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Con los ojos desorbitados y aspecto de animal, Jack echó la cabeza atrás y luego hacia delante con fuerza. Cogió al hombre desprevenido. La cabeza de Jack fue a topar contra su mejilla derecha. Se oyó un ruido sordo, hueco. El coche se detuvo de un frenazo. El hombre soltó la rodilla a Grace.

– ¡Corre, Grace!

Era la voz de Jack. Grace se dispuso a coger la pistola. Desabrochó la tira de seguridad. Pero el hombre ya se había enderezado.

Con una mano agarró a Jack por el cuello. Dirigió la otra hacia la rodilla de Grace. Ella se apartó. Él volvió a intentarlo.

Grace sabía que no tenía tiempo de alcanzar la pistola. Jack ya no podría ayudarla. Había agotado todas sus fuerzas, se había sacrificado, para ese único testarazo.

Y todo para nada.

El hombre asestó otro golpe a Grace en las costillas. La atravesaron cuchillos al rojo vivo. Una sensación de náusea le recorrió el cuerpo. Sintió que se desvanecía…

No podría aguantar…

Jack intentó arremeter de nuevo. Pero para el asiático era poco más que una molestia; le apretó el cuello. Jack emitió un sonido y se quedó quieto.

El asiático se volvió otra vez hacia ella. Grace cogió el tirador de la puerta.

El hombre la agarró por el brazo.

Grace no podía moverse.

Jack, sin fuerzas, dejó caer la cabeza y la deslizó por el hombro del asiático. La detuvo en el antebrazo. Y allí, con los ojos cerrados, abrió la boca y mordió con fuerza.

El hombre dejó escapar un alarido y soltó a Grace. Empezó a sacudir el brazo, intentando zafarse de Jack. Éste apretó más los dientes, aferrándose como un bulldog. El asiático lo golpeó en la cabeza con la palma de la mano libre. Jack se desplomó.

Grace accionó el tirador y recostó el cuerpo contra la puerta.

Se cayó del coche y fue a dar en el pavimento. Se alejó rodando, dispuesta a cualquier cosa con tal de apartarse de su captor. De hecho, llegó rodando hasta el otro carril de la autovía. Un coche la esquivó.

«¡Coge la pistola!»

Tendió de nuevo la mano. La tira ya estaba desabrochada. Se volvió hacia el coche. El hombre estaba saliendo. Se levantó la camisa. Grace vio su pistola. Lo vio cogerla. La pistola de Grace salió de la funda.

Ya no cabía la menor duda. No había ningún dilema ético. No tenía sentido plantearse si debía gritar o avisar, decirle que se detuviera, pedirle que pusiera las manos detrás de la cabeza. Ya no era cuestión de indignación moral. Ni de cultura, humanidad, años de civilización o educación.

Grace apretó el gatillo. La pistola se disparó. Volvió a apretarlo. Y otra vez. El hombre se tambaleó. Volvió a apretar. El sonido de las sirenas aumentó de volumen. Y Grace disparó una vez más.

49

Acudieron dos ambulancias. Una se llevó a Jack antes de que Grace pudiese siquiera verlo. Dos auxiliares médicos la atendieron a ella. Se movían sin cesar, haciendo preguntas mientras trabajaban, pero ella no registró sus palabras. La sujetaron con correas a una camilla y la llevaron a la ambulancia. Perlmutter ya había llegado.

– ¿Dónde están Emma y Max? -preguntó ella.

– En la comisaría. Están bien.

Una hora después Jack estaba en el quirófano. Fue lo único que le dijeron a Grace. Que estaba en el quirófano.

El joven médico realizó diversas pruebas a Grace. Efectivamente, tenía las costillas rotas, pero para eso poco podía hacerse. El médico le aplicó una venda elástica y le administró una inyección. El dolor empezó a remitir. Un traumatólogo le examinó la rodilla y se limitó a menear la cabeza.

Perlmutter fue a verla a su habitación y la asaeteó a preguntas. Grace las contestó casi todas. Respecto a ciertos temas se mostró intencionadamente vaga. No era que quisiese ocultar nada a la policía. O tal vez… bueno, tal vez sí.

Perlmutter también se mostró bastante vago. Su captor muerto se llamaba Eric Wu. Había estado en la cárcel. En Walden. Eso no sorprendió a Grace. Wade Larue también había cumplido condena en Walden. Todo guardaba relación. Esa vieja foto. El grupo de Jack, Allaw. La banda de Jimmy X. Wade Larue. Y sí, incluso Eric Wu.

