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El sargento Rogers se rascó la cabeza. El problema estaba en que nadie sabía dónde encontrar a Jeff Fisher. Llamaron al trabajo, a los amigos y a la familia en Boston. Nadie le había visto en los últimos dos días. El sargento Rogers se llevó otra sorpresa durante la investigación. Fisher había estado detenido en la comisaría de Alexandria acusado de conducción temeraria. Había pagado la fianza y después de comunicarle la fecha del juicio, lo habían dejado en libertad. Aquella había sido la última vez que alguien había visto a Jeff Fisher. Rogers acabó de escribir su informe y se marchó.

Sidney subió las escaleras de dos en dos, entró en el dormitorio y cerró la puerta con llave. Recogió la escopeta que estaba sobre la cama, metió un cartucho en la recámara y se sentó en el suelo en el rincón más alejado, con la escopeta apuntando a la puerta. Lloraba a lágrima viva mientras movía la cabeza en un gesto de incredulidad. Nunca tendría que haber metido a Jeff en este asunto.

Sawyer estaba en su despacho del edificio Hoover cuando le llamó Frank Hardy. El agente le comentó los últimos acontecimientos y sobre todo su conclusión, después de examinar las pruebas del forense, de que Sidney Archer no había matado a Goldman y Brophy.

– ¿Crees que pudo ser Jason Archer? -preguntó Hardy.

– Eso no tiene ningún sentido.

– Tienes razón. Sería correr un riesgo demasiado grande.

– Además me niego a creer que fuera capaz de endosarle los asesinatos a su esposa. -Sawyer hizo una pausa mientras pensaba en la próxima pregunta-. ¿Sabes alguna cosa de RTG?

– Es lo que iba a contarte. El presidente, Alan Porcher, no está disponible para hacer comentarios. Todos se muestran muy sorprendidos. El relaciones públicas de la empresa ha distribuido una nota en la que niega rotundamente cualquier implicación.

– ¿Qué hay de las negociaciones con CyberCom?

– En eso al menos tenemos buenas noticias. Los asesinatos y la presunta vinculación de RTG han hecho que CyberCom acepte encantada la oferta de Tritón Global. Para última hora de esta tarde, han convocado una conferencia de prensa para anunciar el acuerdo. ¿Quieres asistir?

– Quizá. Nathan Gamble debe estar contentísimo.

– Y que lo digas. Dejaré en recepción un par de pases para visitantes por si tú y Jackson queréis venir. Será en las oficinas centrales.

– Creo que nos veremos allí, Frank -contestó Sawyer después de una pausa.

Sawyer y Jackson, con los pases de color amarillo sujetos a la solapa, entraron en la enorme sala que estaba a rebosar.

– Caray, esto debe ser importantísimo -exclamó Jackson mientras contemplaba la multitud de reporteros, industriales, inversores y gente del ramo.

– El dinero siempre lo es, Ray. -Sawyer cogió dos tazas de café del bufé instalado a un lado de la sala y le dio una a su compañero. Sawyer se irguió al máximo para mirar por encima de las cabezas de los presentes.

– ¿Buscáis a alguien? -preguntó Hardy, que apareció en aquel momento.

– Sí, estamos buscando a algún pobre -replicó Jackson, sonriente-. Pero creo que nos hemos equivocado de sitio.

– En eso tienes razón, pero no me negarás que resulta excitante.

Jackson asintió y después señaló a la legión de reporteros.

– ¿Que una compañía compre a otra es una noticia tan importante?

– Ray, es algo más que eso. En este momento, no se me ocurre ninguna otra empresa en Estados Unidos cuyo potencial supere al de CyberCom.

– Pero si CyberCom es tan especial, ¿para qué necesitan a Tritón?

– Con Tritón se unen a un líder mundial y cuentan con los miles de millones de dólares que necesitan para producir, comercializar y expandir su línea de productos. El resultado será que dentro de un par de años, Tritón dominará como lo hacían IBM y General Motors, incluso más. Calculan que el noventa por ciento de la información mundial pasará por los sistemas informáticos creados por el grupo empresarial que se funda ahora.

Sawyer bebió un trago de café mientras meneaba la cabeza.

