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Ella dice que ha envejecido, cuando se arregla por la mañana delante del espejo ve sus arrugas que las cremas y los polvos no consiguen eliminar. El espejo le indica a las claras que ha malgastado los mejores años de su vida. Cada mañana al despertar está abatida, amorfa. Si no tuviera que ir al trabajo, se negaría a levantarse, se negaría a ver a gente. Una vez que está allí, se ve obligada a tener contacto con los demás, y entonces comienza a hablar y a reír, se olvida, se reconcilia un poco consigo misma. Tú dices que la comprendes.

No, no puedes comprender, ella dice que tú no puedes comprender el abatimiento de una mujer que descubre que a esta edad no ha conocido aún a nadie que la ame de veras. No es hasta la noche cuando siente un poco de cólera. Le gustaría tener todas sus veladas ocupadas, tener una razón para salir o hacer visitas, no puede soportar la soledad. Quiere darse prisa por vivir, ¿comprendes tú este sentimiento de urgencia? No, no lo comprendes.

Dice que no tiene realmente la sensación de vivir más que cuando va a bailar, cuando su pareja la toca y ella cierra los ojos. Sabe que ningún hombre podrá ya amarla, no puede soportar más el verse escrutada con la mirada, teme las patas de gallo, su tez cada día más estropeada. Sabe que vosotros los hombres, cuando tenéis necesidad de una mujer, os deshacéis en palabras melosas y, una vez satisfechos, os vais detrás de una nueva conquista. Cuando encontráis a una joven y bonita, volvéis a comenzar al punto vuestros requiebros. ¿Qué dura, sin embargo, la juventud de una mujer? Ésta es su suerte. Tú no le diriges palabras de consuelo más que de noche, en la cama, cuando no puedes ver sus arrugas, cuando ella te da placer. ¡Déjame que te siga contando! Dice que sabe que vas a desembarazarte de ella, que todo no es más que un pretexto, que esperas una oportunidad para dejarla. No hables.

Tranquilízate, dice que ella no es de esa clase de mujeres que se enganchan a los hombres y ya no los sueltan, que es capaz aún de encontrar a otro, sabe muy bien arreglárselas totalmente sola para consolarse. Sabe lo que vas a decir, no le hables de que se busque una ocupación, cuando llegue el día en que no tenga más hombres, sabrá perfectamente encontrar lo que se llama una distracción. Pero seguro que no se ocupará de los asuntos ajenos, que no será una alcahueta ni se dedicará a escuchar a alguien desahogando sus sufrimientos. Seguro que tampoco se hará monja, no pongas cara de reírte, pues los templos rebosan hoy en día de muchachas que hacen ver que son unas monjas bonzo ante los extranjeros. Estas monjas que se reclutan en nuestros días llevan todas una vida de familia. Ella es capaz de reflexionar, puede tener un hijo natural, un bastardo, ¡escucha lo que te dice!

¿Serías capaz de darle un hijo? ¿Le dejarías traerlo al mundo? Quiere un vástago tuyo, ¿se lo darías? No te atreves, tienes miedo, tranquilízate, no dirá que es hijo tuyo, no tendrá padre, será el fruto de la vida disoluta de su madre, él no sabrá nunca quién es su padre, tú, ella te conoce como si te hubiera parido, eres capaz de abusar de las jovencitas, pero ¿pueden ellas comprender el amor? ¿Amarte de verdad? ¿Ocuparse de ti como una verdadera esposa? En una mujer hay mucho más que el sexo, una mujer no es un simple instrumento que os permite desfogar vuestro deseo sexual. Una mujer que goce de buena salud tiene por supuesto necesidad de sexo, pero no es suficiente, tiene también necesidad de ser una esposa, de tener una vida de familia. Todas las que conozcas querrán encontrar en ti un sostén, las mujeres tienen necesidad de apoyarse en los hombres, ¿qué hacer, entonces, en tu caso? No es seguro que las mujeres puedan amarte como ella lo hace, como una madre ama a su pequeño; sobre su pecho, no eres más que un niño que inspira pena. Eres insaciable, pero no te vayas a creer que eres fuerte, envejecerás rápido, pronto ya no serás nada. Ve a divertirte con las jovencitas, pero terminarás por volver al lado de ella, volverás a ser suyo, mientras te soporte, ella será indulgente con tus flaquezas, ¿dónde podrías encontrar una mujer como ella?

