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– Perfectamente.

La acción rápida era la versión del FBI del trabajo de campo, y Sawyer la había empleado con éxito en el pasado. La premisa de la acción rápida era crear algo parecido a una cámara de compensación electrónica para las informaciones, pistas y denuncias anónimas involucradas en una investigación que de otra manera estarían desordenadas y confundidas. Con una investigación integrada y con un acceso a la información casi en tiempo real, las posibilidades de éxito eran muchísimo mayores.

La acción rápida para el vuelo 3223 había sido albergada en un depósito de tabaco abandonado en las afueras de Standardsville. En lugar de hojas de tabaco apiladas hasta el techo, el edificio acogía ahora la última palabra en ordenadores y equipos de telecomunicación atendidos por docenas de agentes que trabajaban por turnos metiendo información en las gigantescas bases de datos las veinticuatro horas del día.

– Necesitamos de todos los milagros que podamos conseguir. E incluso eso no será suficiente. -Sawyer permaneció en silencio por un momento y después añadió-: ¡A trabajar!

Capítulo 24

– ¿Quentin? -exclamó Sidney, sorprendida al abrir la puerta de su casa.

Quentin Rowe le devolvió la mirada a través de las gafas con los cristales ovalados.

– ¿Puedo pasar?

Los padres de Sidney habían ido a hacer la compra. Mientras Sidney y Quentin iban hacia la sala, una Amy somnolienta apareció en el vestíbulo con su osito de peluche.

– Hola, Amy -dijo Rowe. Se arrodilló y le tendió la mano, pero la niñita se apartó. El sonrió-. Yo también era tímido cuando tenía tu edad. -Miró a Sidney-. Quizá por eso me dediqué a la informática. Los ordenadores no te contestan ni quieren tocarte. -Hizo una pausa, al parecer abstraído. Entonces volvió a la realidad y miró otra vez a la mujer-. ¿Tienes tiempo para hablar? -Al ver que Sidney vacilaba, añadió-: Por favor.

– Déjame que lleve a esta jovencita a dormir la siesta. Enseguida vuelvo. -Sidney cogió a su hija en brazos y salió.

Mientras ella estaba ausente, Rowe se paseó por la habitación. Contempló las numerosas fotos de la familia Archer colgadas en las paredes y encima de las mesas. Se volvió cuando Sidney regresó a la sala.

– Tienes una niña preciosa.

– Es un tesoro. Un auténtico tesoro.

– Sobre todo ahora, ¿verdad?

Sidney asintió.

– Yo perdí a mis padres en un accidente de aviación cuando tenía catorce años -dijo Rowe sin desviar la mirada.

– Oh, Quentin.

– Ha pasado mucho tiempo -replicó él y encogió los hombros-. Pero creo estar en condiciones de comprender lo que sientes mejor que nadie. Yo era hijo único. No tenía a nadie más.

– Supongo que en ese sentido soy afortunada.

– Lo eres, Sidney, nunca lo olvides.

– ¿Quieres beber alguna cosa?

– Té, si tienes.

Unos minutos después estaban sentados en el sofá de la sala. Rowe aguantó el platillo sobre la rodilla mientras bebía el té a sorbos. Dejó la taza y miró a Sidney. Era obvio que se sentía incómodo.

– Ante todo -dijo-, quiero disculparme.

– Quentin…

Él levantó una mano para hacerla callar.

– Sé lo que vas a decir, pero me pasé de la raya. Las cosas que dije, la manera como te traté. Algunas veces no pienso antes de hablar. De hecho, es lo que hago demasiado a menudo. No me sé presentar. Sé que parezco un tipo extraño e insensible, pero en realidad no lo soy.

– Lo sé, Quentin. Siempre hemos tenido una buena relación. Todos en Tritón dicen maravillas de ti. Sé que Jason lo hacía. Si te hace sentir mejor, te diré que me resulta mucho más fácil tratar contigo que con Nathan Gamble.

– Tú y el resto del mundo -se apresuró a decir Rowe-. Aclarado esto, sólo me queda decir que estoy sometido a una gran presión. Ya sabes, la desconfianza de Gamble ante el acuerdo con CyberCom y la posibilidad de perderlo todo.

– Yo creo que Nathan sabe lo que está en juego.

Rowe asintió, distraído.

– La segunda cosa que quería comunicarte es mi profunda pena por lo de Jason. No tendría que haber pasado. Jason era probablemente la única persona con la que podía conectar de verdad en la compañía. Tenía tanto talento como yo en el aspecto tecnológico, pero él sabía presentarse, algo, que como te he dicho, no sé hacer.

– A mi juicio lo haces bastante bien.

– ¿De veras? -Rowe se animó en el acto. Después suspiró-. Supongo que al lado de Gamble, la mayoría de la gente parece un florero.

– No te diré que no, pero tampoco te recomendaría que lo imitaras.

– Sé que para los demás debemos parecer una extraña pareja.

– No es fácil criticar el éxito que habéis tenido.

