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¿Qué es lo que hay que creer o no creer? En realidad es muy simple, a veces, basta con algunos minutos.

¿En el ascensor?

¿Por qué en el ascensor? Has visto eso en las películas occidentales. Puede hacerse en todas partes, bajo un árbol, en el rincón de una tapia…

¿Con un hombre al que no se conoce de nada?

Es aún mejor, así no se corre el riesgo de sentirte incómoda si te lo vuelves a encontrar.

Tú le preguntas si ella hace eso a menudo.

Sólo cuando tengo ganas.

¿Y cuando no encuentras hombres?

No son difíciles de encontrar. Te siguen a una simple mirada.

Tú dices que, a una simple mirada por su parte, no estás seguro de que la siguieras.

Ella dice que tú tal vez no te atrevieras, pero que algunos sí que se atreven. ¿No es eso lo que quieren los hombres?

Pues bien, te diviertes con los hombres.

¿Por qué sólo los hombres iban a poder divertirse con las mujeres? ¿Qué tiene ello de extraño?

Es tanto como decir que ella se divierte consigo misma.

¿Y por qué no?

¡En este barro!

Luego ella te dice riendo quedamente que te aprecia, pero que no se trata de amor. Y también que debes andarte con cuidado en el caso de que ella se ponga verdaderamente a amarte…

Sería una catástrofe.

¿Para ti o para ella?, pregunta.

Para ti y para ella.

Eres realmente inteligente. Ella dice que le gusta de ti esta inteligencia.

Dices que es una lástima que no sea tu cuerpo.

Ella dice que, de cuerpo, todos los hombres tienen uno. Añade a continuación que no tiene demasiadas ganas de cansarse en la vida y deja escapar un hondo suspiro antes de pedirte que le cuentes una historia alegre.

¿Hablar otra vez del fuego? ¿Ese niño rojo con el culo al aire?

Lo que tú quieras.

Tú dices entonces que ese genio del fuego, Zhurong, el niño rojo, era el dios de esta gran montaña. Al pie del monte Hurí, el templo del genio del fuego fue dejado en estado de abandono, los hombres habían olvidado hacer sacrificios allí, utilizaban el aguardiente y la carne para su uso personal. El dios olvidado por todos montó en cólera y cuando tu bisabuelo…

¿Por qué no continúas?

La noche de su muerte, mientras todo el mundo estaba profundamente dormido, una luz resplandeciente inundó la oscura montaña. Cuando el viento lanzó unas ráfagas de olor a quemado, las gentes comenzaron a ahogarse en pleno sueño y se levantaron a todo correr. A la vista del fuego, se quedaron desconcertados. Por la mañana, la humareda lo había invadido todo, era ya demasiado tarde para partir. Los animales salvajes, presa del pánico, huían delante del fuego; los tigres, los leopardos, los jabalíes, los lobos se refugiaban en confuso desorden en el torrente. Únicamente sus aguas impetuosas impedían al fuego progresar. La multitud concentrada en la orilla para contemplar el incendio vio de repente volar una gran ave roja de nueve cabezas. Echando fuego, con su larga cola dorada desplegada, lanzando un grito semejante a los vagidos de un recién nacido, desapareció en los cielos. Unos árboles seculares gigantescos eran propulsados al aire cual plumas, luego volvían a caer en la hoguera emitiendo grandes crujidos…

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