Está ya vacía, dice que no siente ya nada, que su alegría se ha agotado, no tiene más que un cuerpo hueco, como si fuera una red rota que cae lentamente en un profundo abismo, no se arrepiente de nada, su vida ahora ya ha pasado, así es, ella ha amado también, ha sido amada, el resto es como un vaso de té insípido, que es preciso tirar, siempre la misma soledad, ningún impulso y si queda aún un poco, el justo para responder a las obligaciones, eres tú quien lo has cortado, como los pedazos sangrantes de una serpiente, tu comportamiento es cruel, ella no tiene nada que lamentar, es culpa suya, ¿quien le mandó nacer mujer? No se aventura ya a correr a la calle en plena noche como una loca y llorar tontamente bajo una farola. No se aventura ya a correr bajo la lluvia, vociferando como una histérica, obligando a los coches a frenar en el último momento, con el cuerpo cubierto de sudor frío, no le temerá ya a la muerte en lo alto de un acantilado escarpado, se ha hundido ya a su pesar, como una red estropeada que nadie querrá volver a subir ya a la superficie, los días que le quedan son incoloros, flotará en el viento hasta el momento en que se hunda hasta el mismo fondo y muera resignadamente, ella no es como tú que tanto le temes a la muerte, ella no es tan débil como vosotros, pero antes de esto su corazón estará ya muerto, los sufrimientos que soportan las mujeres son más intensos que los de los hombres, desde el primer día en que fue poseída su carne y su corazón están marchitos, ¿qué más quieres?

¡Si quieres dejarla, déjala! ¡No debes decirle palabras melosas! Esto no la consuela, no es ella quien rechaza el amor. Si quieren hacerte maldades, las mujeres son más malvadas aún que los hombres porque han sufrido más heridas. No queda más remedio que aguantar, ¿cómo podría vengarse? Cuando las mujeres quieren hacerlo… Ella dice que no quiere vengarse de ti, lo único que puede hacer es soportarte, ya ha aguantado mucho, no es como vosotros que gritáis al menor padecimiento, las mujeres son más sensibles que los hombres. No lamenta en absoluto el ser una mujer, las mujeres tienen su amor propio de mujer, sin llegar hasta el orgullo, no lo lamenta, si tuviera que reencarnarse en otro mundo, le gustaría ser una mujer, y volver a pasar por todos los padecimientos que sufren las mujeres, y volver a sentir el sufrimiento del primer parto, la alegría de ser madre por primera vez, la dulzura tras el desgarro, el goce de la primera emoción de virgen, la excitación constante en su punto álgido, el nerviosismo de un cruce de miradas con los hombres, el dolor del desgarramiento que arranca lágrimas, quisiera conocerlo todo una vez más, si tuviera que volver al mundo, acuérdate bien de ella, acuérdate del amor que ella te ha dado, sabe que tú ya no la amas, ella misma se va a ir.

Dice que quiere retirarse sola al desierto, allí donde las nubes negras y la carretera se juntan, al fondo, es allí adonde ella quiere ir, a ese extremo sin límites. La carretera se prolonga sin fin y se eleva allí donde cielo y tierra se juntan, sus pasos no tendrán más que conducirla por esta carretera desierta a la sombra de las nubes. Cuando llegue al final de la infinita carretera, ésta proseguirá aún y ella no dejará de avanzar, con el corazón vacío. Se le ha ocurrido morir, poner fin a sus días, pero para suicidarse hace falta también un poco de entusiasmo e incluso de este entusiasmo carece ella. Cuando un hombre pone fin a su vida, es siempre por alguien o por algo, ella, ahora, ha llegado al punto de que no lo haría ni por nadie ni por nada, y no tiene ya fuerzas para poner fin a su vida, ha sufrido todas las vejaciones y todos los sufrimientos posibles, ahora su corazón está naturalmente insensible.

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