– Maldita sea, Frank, eso no deja mucho espacio para los demás. ¿Qué pasará con ellos?

Hardy esbozó una sonrisa cuando escuchó la pregunta.

– Verás, esto es el capitalismo. La supervivencia de los más fuertes proviene de la ley de la selva. Seguro que habrás visto los documentales de National Geographic. Los animales que se devoran los unos a los otros, luchan por sobrevivir. No es un espectáculo agradable. -Hardy miró hacia el estrado donde se ultimaban los preparativos-. Está a punto de comenzar, chicos -añadió-. Tengo reservados asientos casi en la primera fila. Vamos.

Hardy los guió entre la muchedumbre hasta un sector acordonado que ocupaba las tres primeras filas junto al estrado. Sawyer miró a los ocupantes de un grupo de sillas ubicadas a la izquierda. Quentin Rowe estaba allí. Hoy iba un poco mejor vestido, pero a pesar de tener centenares de millones en el banco, al parecer no tenía ni una sola corbata. Charlaba muy animado con tres personas vestidos con mucha discreción. Sawyer supuso que eran gente de CyberCom. Hardy pareció adivinarle el pensamiento y le dijo quiénes eran.

– De izquierda a derecha, el presidente ejecutivo, el director financiero y el director de operaciones de CyberCom.

– ¿Y dónde está el gran jefe? -preguntó Sawyer.

Hardy señaló hacia el estrado. Nathan Gamble, vestido con mucha elegancia y una sonrisa de oreja a oreja, subió a la tarima por el lado derecho y se ubicó delante del podio. La multitud se apresuró a ocupar sus asientos y reinó un silencio expectante, como si Moisés acabara de llegar del monte Sinaí con las tablas de la ley. Gamble sacó las hojas de su discurso y comenzó a leerlo con mucho vigor. Sawyer sólo escuchaba alguna frase suelta. Toda su atención estaba puesta en Quentin Rowe. El joven miraba a Gamble con cara de pocos amigos. El tema central del discurso de Gamble era el dinero, los enormes beneficios que se conseguirían con el dominio del mercado. Una estruendosa salva de aplausos rubricó las palabras de Gamble, y Sawyer reconoció que el hombre era un vendedor nato. Entonces Quentin Rowe ocupó su lugar ante el podio. Cuando Gamble pasó a su lado camino de su asiento, intercambiaron una sonrisa que no podía ser más falsa.

Rowe centró sus palabras en el incalculable potencial positivo que las dos compañías ofrecerían al mundo. Ni una sola vez tocó el tema del dinero. Sawyer lo consideró lógico, porque Gamble había agotado el tema. El agente miró a Gamble, que no prestaba la menor atención a las palabras de su socio Estaba muy entretenido charlando con sus colegas de CyberCom. En un momento dado, Rowe advirtió el intercambio y, por un segundo, perdió el hilo del discurso. Sus palabras sólo merecieron un cortés aplauso. Sawyer juzgó que para esta gente el dinero importaba más que el bienestar del mundo.

Después de escuchar las palabras de los ejecutivos de CyberCom, los nuevos socios posaron para el retrato de familia. Sawyer se fijó en que Gamble y Rowe no llegaron a mantener contacto físico en ningún momento. Mantenían a la gente de CyberCom entre ellos. Quizá por eso les entusiasmaba tanto la operación; ahora disponían de una zona neutral.

Los directivos bajaron del estrado para mezclarse con la muchedumbre y de inmediato se vieron asediados a preguntas. Gamble sonreía y saludaba haciendo gala de su mejor humor, seguido por la gente de CyberCom. Sawyer vio que Rowe se separaba del grupo para ir hasta el bufé, donde se sirvió una taza de té que se fue a tomar a un rincón más tranquilo.

Sawyer tiró de la manga de Jackson y los dos agentes fueron hacia donde estaba Rowe. Hardy los dejó para ir a escuchar a Gamble.

– Bonito discurso.

Rowe alzó la mirada y descubrió que tenía delante a Sawyer y Jackson.

– ¿Cómo? Ah, muchas gracias.

– Mi compañero, Ray Jackson.

Rowe y Jackson se saludaron.

Sawyer miró al numeroso grupo que rodeaba a Gamble.

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