– Dice que una sesión no sirve de nada.
– ¿Hubiera tenido que comprar más incienso? -inquiero yo.
Mi amiga pregunta entonces a la anciana cuánto dinero tendría que ofrecerle. Veinte yuanes, responde ella. Mentalmente, calculo que eso equivale a invitar a un amigo a un restaurante. Acepto con tanta más razón cuando que es para mí sólo. La anciana reanuda su discusión con la médium y responde:
– Aunque lo hiciera, no resultaría.
– Entonces, ¿no puedo escapar a mi fatídico destino?
La anciana transmite una vez más la pregunta. La médium murmura y la anciana añade:
– Eso depende.
¿De qué depende? ¿De mi devoción?
El arrullo del palomo se reanuda detrás del tragaluz. En mi opinión, ese palomo seguramente ha saltado ya sobre la hembra. Una vez más, no obtendré el perdón.