Perlmutter eludió casi todas las preguntas de Grace. Ella no insistió. Scott Duncan también estaba en la habitación; se quedó en un rincón, sin hablar.

– ¿Y ustedes cómo han sabido que yo estaba con Eric Wu? -inquirió Grace.

A Perlmutter no le importó contestar a esa pregunta.

– ¿Conoce a Charlaine Swain?

– No.

– Su hijo Clay va a Willard.

– Ah, sí, ya sé quién es.

Perlmutter le contó a Grace el calvario por el que pasó la propia Charlaine Swain por culpa de Eric Wu. Se explayó al respecto, a propósito, pensó Grace, para poder callarse el resto. Sonó el móvil de Perlmutter. Se disculpó y salió al pasillo. Grace se quedó a solas con Scott Duncan.

– ¿Qué piensan? -preguntó ella.

Scott se acercó.

– La teoría más extendida es que Eric Wu trabajaba para Wade Larue.

– ¿Y cómo han llegado a esa conclusión?

– Saben que hoy has ido a la rueda de prensa de Larue, así que ésa es la primera razón. Wu y Larue no sólo coincidieron en Walden, sino que además compartieron celda unos tres meses.

– ¿Y cuál es la segunda razón? -preguntó ella-. ¿Qué creen que pretendía Larue?

– Venganza.

– ¿De quién?

– De ti, para empezar. Tú declaraste en contra de él.

– Declaré en su juicio, pero en realidad no declaré en contra de él. Ni siquiera recuerdo la desbandada.

– Da igual. Hay un fuerte vínculo entre Eric Wu y Wade Larue: hemos consultado los registros de llamadas de los teléfonos de la cárcel, y han estado en contacto. Y existe un fuerte vínculo entre Larue y tú.

– Pero si Wade Larue quería vengarse, ¿por qué no me secuestró a mí? ¿Por qué se llevó a Jack?

– Creen que quizá Larue quería hacerte daño a ti por medio de tu familia. Quería hacerte sufrir.

Grace movió la cabeza en un gesto de negación.

– ¿Y qué se sabe de la aparición de esa foto extraña? ¿Cómo explican eso? ¿O el asesinato de tu hermana? ¿O Shane Alworth y Sheila Lambert? ¿O que mataran a Bob Dodd en New Hampshire?

– Es una teoría con muchas lagunas -contestó Duncan-. Pero recuerda que ellos no ven estas conexiones como nosotros, y eso por sí solo explica la mayor parte. Puede que mi hermana muriera asesinada hace quince años, pero eso no tiene nada que ver con lo de ahora. Tampoco lo de Bob Dodd, un periodista asesinado al estilo de la mafia. De momento lo ven todo de una manera muy sencilla: Wu sale de la cárcel. Secuestra a tu marido. A lo mejor habría secuestrado a más personas, ¿quién sabe?

– ¿Y por qué no mató simplemente a Jack?

– Wu lo retenía hasta que soltaran a Wade Larue.

– Cosa que ha sucedido hoy.

– Exacto, hoy. Entonces Wu os secuestra a los dos. Cuando has huido, os llevaba a donde estaba Larue.

– ¿Para qué? ¿Para que nos matara el propio Larue?

Duncan se encogió de hombros.

– Eso no tiene sentido, Scott. Eric Wu me ha roto las costillas porque quería saber cómo conseguí la foto. Ha parado de golpearme al recibir una llamada inesperada. Entonces nos ha metido de repente en el coche. Nada de eso estaba planeado.

– Perlmutter acaba de enterarse de todas esas cosas. Es posible que eso altere su teoría.

– A propósito, ¿dónde está Wade Larue?

– Por lo visto, nadie lo sabe. Están buscándolo.

Grace se recostó en la almohada. Le pesaban enormemente los huesos. Los ojos se le anegaron de lágrimas.

– ¿Jack está muy grave?

– Sí.

– ¿Vivirá?

– No lo saben.

– No dejes que me mientan.

– No lo haré, Grace. Pero intenta dormir, ¿vale?

En el pasillo, Perlmutter hablaba con el capitán del Departamento de Policía de Armonk, Anthony Dellapelle. Todavía estaban registrando la casa de Beatrice Smith.

– Acabamos de inspeccionar el sótano -dijo Dellapelle-. Alguien estuvo encerrado allí.

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