamaba Pinot Noir. En sus tiempos, Big Cyndi había sido la mala de la lucha profesional. Se ajustaba al papel. Para los que nunca han visto lucha profesional, es sólo un juego moral que enfrenta al bueno y al malo. Durante años, Big Cyndi había sido una mala «señora de la guerra» denominada Volcán Humano. Entonces, una noche, tras una lucha especialmente reñida, Big Cyndi había «herido» a la encantadora y menuda Esperanza «Little Pocahontas» Díaz con una silla, tan gravemente que acudió una falsa ambulancia y le puso un collarín y toda la parafernalia, mientras una multitud furiosa de admiradores esperaba fuera del recinto.

Cuando Big Cyndi salió al acabar, la multitud la atacó.

Podrían haberla matado. Estaban borrachos y excitados y no muy metidos en la ecuación realidad-frente-a-ficción que funciona en ese ramo. Big Cyndi intentó correr, pero no había escape. Se defendió con todas sus fuerzas, pero había mucha gente esperando su sangre. Le golpearon con una cámara, con un bastón, con una bota. La acorralaron. Big Cyndi cayó. La pisotearon.

En vista de la violencia, Esperanza intentó intervenir. La multitud no le hizo ni caso. Ni su luchadora favorita podía detener el deseo de sangre. Y entonces Esperanza hizo algo realmente inspirado.

Saltó sobre un coche y «reveló» que Big Cyndi sólo había fingido ser la mala para introducirse. La multitud casi se detuvo. Entonces, Esperanza anunció que en realidad Big Cyndi era la hermana perdida desde hacía tiempo de Little Pocahontas, Big Chief Mama, un apodo bastante soso, pero vaya, se lo iba inventando sobre la marcha. Little Pocahontas y su hermana se habían reencontrado y a partir de ahora serían compañeras de equipo.

La multitud la vitoreó. A continuación ayudaron a Big Cyndi a levantarse.

Big Chief Mama y Little Pocahontas fueron a partir de entonces el equipo de lucha más popular. Cada semana escenificaban lo mismo: Esperanza Pocahontas empezaba ganando con su destreza, sus oponentes hacían algo ilegal como echarle arena a los ojos o utilizar un objeto prohibido, y, mientras una de ellas distraía a Big Chief Mama, la otra golpeaba a la sensual belleza Pocahontas hasta que le rasgaba la tira del bikini de piel, y entonces Big Chief Mama lanzaba un grito de guerra y corría al rescate.

Puro entretenimiento.

Cuando dejó el ring, Big Cyndi se hizo gorila de discoteca y a veces salía a escena en algunos clubes de sexo de poca monta. Conocía el lado más sórdido de las calles. Y con eso contaban ahora.

– ¿Qué es este sitio? -preguntó Myron.

Big Cyndi puso su ceño de tótem.

– Hacen muchas cosas, señor Bolitar. Drogas, estafas por Internet, pero más que nada son clubes de sexo.

– Clubes -repitió Myron-. ¿En plural?

Big Cyndi asintió.

– Probablemente seis o siete. ¿Recuerda hace unos años cuando la Calle 42 estaba repleta de escoria?

– Sí.

– Bueno, cuando los echaron de allí, ¿adónde cree que fue a parar la escoria?

Myron miró el salón de manicura.

– ¿Aquí?

– Aquí, allí, por todas partes. A la escoria no se la mata, señor Bolitar, sino se la traslada a un nuevo huésped.

– ¿Y éste es el nuevo huésped?

– Uno de ellos. Aquí, en este mismo edificio, hay clubes que ofrecen una variedad internacional de gustos.

– ¿Qué variedad?

– A ver. Si se quiere mujeres de cabellos muy rubios, se va a On Golden Blonde. Está en el segundo piso, al fondo a la derecha. Si se quiere hombres afroamericanos, se va al tercer piso a un local llamado, esto le gustará, señor Bolitar, Malcolm Sex.

Myron miró a Win. Él se encogió de hombros.

Big Cyndi siguió con su voz de guía turística.

– Quienes quieren fetiches asiáticos lo pasarán bien en el Joy Suck Club…

– Sí -dijo Myron-. Creo que me hago una idea. ¿Cómo entro y encuentro a Katie Rochester?

Big Cyndi lo pensó un momento.

– Puedo hacerme pasar por una solicitante de empleo.

– ¿Disculpa?

Big Cyndi apoyó sus enormes puños en las caderas. Eso significaba que estaban separados dos metros.

– No todos los hombres, señor Bolitar, se pirran por las menudas.

Myron cerró los ojos y se frotó el puente de la nariz.

– Vale, bien, quizá sí. ¿Alguna otra idea?

Win esperó pacientemente. Myron siempre habría pensado que Win sería intolerante con Big Cyndi, pero hacía años, Win le sorprendió señalando lo que debería ser obvio. «Uno de nuestros peores y más aceptados prejuicios es contra las mujeres gordas. Nunca, jamás, vemos más allá de su gordura.» Y era cierto. Myron se había sentido muy avergonzado con la observación. Y empezó a tratar a Big Cyndi como debía, como a cualquier otra persona. Eso le fastidió a ella. En una ocasión en la que Myron le sonrió, ella le dio un castañazo en el hombro -tan fuerte que estuvo dos días sin levantar el brazo- gritando: «¡Pare ya!».

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* Nail-R-Us, significa «Nosotros somos uñas», pero Nail Us significa «atrápanos». (N. de la T.)

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