Литмир - Электронная Библиотека
A
A

Rowe y Lucas intercambiaron una sonrisa.

– Hasta cierto punto tenemos una oficina sin papeles -contestó Rowe-. Todos los documentos claves se guardan en archivos informáticos.

– Supongo que habrá medidas de seguridad para impedir el acceso a esos archivos, ¿no? ¿Una clave?

– Es mucho más que una clave -afirmó Lucas con un tono condescendiente.

– Sin embargo, Archer consiguió entrar, ¿no? -le replicó Sawyer.

Lucas frunció los labios como quien acaba de morder un limón.

– Sí, lo consiguió. -Rowe se limpió las gafas-. ¿Quiere ver cómo?

Los hombres entraron en el pequeño cuarto atiborrado. Richard Lucas apartó unas cuantas cajas que había junto a una pared mientras Rowe, Hardy y Sawyer le miraban. Nathan Gamble se había quedado en su oficina. En cuanto Lucas acabó de apartar las cajas quedó al descubierto un enchufe. Quentin Rowe se acercó al ordenador y levantó los cables.

– Jason conectó con la red local a través de este punto de trabajo.

– ¿Por qué no usó el ordenador de su despacho?

Rowe comenzó a menear la cabeza antes de que Sawyer acabara la frase.

– Cuando enciende su ordenador -dijo Lucas-, tiene que pasar por una serie de medidas de seguridad. Estas medidas no sólo verifican al usuario, sino que confirman su identidad. Todos los puntos de trabajo tienen un escáner de iris, que graba en vídeo una imagen del iris del usuario. Además, el escáner realiza comprobaciones periódicas del operador para confirmar continuamente la identidad. Si Archer se hubiese levantado de la mesa o alguien se hubiese sentado en su lugar, entonces el sistema se hubiese apagado automáticamente en ese punto de trabajo.

– Lo importante en todo esto es que si Archer hubiese accedido a cualquier archivo desde su propio puesto de trabajo, lo hubiéramos sabido -señaló Rowe.

– ¿Cómo es eso?

– Nuestra red tiene un registro de accesos. La mayoría de sistemas tienen una característica de ese tipo. Si el usuario accede a un archivo, ese acceso queda registrado en el sistema. Al utilizar este punto de trabajo -Quentin señaló el viejo ordenador-, que se supone que no está en la red y no tiene asignado un número en el administrador de la red, evitó ese riesgo. A todos los efectos, éste es un ordenador fantasma en nuestra red. Quizás utilizó el ordenador de su oficina para ubicar determinados archivos sin acceder a ellos. Pudo hacerlo a placer. Le evitaría pasar más tiempo en este lugar, donde podía ser descubierto.

– Espere un momento. Si Archer no utilizó su propio puesto de trabajo para acceder a los archivos porque lo identificaría y, en cambio, utilizó este otro porque no podía, ¿cómo sabe que Archer accedió a los archivos?

– De la forma más sencilla -intervino Hardy, que señaló el teclado-. Recogimos muchísimas huellas dactilares. Todas de Archer.

Sawyer hizo la pregunta más obvia de todas.

– De acuerdo, pero ¿cómo saben ustedes que este punto de trabajo fue utilizado para acceder a los archivos?

El jefe de seguridad se sentó en una de las cajas.

– Durante un tiempo estuvimos recibiendo entradas no autorizadas en el sistema. Aunque Archer no necesitaba pasar por el proceso de identificación para conectarse a través de esta unidad, dejaría un rastro del acceso a los archivos a menos que borrase el rastro antes de salir del sistema. Es posible hacerlo, aunque arriesgado. En realidad, creo que eso fue lo que hizo. Al menos al principio. Después se volvió descuidado. Pero finalmente dimos con el rastro y, aunque nos llevó tiempo, fuimos estrechando el cerco hasta que llegamos aquí.

– Sabes, es irónico -señaló Hardy con los brazos cruzados sobre el pecho-. Inviertes tiempo, esfuerzos y dinero para asegurar la red contra cualquier filtración. Tienes puertas de acero, guardias de seguridad, equipos de vigilancia electrónica, tarjetas inteligentes, lo que tú quieras, Tritón lo tiene. Y sin embargo… -miró al techo-. Y sin embargo, tienes paneles desmontables que dejan al descubierto los cables que conectan toda la red, listos para que cualquiera se conecte. -Meneó la cabeza desconsolado y miró a Lucas-. Te advertí que podía pasar.

