Al principio, MB SportsReps consistía sólo en Myron el superagente y Esperanza la recepcionista/secretaria/chica para todo. Puede que recuerdes a Esperanza de sus años de luchadora profesional sexy y flexible, con el nombre de Little Pocahontas. Cada domingo por la mañana, en el Canal 11 de la zona de Nueva York, Esperanza subía al ring, luciendo una cinta de plumas en la cabeza y un bikini inductor de babas de ante de imitación. Junto con su compañera, Big Chief Mama, conocida en la vida real como Big Cyndi, poseían el cinturón del campeonato intercontinental en equipo para Mujeres Fabulosas de la Lucha. La organización de lucha quería llamarlo en principio Mujeres Hermosas de la Lucha pero la cadena no estaba muy contenta con el acrónimo. *
El cargo actual de Esperanza en MB Reps era el de vicepresidenta, aunque de hecho llevaba la división de deportes.
– Perdona que no pudiera ir a tu fiesta de noviazgo -dijo Esperanza.
– No era una fiesta de noviazgo.
– Pues lo que fuera. Héctor estaba resfriado.
– ¿Ya está mejor?
– Está estupendamente.
– Bien, ¿qué hay de nuevo?
– Michael Discepolo. Tenemos que redactar su contrato.
– ¿Los Giants siguen detrás de él?
– Sí.
– Entonces no necesita agente -dijo Myron-. Creo que no es mala idea, de la forma en que está jugando.
– Pero Discepolo es un tipo leal. Prefiere firmar.
Esperanza apartó a Héctor de su pezón y se lo colocó en el otro pecho. Myron intentó no apartar la mirada con demasiada rapidez. Nunca sabía qué cara poner cuando una mujer daba el pecho delante de él. Quería comportarse con naturalidad, pero ¿qué significaba eso exactamente? No miras fijamente, pero tampoco apartas la mirada. ¿Cómo se desliza uno entre esas dos zonas?
– Tengo novedades -dijo Esperanza.
– ¿Ah, sí?
– Tom y yo nos casamos.
Myron no dijo nada. Sintió una curiosa punzada.
– ¿Y bien?
– La enhorabuena.
– ¿Y ya está?
– Me ha sorprendido, la verdad. Pero, en serio, es fantástico. ¿Cuándo es el gran día?
– Dentro de tres semanas, el sábado. Pero quiero preguntarte algo. Cuando me case con el padre de mi hijo, ¿seguiré siendo una pecadora?
– No lo creo.
– Maldita sea, me encanta ser una pecadora.
– Bueno, a tu hijo lo tuviste fuera del matrimonio.
– Bien dicho. Me conformaré con eso.
Myron la miró.
– ¿Qué pasa?
– Tú, casada. -Meneó la cabeza.
– Nunca he sido buena para el compromiso, ¿no?
– Cambias de pareja como un cineplex de película.
Esperanza sonrió.
– Cierto.
– Ni siquiera recuerdo que te mantuvieras con el mismo género más de un mes.
– Las maravillas de la bisexualidad -dijo Esperanza-. Pero con Tom es distinto.
– ¿Ah, sí?
– Le quiero.
Él no dijo nada.
– No crees que sea capaz -dijo ella-. Serle fiel a una persona.
– Yo no he dicho eso.
– ¿Sabes lo que significa ser bisexual?
– Por supuesto -dijo Myron-. He salido con muchas mujeres bisexuales. Yo menciono el sexo, y ella dice «adiós». * Esperanza se limitó a mirarle.
– Vale, un mal chiste -dijo él-. Es que… -se encogió de hombros.
– Me gustan las mujeres y me gustan los hombres. Pero si me comprometo es con una persona, no con un género. ¿Me entiendes?
– Claro.
– Bien. Ahora cuéntame qué pasa con Ali Wilder.
– No pasa nada.
– Win dice que todavía no lo habéis hecho.
– ¿Eso ha dicho Win?
– Sí.
– ¿Cuándo?
– Esta mañana.
– ¿Y ha venido a decir eso?
– Primero ha hecho un comentario sobre el aumento de mi talla de copa desde que di a luz, y después sí, ha dicho que salías con una mujer desde hace más de dos meses y todavía no habíais hecho nada malo.
– ¿Por qué lo dice?
– Lenguaje corporal.
– ¿Eso ha dicho?
