– La vida es algo admirable -declaró-, un fenómeno absolutamente del azar. Puede calcularse el número de posibilidades existentes en el orden de los cromosomas, pero las oportunidades que se ofrecen a un recién nacido, ¿cabe preverlas?
Era inagotable. Estudiaba para ingeniero genético. Al escribir su tesis de final de carrera, la conclusión a la que había llegado como fruto de sus experiencias no se correspondía con la opinión de su tutor, decano de la Facultad, y, durante una entrevista, contradijo al secretario del comité del Partido de esta misma sección. Una vez licenciado, había sido enviado, por consiguiente, a una granja de los montes Daxing'an a criar ciervos. Más tarde, consiguió un puesto de profesor en una universidad de reciente construcción en Tangshan sólo tras un sinfín de complicaciones. No se esperaba ser «desalojado» de allí y condenado como «lacayo de la mano negra de los contrarrevolucionarios». Luego hubo de padecer todo tipo de tormentos durante cerca de diez años antes que llegaran a la siguiente conclusión: «Falta de pruebas». ¿Quién se hubiera imaginado que sería trasladado diez días antes del gran terremoto de Tangshan, mientras que sus torturadores perecerían todos al derrumbarse su inmueble? Fue por la noche, nadie logró escapar a la muerte.
– ¡Que se los trague la tierra, a cada uno su destino! -dijo.
Y yo debía reflexionar sobre mi forma de vivir, ahora que acababa de nacer a una nueva vida.