– Era de la casa -protestó Lucas, acalorado-. Conocía el sistema y se aprovechó del conocimiento para colarse. -Lucas pensó por un momento con expresión agria-. Y en el proceso derribó a un avión lleno de pasajeros. No olvidemos ese pequeño detalle.

Diez minutos más tarde habían vuelto a la oficina de Gamble. El magnate no les miró cuando entraban. Sawyer se sentó en la misma silla de antes.

– ¿Alguna novedad por lo que respecta a RTG?

El rostro de Gamble se puso rojo como un tomate al escuchar el nombre de su competidor.

– Nadie me roba y se queda tan tranquilo.

– La vinculación de Jason Archer con RTG no ha sido probada. Hasta ahora sólo son conjeturas -replicó Sawyer con voz tranquila.

Gamble alzó la mirada hacia el techo en un gesto teatral.

– ¡Fantástico! Ya se puede ir a saltar la comba para conservar su trabajo, que yo me haré cargo del trabajo duro.

Sawyer cerró la libreta y se levantó cuan alto era. Hardy le imitó, e intentó cogerle por la chaqueta, pero su ex compañero lo detuvo con una mirada gélida que Hardy le había visto en más de una ocasión. El agente se volvió otra vez para mirar a Gamble.

– Diez minutos, Sawyer. A la vista de que no tiene nada más de que informar, me voy a coger mi avión un poco más temprano.

En el momento en que Gamble pasó junto a él, Sawyer le sujetó del brazo y guió al presidente de Tritón hacia la recepción. Sawyer miró a la secretaria.

– Perdónenos un momento, señora.

La mujer vaciló con la mirada puesta en Gamble.

– ¡He dicho perdónenos!

El vozarrón de sargento de Sawyer hizo saltar a la mujer de la silla y salió a toda prisa de la recepción. El agente se volvió hacia el financiero.

– Vamos a aclarar un par de cosas, Gamble. Primero, yo no le doy informes a usted ni a nadie de este lugar. Segundo, a la vista de que al parecer uno de sus empleados conspiró para hacer volar un avión, le haré todas las preguntas que quiera y me importan una mierda sus horarios de viaje. Y si me dice una vez más cuántos minutos me quedan, le arrancaré el maldito reloj de la muñeca y se lo haré tragar. No soy uno de sus criados y nunca, pero nunca más vuelva a hablarme de esa manera. Soy un agente del FBI, y muy bueno. Me han disparado, acuchillado, pateado y mordido algunos hijos de puta que le harían quedar a usted como el mayor mariquita del mundo. Así que si cree que haciéndose el chulo conmigo conseguirá que me mee en los pantalones, nos está haciendo perder el tiempo a todos, incluido usted. Así que ahora vuelva ahí dentro, siéntese y no me toque más los cojones.

Sawyer dedicó dos horas a la entrevista con Gamble y compañía, pasó media hora en la oficina de Jason Archer, prohibió la entrada a la misma y llamó a un equipo de investigadores para que la revisaran a fondo. Sawyer echó un vistazo al ordenador de Jason, pero sin saber que faltaba algo. Lo único que quedaba del micrófono era una pequeña clavija plateada.

El agente caminó hacia el ascensor en compañía de Hardy.

– Lo ves, Frank, te dije que no te preocuparas. Gamble y yo nos llevamos de maravilla.

Hardy soltó una carcajada al escuchar las palabras de su ex compañero.

– Creo que nunca le había visto tan pálido. ¿Qué demonios le dijiste?

– Sólo le dije que me parecía un tipo fantástico. Supongo que se sintió un poco avergonzado de mi franca admiración. -Llegaron al ascensor-. Sabes, no he conseguido mucha información. Toda esta charla sobre Archer como autor del crimen del siglo puede ser muy interesante, pero ahora mismo preferiría tenerlo en una celda.

– Les acabas de dar a estos tipos un repaso de padre y señor mío, y desde luego no estaban acostumbrados a la experiencia. Saben lo que pasó y cómo se hizo, pero todo después de que sucedió.

54
{"b":"106972","o":1}