Sales de la calle y desembocas en una zona de desecamiento cubierta de paja de arroz. Flota en el aire el dulce y almibarado aroma de la paja recién cortada. Al final de la zona de desecamiento se encuentra, efectivamente, un antiguo estrado de teatro enteramente construido en madera. El estrado tiene la altura de un hombre. Hay allí amontonadas unos haces de paja atados. La pandilla de monitos trepa a él escalando una columna y vuelve a caer sobre la zona de desecamiento, dando volteretas sobre los haces de paja. En el escenario abierto a todos los vientos, cuatro grandes pilares sostienen un amplio tejado de ángulos curvos. Bajo el tejado, algunas vigas horizontales debían de servir en otro tiempo para colgar las banderolas, las cuerdas de las linternas, así como las de los números acrobáticos. Las vigas horizontales y verticales han sido pintadas, pero la laca está desconchada.
Aquí se han representado comedias, se han cortado cabezas, se han realizado asambleas, celebrado acontecimientos. También se han arrodillado y prosternado hombres, y, en tiempo de recolección, se amontonaba aquí la paja y los niños trepaban encima a cuál mejor. Entre los que trepaban y descendían de la paja otrora, algunos han envejecido, otros han muertos y no se sabe ya de cierto quiénes se encuentran en los registros familiares. ¿Coincide con el original la genealogía reconstituida de memoria? No existe después de todo una gran diferencia entre los que poseen registros y los que no. Si no se han marchado lejos, deben cultivar todos la tierra para vivir y todo cuanto les queda son los hijos y la paja.
Frente al estrado del teatro, ha sido reconstruido un templo sobre las ruinas del antiguo, pimpante con sus deslumbrantes colores. Sobre la puerta principal escarlata hay pintados dos espíritus guardianes, el uno verde y el otro rojo, blandiendo el sable y el hacha, con los ojos como cascabeles de cobre. En las paredes enjalbegadas hay trazado a pincel: Templo Huaguang restaurado gracias a la contribución de: Tal cien yuanes, Tal ciento veinte yuanes, Tal ciento veinticinco yuanes, Tal cincuenta yuanes, Tal sesenta yuanes, Tal doscientos yuanes…, luego viene la firma y la dedicatoria del calígrafo: Publicado por los representantes de los jóvenes, de los menos jóvenes y de los viejos de Lingyan.
Entras. En el templo, al pie de la estatua del Emperador de la Claridad, una fila de ancianas, todas vestidas con chaqueta y pantalón negros, todas desdentadas, se arrodillan o se levantan por turno y se prosternan delante del altar quemando incienso. El Emperador de la Claridad tiene un ancho rostro reluciente y unas mejillas mofletudas. Es la viva imagen de la felicidad que las volutas del humo del incienso vuelve más benevolente aún sí cabe. En la larga y estrecha mesa colocada enfrente de él hay puestos unos pinceles y unos tinteros como en la oficina de un funcionario civil. Delante de las mesas de ofrenda donde reposan palmatorias y pebeteros, pende una tela roja con una inscripción bordada con sedas multicolores: Proteger el país y ayudar al pueblo. Por encima de las colgaduras y de los doseles, una tablilla horizontal ostenta una inscripción en negro: Revelación divina, y en el borde, una serie de pequeños caracteres: Donación de los letrados y de los habitantes de Lingyan, sin que se sepa exactamente de cuándo data esta antigüedad.
Reconoces que este lugar se llama Lingyan, la Roca del Alma. Así pues, puede haber otros destinos que llevan el nombre de ling, el alma. No te has equivocado poniéndote en camino hacia Lingshan, la Montaña del Alma. Preguntas a las ancianas que te responden con sus desdentadas bocas emitiendo unos silbidos. Ninguna te indica claramente el camino hacia Lingyan.
– Está al lado de esta aldea, ¿no?
– Sí, sí, así es…
– ¿No está lejos de la aldea?
– Sí, sí, así es…
– ¿Hay que torcer, no?
– Sí, sí, así es…
– ¿Quedan todavía dos lis?
– Así es, sí, sí…
– ¿Cinco lis?
– Sí, sí, así es…
– ¿Cinco lis o siete lis?
– Sí, sí, sí…
¿Hay un puente de piedra? ¿No hay ningún puente de piedra? ¿Se va siguiendo el lecho del río? ¿O bien por la carretera? ¿Lleva más tiempo por la carretera? Si lleva más tiempo, ¿el camino resulta más fácil? Si resulta más fácil, ¿se encuentra fácilmente? ¿Lo importante es la sinceridad? ¿Conduce la sinceridad a la precisión? Y la precisión conduce a la Roca del Alma. * Precisión o no, todo es cuestión simplemente de suerte, ¿no es cierto acaso que los que tienen suerte encuentran sin buscar? ¡Uno podría pasarse la vida buscándola sin encontrarla, como toparse con ella por pura casualidad! ¿No es esta Roca del Alma más que un fragmento de dura roca? Si no está bien hablar así, ¿cómo hay que hacerlo, entonces? ¿Está mal hablar así o bien no se puede hacerlo? Eso depende enteramente de ti, ella será como tú la veas, si piensas que es una mujer hermosa, pues será una mujer hermosa, si en tu corazón alimentas malos pensamientos, no verás más que un monstruo.