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– ¿Como esos tipos de allá abajo? -Gamble se rió mientras señalaba a los jugadores-. En realidad, dada la situación actual, creo que este año he ganado más que Dios. -Se frotó los ojos-. Como le dije, ya no se trata del dinero. Tengo más del que puedo gastar. Pero me gusta el respeto que da el estar en la cima. Todo el mundo espera a ver lo que haces.

– No confunda respeto con miedo.

– Para mí las dos cosas van juntas. Oiga, he llegado hasta aquí porque soy un hijo puta muy duro. Si usted me jode, yo le jodo pero más. Me crié más pobre que las ratas, tomé un autocar a Nueva York cuando tenía quince años, comencé a trabajar en Wall Street de mensajero, por unos dólares al día, alcancé la cumbre y nunca miré atrás. Gané fortunas, las perdí y volví a ganarlas. Coño, tengo media docena de títulos honorarios de la universidad y nunca acabé el graduado escolar. No tienes más que hacer donaciones. -Sonrió.

– Felicidades. -Sawyer comenzó a levantarse-. Es hora de irse.

Gamble le cogió del hombro pero lo soltó en el acto.

– Escuche, leí el periódico. Hablé con Hardy. Y ya siento el resuello de RTG en el cuello.

– Como le dije antes, ese no es mi problema.

– No me molesta el juego limpio, pero no pienso perder porque un empleado infiel me vendió al enemigo.

– Eso está por verse. No hemos encontrado ninguna prueba. Le guste o no eso es lo único que importa en el juicio.

– Usted vio la cinta. ¿Qué más pruebas necesita? Coño, lo único que pido es que haga su trabajo. ¿Qué tiene eso de malo?

– Vi a Jason Archer entregar unos documentos a unas personas. Pero no tengo ni idea de qué eran esos documentos o quiénes eran esas personas.

– Verá -dijo Gamble-, el problema es que si RTG conoce mi oferta y le ofrece más a CyberCom, estoy hundido. Necesito que usted demuestre que me engañaron. Una vez que consigan CyberCom, da lo mismo cómo lo hicieran, es suya. ¿Se da cuenta dónde quiero ir a parar?

– Trabajo todo lo que puedo, Gamble. Pero de ninguna manera pienso acomodar mis investigaciones a sus negocios particulares. Para mí, el asesinato de ciento ochenta y una personas inocentes significa mucho más de lo que usted paga en impuestos. Gamble, ¿se da cuenta dónde quiero ir a parar? -Gamble se encogió de hombros-. Si resulta que RTG está detrás, entonces puede estar seguro de que dedicaré todos mis esfuerzos para detenerlos.

– Pero ¿no le podría apretar un poco las tuercas ahora mismo? Si el FBI los investiga quedarían apartados de la carrera por CyberCom.

– Lo estamos investigando, Gamble. Estas cosas llevan tiempo. Es la burocracia, no lo olvide.

– Tiempo es algo que no me sobra -gruñó el millonario.

– Lo lamento, pero la respuesta es no. ¿Quiere alguna cosa más?

Los dos hombres contemplaron el partido en silencio durante unos minutos. Sawyer cogió unos prismáticos que estaban sobre la mesa. Mientras miraba el juego preguntó:

– ¿Qué pasa con Tylery Stone?

– Si no estuviésemos tan adelantados en las negociaciones con CyberCom, los despediría ahora mismo. Pero la cuestión es que necesito su experiencia jurídica y su memoria institucional. Al menos por ahora. -El millonario hizo una mueca.

– Pero no necesita a Sidney Archer.

– Jamás hubiera imaginado que esa tía hiciera algo así. -Gamble meneó la cabeza-. Una abogada de primera. Y, además, una mujer preciosa. Qué desperdicio.

– ¿Cómo es eso?

Gamble le miró asombrado.

– Perdone, pero ¿usted y yo leemos el mismo periódico? Está metida en esto hasta el cuello.

– ¿Usted cree?

– ¿Usted no?

Sawyer se encogió de hombros y acabó la cerveza.

– La tía se larga después del funeral del marido -dijo Gamble-. Hardy me ha dicho que intentó darles a ustedes esquinazo. La siguieron hasta Nueva Orleans. Actuó de manera sospechosa y regresó inmediatamente después de recibir una llamada telefónica. Hardy dijo que ustedes creen que alguien entró en la casa mientras ella les alejaba del rastro. Por cierto, estuvo usted muy brillante al dejar que eso sucediera.

