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– No hace falta adivinar -dijo Liz. Fue hasta la mesa, cogió una cinta métrica y volvió al vehículo. Con la ayuda de Jackson midió el espacio. Liz miró el resultado y frunció el entrecejo al descubrir adonde quería ir a parar Sawyer con su análisis-. Un metro noventa y cinco desde el centro de un asiento al otro.

– Vale. Si nos basamos en la ausencia de residuos en el asiento trasero, Archer y Goldman estaban sentados aquí, con las espaldas bien apoyadas en el respaldo, ¿estás de acuerdo? -Liz y Jackson asintieron-. Muy bien. Entonces ¿es posible que Sidney Archer, si estaba con la espalda apoyada en el respaldo, pudiera producir una herida de contacto en la sien derecha de Brophy?

– No, a menos que los brazos le lleguen hasta el suelo cuando camina.

– ¿No podría ser que Brophy se inclinara hacia delante, muy cerca, y ella sacara y le disparase? -le preguntó Sawyer a Liz-. Digamos que el cuerpo cayó sobre ella, pero ella lo aparta y el tipo acaba en el suelo. ¿Es factible que ocurriera así?

– Si él estaba inclinado hacia delante -contestó Liz después de pensar unos instantes- hasta casi caerse del asiento y teniendo en cuenta la separación entre los dos asientos, el tirador tendría que haber hecho lo mismo. Digamos que tendrían que haberse encontrado en el medio para que fuera posible la herida de contacto. Pero si el tirador está inclinado hacia delante las trayectorias de dispersión hubieran sido diferentes. La espalda del tirador no apoyada en el respaldo. Incluso si el cuerpo de Archer recibió la mayor parte de los residuos, sería muy poco probable que algunos no hubiesen acabado en el asiento detrás de ella. Para que ella permaneciera apoyada en el respaldo cuando disparó, Brophy casi tendría que haber estado sentado en su falda. Eso no parece muy lógico ¿verdad?

– Efectivamente. Hablemos ahora de la herida de Goldman. Ella está sentada al lado izquierdo de Goldman, ¿vale? ¿No crees que entonces el orificio de entrada tendría que estar en la sien derecha y no en el medio de la frente?

– Él podría haberse vuelto para mirarla… -comenzó a decir Liz, pero se interrumpió-. No es posible, porque entonces las trayectorias de dispersión no tendrían sentido. Está claro que Goldman miraba hacia delante cuando le alcanzó la bala. Pero podría ser posible, Lee.

– ¿De veras? -Sawyer acercó una silla, se sentó, sostuvo un arma imaginaria en la mano derecha, movió el brazo y apuntó hacia atrás como si fuera a disparar en la frente a alguien sentado a su izquierda mientras la persona miraba al frente-. Bastante incómodo, ¿no?

– Mucho -asintió Jackson.

– Y la cosa se complica todavía más, muchachos. Sidney Archer es zurda. ¿Lo recuerdas, Ray? Sostenía la taza de café con la izquierda, la vimos empuñar la pistola con la izquierda. Zurda. -Sawyer repitió la actuación, pero esta vez sosteniendo el arma imaginaria con la izquierda. Tuvo que contorsionar el cuerpo hasta una posición ridícula.

– Es imposible -señaló Jackson-. Tendría que haberse dado la vuelta y mirarlo de frente para producirle una herida como ésa. Hizo eso o bien se descoyuntó el brazo. Nadie podría disparar una pistola de esa manera.

– Por lo tanto, si Archer es la tiradora, tuvo que matar al chófer en el asiento delantero, saltar al asiento trasero, liquidar a Brophy, algo que ya hemos demostrado que no hizo, y después, aparentemente, disparar contra Goldman utilizando un ángulo de tiro antinatural, de hecho imposible. -Sawyer se levantó de la silla y meneó la cabeza.

– Tus objeciones no están mal, Lee, pero no se pueden negar las pruebas que ratifican la presencia de Archer en la escena del crimen -dijo Liz.

– Estar en la escena del crimen y ser la autora de los crímenes son dos cosas muy distintas, Liz -replicó Sawyer con un tono brusco. Liz pareció dolida por el reproche del agente. Sawyer le formuló una última pregunta en el momento en que salían del laboratorio-: ¿Ya tienes el resultado de las pruebas de residuos de pólvora?