– Eso es -exclamó Rowe con un tono que de pronto sonó amargo-. Todo se mide por el dinero. Cuando comencé, tenía ideas. Unas ideas maravillosas, pero no tenía capital. Entonces apareció Nathan. -Una expresión desagradable apareció en el rostro del joven.

– No es sólo eso, Quentin. Tú tienes visión de futuro. Yo comprendo esa visión aunque sea una novata en cuestiones tecnológicas. Sé que esa visión es lo que impulsa el trato con CyberCom.

– Exacto, Sidney, exacto. -Rowe se golpeó con el puño la palma de la otra mano-. Las apuestas son altísimas. La tecnología de CyberCom es tan superior, tan monumental que es como la aparición de un segundo Graham Bell. -Pareció estremecerse anticipadamente mientras miraba a Sidney-. ¿Te das cuenta de que la única cosa que retiene el potencial ilimitado de Internet es el hecho de que es tan grande que navegar por la red es a menudo un terrible y frustrante ejercicio, incluso para los usuarios más expertos?

– Y con la tecnología de CyberCom ¿cambiará?

– ¡Sí! ¡Sí! ¡Desde luego!

– Debo confesar que si bien llevo meses trabajando en este acuerdo, no tengo claro qué ha descubierto CyberCom. Los abogados casi nunca entramos en estos matices, sobre todo aquellos que no hemos destacado en ciencias, como es mi caso -dijo Sidney, y sonrió.

Rowe se acomodó mejor, con el cuerpo más relajado ahora que la conversación versaba sobre cuestiones técnicas.

– En términos vulgares, CyberCom ha hecho nada menos que crear inteligencia artificial, las lanzaderas inteligentes que te permitirán navegar sin esfuerzos por la multitud de tributarios de Internet y su progenie.

– ¿Inteligencia artificial? Creía que sólo existía en las películas.

– En absoluto. Desde luego, hay varios niveles de inteligencia artificial. Hasta el momento, CyberCom ha desarrollado la más avanzada.

– ¿Cómo funciona?

– Pongamos por caso que quieres disponer de todos los artículos publicados sobre un tema controvertido, y también quieres un sumario de esos artículos, con un listado de los que están a favor y en contra, las razones expuestas, los análisis y todo lo demás que haya por ahí. Ahora bien, si lo intentaras por tus propios medios a través del laberinto en que se ha convertido Internet, te llevaría media vida. La abrumadora cantidad de información contenida en Internet es su mayor desventaja. Los seres humanos están mal equipados para enfrentarse a algo en esa escala. Pero si consigues salvar el obstáculo entonces es como si de pronto la superficie de Plutón se llenara de vida con la luz del sol.

– ¿Eso es lo que CyberCom ha conseguido?

– Con CyberCom en nuestro grupo, iniciaremos una red vía satélite que estará coordinada sin solución de continuidad con el software de nuestra licencia de que muy pronto estará instalado en todos los ordenadores de Norteamérica, y después en el mundo. El software es el mejor amigo del usuario que he visto. Le preguntará al usuario cuál es exactamente la información que necesita. Le formulará más preguntas si las considera necesarias. Luego, a través de nuestra red vía satélite, explorará todos los ordenadores que forman el conglomerado que llamamos Internet hasta reunir, en la forma de una figura perfecta, la respuesta a cada una de las preguntas que le has formulado, y a muchas más que no se te habían ocurrido. Lo mejor de todo es que las lanzaderas son como camaleones y se adaptan y comunican con cualquier servidor de la red existente. Esa es otra de las pegas de Internet: la incapacidad del sistema para comunicarse con los demás. Y realizará esta tarea a una velocidad millones de veces más rápida de lo que podría hacerlo una persona. Será como examinar minuciosamente cada gota de agua del Nilo en cuestión de minutos. Incluso más rápido. Por último, las enormes fuentes de conocimiento disponibles y que crecen en progresión geométrica día a día estarán conectadas eficazmente con la única entidad que las necesita de verdad. -Dirigió a Sidney una mirada llena de intención-. La humanidad. Y no se detiene aquí. La red conectada con Internet es sólo una pequeña parte del esquema general. También aumentarán las normas de criptografía a niveles altísimos. Imagínate una respuesta fluida a los intentos de romper las claves de las transmisiones electrónicas. Unas respuestas que no sólo se ajustarán para protegerse del ataque del intruso, sino que lo perseguirán hasta cazarlo. ¿Crees que será popular entre los organismos de seguridad? Esta es la nueva meta de la revolución tecnológica. Dictará la manera de transmitir y utilizar los datos en el siglo venidero. Nos dirá cómo construir, enseñar y pensar. Imagínate ordenadores que no sean sólo unas máquinas estúpidas que reaccionan a las instrucciones tecleadas por los humanos. Piensa en ordenadores que utilizan su enorme potencia intelectual para pensar por su cuenta, para resolver problemas por nosotros de una manera que hoy resulta inimaginable. Convertirá muchísimas cosas en obsoletas, incluida gran parte de la línea de productos de Tritón. Lo cambiará todo. Será lo mismo que hizo el motor de combustión interna con la tracción animal, sólo que más profundo.

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