– Tendré que tener más cuidado con lo que le diga a Frank en el futuro.

– Le pago un montón de dinero. Más le vale mantenerme informado.

– Estoy seguro de que se gana cada centavo.

– ¡Sí, centavos! Qué gracioso.

Sawyer miró a Gamble de soslayo.

– Pese a todo lo que hace por usted, no parece respetar mucho a Frank.

– Lo crea o no, soy muy exigente.

– Frank fue uno de los mejores agentes de toda la historia del FBI.

– Tengo poca memoria para el trabajo bien hecho. Tienen que demostrarme continuamente que son buenos. -La sonrisa de Gamble se convirtió en una expresión furiosa-. Por otro lado, jamás olvido las pifias.

Una vez más se centraron en el juego hasta que habló Sawyer.

– ¿Alguna vez le ha estropeado algo Quentin Rowe?

Gamble pareció sorprendido por la pregunta.

– ¿A qué viene eso?

– Porque el tipo es su gallina de los huevos de oro y por lo que comentan usted lo trata como basura.

– ¿Quién dice que es mi gallina de los huevos de oro?

– ¿Insinúa que no lo es? -Sawyer cruzó los brazos.

Gamble demoró la respuesta. Observó por unos instantes el contenido de la copa.

– He tenido muchas gallinas de ésas en mi carrera. No se llega donde estoy con un solo caballo.

– Pero Rowe es valioso para usted.

– Si no lo fuera, no me serviría su compañía.

– Así que lo tolera.

– Mientras entre dinero.

– Qué suerte la suya.

En el rostro de Gamble apareció una expresión feroz.

– Cogí a un gilipollas soñador que era incapaz de ganar un centavo por su cuenta y lo convertí en el treintañero más rico del país. Ahora, dígame, ¿quién es el afortunado?

– No pretendo quitarle méritos, Gamble. Usted persiguió un sueño y lo hizo realidad. Supongo que ésa es la idea de este país.

– Lo tomaré como un cumplido viniendo de su parte. -Gamble volvió a mirar el partido de baloncesto.

Sawyer se puso de pie y aplastó la lata de cerveza entre los dedos.

– ¿Qué hace? -le preguntó Gamble.

– Me voy a casa. Ha sido un largo día. -Sostuvo en alto la lata aplastada-. Gracias por la cerveza.

– Le diré al chófer que lo lleve. Yo me quedaré aquí un rato.

Sawyer echó una ojeada al lujoso palco.

– Creo que por hoy ya he tenido una ración más que suficiente de vida aristocrática. Cogeré el autobús. Pero gracias por la invitación.

– Sí, yo también he disfrutado con la compañía -replicó Gamble con un tono cargado de sarcasmo.

El agente ya subía las escaleras cuando el «¡Eh, Sawyer!» del millonario le hizo volverse. Gamble le miró por unos instantes y después exhaló un fuerte suspiro.

– Se le ve el plumero, ¿vale?

– Vale -contestó el agente.

– No siempre he sido millonario. Recuerdo muy bien cuando no tenía ni un centavo y era un don nadie. Quizá por eso soy tan cabrón cuando se trata de negocios. Me da pánico sólo de pensar en volver a la misma situación.

– Disfrute de lo que queda de partido -le contestó, y se marchó mientras Gamble contemplaba la copa, ensimismado.

El agente casi se llevó por delante a Lucas cuando llegó al rellano. Al parecer, el jefe de seguridad se había situado allí para proteger mejor a su jefe y Sawyer se preguntó si habría escuchado algo de la conversación. Lo saludó con una inclinación de cabeza y entró en el bar. Con un movimiento fluido arrojó la lata de cerveza vacía y la encestó en el cubo de la basura. La encargada del bar lo miró con admiración.

– Eh, quizá los Bullets quieran contratarlo.

– Sí, podría ser el chico blanco del equipo -comentó Sawyer. En el momento de salir volvió la cabeza para decirle a Lucas-: Sonríe, Rich.

Capítulo 44

Jeff Fisher miró apenado la pantalla. A su lado, Sidney Archer no sabía qué más podía hacer. Le había dado toda la información personal que recordaba sobre Jason con el fin de descubrir la contraseña adecuada. Pero no había servido de nada. Fisher meneó la cabeza.

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