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»En el ámbito de la investigación científica, un pequeño grupo ha replantado algunas hectáreas de árboles tong. La reproducción del Emmnopterys hemyi funcionó, consiguiéndose una reproducción asexuada. También se cultivan hierbas medicinales salvajes como la perla cabezona, el cuenco de los ríos, la caña pincel, la flor de las siete hojas, la hierba salvavidas (¿es éste realmente su nombre científico?).

»Existe asimismo un grupo de investigación de los animales salvajes, incluido el hombre salvaje. Han sido catalogados el mono de nariz respingona (Rhinopithecus roxellanae), el leopardo, el oso blanco, el gato de algalia, el ciervo, el carnero negro, el musmón, el faisán dorado, la salamandra gigante, así como animales aún desconocidos como los osos porcinos, los lobos de cabeza de asno que se comen a los cochinillos, según dicen los campesinos.

»A partir de 1980, regresaron los animales; el año pasado, se vio batirse a un lobo gris con un mono de nariz respingona, se oyó chillar a otro, y se vio al rey de los monos interceptar el camino al lobo gris. En el mes de marzo, se capturó sobre un árbol a un pequeño mono que murió al negarse a tomar alimento. El suimanga es un pájaro que se alimenta del néctar de las azaleas. Su cuerpo es rojo, tiene una cola como una orquídea y un pico puntiagudo.

»Problema: no todo el mundo entiende por un igual la protección de la naturaleza. Algunos trabajadores están furiosos porque no pueden obtener primas. Si la madera que se entrega es menos abundante, nos lo reprochan en las altas esferas. Los organismos financieros no quieren asignarnos dinero. En el interior de la reserva natural, hay todavía cuatro mil campesinos que plantean problemas. Los mandos y los trabajadores de la reserva natural son un total de veinte. Viven en unos refugios improvisados y no están tranquilos. No ha sido prevista ninguna instalación para ellos. El problema principal es que no se nos ha destinado créditos, hemos cursado numerosas reclamaciones…»

Y todos los mandos se ponen a hablar al mismo tiempo, como si yo pudiera intervenir para conseguirles dinero. Prefiero dejar de tomar notas.

¡No soy un dirigente de escritores ni tampoco un escritor que dirija a sus colegas o un escritor que pueda tomar la palabra con aplomo y dar indicaciones en el mismo momento abarcando el problema en su conjunto, y luego hacer toda una serie de promesas vanas, decir, por ejemplo, que podré hablar de esta cuestión a tal o a cual ministro, señalarla a tal o cual sector de dirección implicado, que lanzaré un gran llamamiento, que alertaré a la opinión pública para movilizar al pueblo entero a fin de que proteja el entorno natural de nuestra nación! Pero yo, que ni siquiera soy capaz de protegerme a mí mismo, ¿qué podría hacer yo? A lo sumo puedo decir que proteger el medio natural es muy importante, que eso afecta a nuestros nietos y a las generaciones venideras, que el Yangtsé se ha vuelto ya como el Huanghe, se acumula en él la arena y que, por si fuera poco, ¡en las Tres Gargantas se quiere construir una gran presa! Pero, por supuesto, no puedo decir tampoco eso y prefiero hacer preguntas sobre el hombre salvaje.

– Ese hombre salvaje -digo- del que se ha hablado en todo el país…

Se lanzan sobre el tema.

– ¡Y hasta qué punto! La Academia de las Ciencias de Pekín ha puesto en marcha varias investigaciones. La primera de ellas en 1967, y posteriormente en 1977 y 1980. Han venido cada vez a investigar. La expedición más importante fue la de 1977: ciento diez hombres en el equipo de prospección, militares en su mayoría, sin contar los mandos y los trabajadores que nosotros mismos enviamos. Estaba incluso el comisario político de una división…

Y reanudan su palabrería.

¿Qué clase de lenguaje debo encontrar para hablar con ellos con el corazón en la mano? Para preguntarles cómo transcurre aquí la vida. A buen seguro, van a seguir hablando del aprovisionamiento material, del precio de los artículos de uso corriente, de sus salarios, cuando mis propias finanzas dejan mucho que desear. Además, ¿es éste realmente un lugar para charlar? Tampoco puedo decirles que el mundo en el que vivimos resulta cada vez más difícil de comprender, que los actos humanos son cada vez más extraños, que los hombres no saben ni siquiera lo que quieren, al tiempo que desean encontrar al hombre salvaje. Pero ¿de qué hablar, si no del hombre salvaje?