– Win entiende en lenguaje corporal.
Myron sacudió la cabeza.
– ¿Tiene razón entonces?
– Esta noche ceno en casa de Ali. Los chicos se quedan en casa de su hermana.
– ¿Lo ha planeado ella?
– Sí.
– ¿Y todavía no…? -Con Héctor todavía mamando, Esperanza hizo un gesto muy clarificador.
– No.
– Tío.
– Estoy esperando una señal.
– ¿Cómo qué? ¿Un matorral en llamas? Te ha invitado a su casa y te ha dicho que los niños no estarán.
– Lo sé.
– Ése es el signo internacional de «Sáltame encima».
Él no dijo nada.
– Myron.
– Sí.
– Es viuda, no minusválida. Seguro que está aterrada.
– Por eso me lo tomo con calma.
– Es muy amable y noble, pero es una tontería. Y no ayuda nada.
– O sea que me sugieres…
– Que te lances a lo bestia, sí.
5
Myron llegó a casa de Ali a las siete.
Los Wilder vivían en Kasselton, una ciudad a quince minutos al norte de Livingston. Myron había realizado un extraño ritual antes de salir de casa. ¿Con colonia o sin colonia? Eso era fácil: sin colonia. ¿Slips o boxers? Eligió algo entre los dos, ese híbrido que son unos boxers estrechos o unos slips largos. Boxer briefs, decía el paquete. Y los eligió en gris. Se puso un jersey café claro Banana Republic con una camiseta negra debajo. Los vaqueros eran de Gap. Mocasines sin cordones de la tienda de saldos de Tod adornaban sus pies del cuarenta y cinco. No habría parecido más informal estadounidense de haberlo intentado.
Ali le abrió la puerta. Las luces detrás de ella estaban bajas. Llevaba un vestido negro escotado delante. El pelo recogido. A Myron le gustó. A los hombres solía gustarles el pelo suelto. A él siempre le había gustado más el pelo apartado de la cara.
La miró un buen rato y después dijo:
– Uau.
– Creía que habías dicho que tenías facilidad de palabra.
– Me controlo.
– Pero ¿por qué?
– Si me lanzo a hablar -dijo Myron-, las mujeres de todo el estado se empiezan a desnudar. Necesito limitar mi poder.
– Por suerte para mí. Pasa.
Nunca había ido más allá de su recibidor. Ali fue a la cocina. A él se le hizo un nudo en el estómago. Había fotografías familiares en la pared. Myron echó un rápido vistazo. Vio la cara de Kevin. Estaba en al menos cuatro fotografías. Myron no quería mirarlas, pero se quedó fijo en una imagen de Erin. Estaba pescando con su padre. Su sonrisa era conmovedora. Myron intentó imaginar a la chica del sótano sonriendo de aquella manera, pero no resultó.
Miró a Ali. Algo cambió en su expresión.
Myron olió el aire.
– ¿Qué estás cocinando?
– Estoy preparando Pollo Kiev.
– Huele de maravilla.
– ¿Te importa si hablamos antes?
– No.
Fueron al salón. Myron intentó no centrarse. Buscó más fotografías. Había una foto enmarcada de la boda. Ali llevaba el pelo demasiado ahuecado, pensó, pero quizá fuera el estilo entonces. Pensó que era más guapa ahora. Eso les pasa a algunas mujeres. También había una fotografía de cinco hombres con esmoquin negro y pajarita, todos iguales. Los padrinos, pensó Myron. Ali siguió su mirada. Se acercó a la foto de grupo y la cogió.
– Éste es el hermano de Kevin -dijo, señalando al segundo hombre por la derecha.
Myron asintió.
– Los otros trabajaban en Carson Wilkie con Kevin. Eran sus mejores amigos.
– ¿Ellos también…? -empezó Myron.
– Todos muertos -dijo ella-. Todos casados, todos con hijos.
El elefante en la habitación… fue como si todas las manos y todos los dedos lo hubieran señalado de repente.
– No hay por qué hacerlo -dijo Myron.
– Sí, Myron, tengo que hacerlo.
Se sentaron.
– Cuando Claire nos preparó la cita -empezó-, le dije que tú tendrías que sacar el tema del once de septiembre. ¿Te lo dijo?
– Sí.
– Pero no lo hiciste.
Él abrió la boca, la cerró y lo intentó de nuevo.