– No sé si recuerdas que el laboratorio de armas de fuego ya no hace pruebas de residuos de pólvora, porque los resultados no aportaban nada importante. Sin embargo, como tú pediste las pruebas, nadie protestó. Si me das un minuto, Sawyer, les preguntaré. -Esta vez, Liz empleó un tono frío pero Sawyer no pareció darse cuenta mientras miraba el suelo con aire malhumorado.

Liz se acercó a su mesa y cogió el teléfono. Por su parte, Sawyer miró la limusina como si quisiera hacerla desaparecer. Jackson observó a su compañero, preocupado.

– El resultado es negativo -le informó Liz a Sawyer-. Ninguna de las víctimas disparó un arma o tuvo en la mano un arma disparada en las seis horas anteriores a la muerte.

– ¿Estás segura? ¿No hay error posible? -preguntó Sawyer con el entrecejo fruncido.

El rostro de Liz mostró una expresión agria.

– Mi gente conoce su oficio, Lee. La prueba de residuos de pólvora es algo sencillo, aunque ya no lo hacemos porque un resultado positivo no siempre es acertado; hay demasiadas sustancias que en la práctica pueden dar un positivo falso. Sin embargo, la pistola tuvo que producir una cantidad de residuos bastante elevada, y el resultado fue negativo. Creo que podemos aceptarlo como bueno. Claro que podían llevar guantes.

– Ninguno de los muertos llevaba guantes -señaló Jackson.

– En efecto -asintió Liz, que miró a Sawyer, triunfante.

– ¿Encontraron más huellas en la pistola? -preguntó Sawyer sin hacer caso del tono.

– Una huella parcial de un pulgar. Correspondía a Parker, el chófer.

– ¿Nada más? -insistió Sawyer-. ¿Estás segura?

Liz permaneció en silencio. Su expresión era respuesta suficiente.

– Vale, así que la huella de Parker estaba borrosa. ¿Qué pasa con las de Archer? ¿Eran claras?

– Que yo recuerde, eran bastante claras. Aunque había algunas manchadas. Me refiero a la culata, el gatillo y el seguro. Las huellas en el cañón eran muy claras.

– ¿En el cañón? -Sawyer lo dijo casi para sí mismo. Miró a Liz-. ¿Ya tenemos el informe de balística? Me interesan mucho las trayectorias.

– En estos momentos están haciendo las autopsias. No tardaremos en tener los resultados. Les pedí que me avisaran. Seguramente te llamarán a ti primero, pero si no lo hacen te llamaré en cuanto los reciba. Supongo que querrás cerciorarte de que no han cometido ningún error -añadió Liz con un tono de sarcasmo.

– Gracias, Liz. Me has ayudado mucho.

El tono sarcástico del agente no pasó inadvertido para Liz y Jackson. Ensimismado, con los hombros caídos, Sawyer se alejó lentamente.

Jackson se quedó un momento más con Liz. La técnica se volvió hacia el agente.

– ¿Qué coño le pasa, Ray? Nunca me había tratado de esta manera.

Jackson permaneció en silencio hasta que por fin encogió los hombros.

– Pues la verdad, Liz, no sé qué contestarte -dijo, y siguió a su compañero.

Capítulo 51

Jackson entró en el coche y miró a su compañero. Sawyer estaba sentado en el asiento del conductor con las manos sobre el volante y la mirada perdida. Jackson miró la hora.

– Oye, Lee, ¿qué tal si vamos a comer? -Al ver que Sawyer no le respondía, añadió-: Invita la casa. No rechaces esta oferta. Podría no volver a repetirse en toda tu vida. -Jackson puso una mano sobre el hombro de su compañero y le dio un apretón amistoso.

Por fin, Sawyer le miró. Por un momento esbozó una sonrisa que desapareció casi en el acto.

– ¿Con que pretendes que te lleve a comer? Crees que esta vez la he jodido, ¿no es así, Raymond?

– Sólo me preocupo de que no estés delgaducho -replicó Jackson.

Sawyer soltó una carcajada y arrancó.

Jackson comía con apetito mientras Sawyer se limitaba a beber un trago de café de vez en cuando. El restaurante quedaba cerca de las oficinas centrales del FBI y la mayor parte de la concurrencia pertenecía a la institución. La pareja fue saludada por muchos colegas que comían un bocado antes de regresar a sus casas, o se preparaban para entrar de servicio.

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