Dicen que el año pasado un maestro de escuela lo vio. Era en la misma estación, en el mes de junio o julio, pero no se atrevió a decir una palabra de ello. Únicamente se lo explicó a su mejor amigo rogándole que no lo divulgara. Es cierto que, hace poco tiempo, un escritor publicó La triste historia del hombre salvaje de Shennong en una revista del Hunan, Dongting. La revista llegó hasta aquí, y todo el mundo la leyó. Fue a partir de esto que se inició el movimiento de búsqueda del hombre salvaje que ya se ha extendido hasta Hunan, Jiangxi, Zhejiang, Fujian, Sichuan, Guizhou, Anhui… (¡sólo falta Shanghai!). ¡Se habló de ello por todas partes! En Guangxi se capturó realmente un pequeño hombre salvaje -allí se les denomina los diablos de las montañas-, pero los campesinos creen que traen mala suerte y lo soltaron. (¡Qué lastima!) Luego están también aquellos que han comido carne de hombre salvaje. Di lo que tú quieras, no importa, bueno, por otra parte, el equipo de investigación ha llevado a cabo ya algunas comprobaciones, y obran en su poder unos documentos escritos. ¡Afirman que en 1971, una veintena de personas, entre ellas Zhang Renguan y Wang Liangcan, casi todos ellos trabajadores de nuestra reserva, se comieron en la cantina de la granja de Yangriwan la pantorrilla y el pie de un hombre salvaje! La planta del pie medía en torno a cuarenta centímetros de largo, el dedo gordo era de un grosor de cinco centímetros y tenía diez de largo, el propio pie medía veinte centímetros de grueso y pesaba quince kilos; todos estos documentos están debidamente atestiguados. Cada uno de ellos se comió de él un cuenco lleno hasta arriba. Fue un campesino de Banshui el que lo mató con su fusil y luego vendió una pierna a la cantina de Yangriwan. En 1975, en la carretera que lleva de la comuna popular Qiaoshang a la brigada Yusai, Zeng Xianguo recibió un bofetón de un hombre salvaje pelirrojo, de más de dos metros de alto. Se quedó un largo rato sin sentido en el suelo y no recuperó el habla hasta tres o cuatros días después de su vuelta a casa. Éstos son los informes que realizaron, a partir de testimonios orales, utilizando el método estadístico de análisis comparativo. Zhao Kuidian vio a un hombre salvaje comiendo moras en pleno día. ¿En qué año era? ¿1977 o 1978? Fue unos pocos días antes de la llegada del segundo equipo de investigación de la Academia de las Ciencias. Por supuesto, no hay por qué creérselo todo. Por otra parte, en su equipo de investigación había dos puntos de vista contrapuestos. Pero de dar crédito a lo que dicen los campesinos, el hombre salvaje sería extremadamente perverso. Afirman que persigue a las mujeres, que le gusta ir a divertirse con las chiquillas, que hace tonterías, o bien que es capaz de hablar, que cambia de voz según esté contento o furioso.

– Entre los presentes en esta reunión, ¿hay alguien que haya visto con sus propios ojos al hombre salvaje? -pregunto.

Se ríen todos mientras me miran. Ignoro si esto significa que le han visto, o más bien lo contrario.

Más tarde, un mando me acompaña a la zona central de la reserva natural que ha sido explotada. Su cima está totalmente desnuda. Durante dos años, a partir de 1971, los bosques fueron talados por un regimiento motorizado del ejército. Se decía que el bosque estaba destinado a la defensa nacional. No es hasta dos mil novecientos metros de altitud que puede verse una pradera de semejante belleza. Un mar de verde hierba tierna ondea en medio de la niebla y la lluvia. En su centro se alzan unos bosquecillos de bambúes-flechas totalmente redondos. Me quedo largo rato de pie expuesto al frío, contemplando esta parcela de naturaleza virgen.

Ya dijo Zhuangzi con acierto hace más de dos mil años que la madera útil muere bajo el hacha cuando la madera inútil conoce una gran prosperidad. Ahora el hombre es más devastador que antaño. La teoría de la evolución de Huxley puede ser puesta en entredicho.

Con todo, he visto también en la montaña un osezno en el refugio de madera de una familia. Tenía una cuerda en torno al cuello y se asemejaba a un perrito amarillo. No paraba de trepar entre chillidos a una leñera, incapaz aún de defenderse mordiendo. El amo de casa me ha dicho que lo había recogido en la montaña. No le he preguntado si dio muerte a sus progenitores. Simplemente me parece un osezno adorable. Cuando ve que estoy cautivado por él, me propone llevármelo por veinte yuanes. No tengo ninguna intención de aprender números de circo, y ¿cómo podría proseguir mi viaje con él? Prefiero preservar mi libertad.

He visto también puesta a secar en la puerta de una casa una piel de leopardo que sirve de colchón, ya roída por los gusanos. Los tigres han desaparecido, por supuesto, desde hace más de diez años.

También he visto un ejemplar de mono de nariz respingona, sin duda el que fue capturado sobre un árbol y murió por negarse a tomar alimento. Es cuanto puede hacer un animal salvaje que pierde su libertad y se niega a ser domesticado, pero ello le exige una gran voluntad, y los hombres no siempre tienen tanta.

Y ha sido también delante de la entrada de la oficina de esta reserva natural donde he visto un eslogan nuevo que proclamaba: «¡Aclamemos calurosamente la fundación del Comité del Movimiento de las Personas de Edad!». Creía que iba a ser creado un nuevo movimiento político y le he preguntado enseguida al mando que estaba pegando este eslogan. Él me ha explicado que había llegado de arriba la orden de pegarlo, pero que eso a ellos no les concernía. Únicamente los viejos mandos revolucionarios que hayan alcanzado la sesentena podrán aspirar, como mínimo, a una asignación de cien yuanes por actividades deportivas, pero aquí el mando de más edad no pasa de los cincuenta años, por lo que no recibirá más que un carnet conmemorativo como premio de consolación. Más tarde, he conocido a un joven periodista que me ha contado que el responsable de este Comité de Personas de Edad no era otro que el antiguo secretario del Comité del Partido de la zona. Para celebrar la creación de este comité, ha exigido del gobierno local una suma de un millón de yuanes. Este joven periodista tiene intención de escribir un informe y enviarlo directamente a la comisión de disciplina del Comité Central del Partido. Me ha preguntado si yo tenía algún medio de hacérselo llegar. Comprendo su indignación, pero le he aconsejado que lo enviara por correo, que era más seguro que confiármelo a mí.

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