– Señor Gamble, quizá Quentin y Richard Lucas tendrían que participar en esta entrevista.
– Entonces, quizá tendría que haberlo pensado antes de convocar esta reunión, Hardy. -Gamble apretó un botón de la consola-. Que Rowe y Lucas vengan aquí ahora mismo.
Hardy tocó el hombro de Sawyer para llamar su atención.
– Quentin es el jefe de la división donde trabajaba Archer. Lucas es el jefe de seguridad interna.
– Entonces, tienes razón, Frank. Quiero hablar con los dos.
Unos minutos más tarde, se deslizó el tabique y dos hombres entraron en los dominios privados de Nathan Gamble. Sawyer les echó una ojeada y enseguida descubrió quién era cada uno. La expresión severa, la mirada de reproche que dirigió a Hardy y el pequeño bulto junto a la axila izquierda señalaban a Richard Lucas como el jefe de seguridad de Tritón. El agente calculó que Quentin Rowe tendría unos treinta y tantos años. Rowe sonreía y sus grandes ojos castaños tenían una expresión soñadora. Sawyer decidió que Nathan Gamble no podía haber escogido a un socio más curioso. El grupo se sentó alrededor de una mesa de directorio que ocupaba uno de los rincones de la enorme oficina.
Gamble miró su reloj y después otra vez a Sawyer.
– Le quedan cincuenta minutos y el tiempo sigue corriendo, Sawyer. Espero que me diga algo importante. Sin embargo, siento que me espera una decepción. ¿O me equivoco?
Sawyer se mordió el labio y tensó los músculos, pero se negó a morder el anzuelo. Miró a Lucas.
– ¿Cuándo sospechó por primera vez de Archer?
Lucas se movió incómodo en la silla. Era obvio que el jefe de seguridad se sentía humillado por los últimos acontecimientos.
– La primera prueba definitiva fue el vídeo de Archer haciendo la entrega en Seattle.
– ¿El que consiguió la gente de Frank?
Miró a Lucas para pedirle la confirmación y el gesto del hombre no pudo ser más expresivo.
– Eso, eso. Aunque ya sospechaba de Archer antes de que grabaran el vídeo.
– ¿Ah, sí? -intervino Gamble-. No recuerdo que dijeras nada al respecto. No te pago todo eso dinero para que mantengas la boca cerrada.
Sawyer miró a Lucas. El tipo había dicho demasiado sin tener nada para respaldarlo. Pero el agente estaba obligado a seguir el juego.
– ¿Qué sospechas?
Lucas continuaba mirando a su jefe. La feroz reprimenda todavía resonaba en sus oídos. El jefe de seguridad se volvió para mirar a Sawyer con una mirada opaca.
– Quizá sea más una corazonada que otra cosa. Nada concreto en realidad. Sólo una intuición. A veces, eso es lo más importante, ya sabe.
– Lo sé.
– Trabajaba mucho. A las horas más insólitas. Su registro de horas de uso del ordenador es una lectura muy interesante, se lo aseguro.
– Yo sólo contrato gente dedicada a su trabajo -apuntó Gamble. El ochenta por cien de la gente trabaja entre setenta y cinco a noventa horas a la semana, todas las semanas del año.
– Veo que no saben lo que es estar de brazos cruzados -dijo Sawyer.
– Exijo a mi gente que trabaje duro, pero están bien compensados. Todos los gerentes a partir del nivel superior hasta el nivel ejecutivo de mi compañía son millonarios. Y la mayoría todavía no han cumplido los cuarenta. -Señaló con un gesto a Quentin Rowe-. No le diré cuánto recibió cuando le compré, pero si quisiera adquirir una isla en cualquier parte, construirse una mansión, traer un harén y disfrutar de un reactor privado, puede hacerlo cuándo quiera sin tener que pedir ni un céntimo y todavía le quedará suficiente dinero para mandar a sus biznietos a la universidad en limusina. Desde luego, no espero que un burócrata federal comprenda los matices de la libre empresa. Le quedan cuarenta y siete minutos.
Sawyer se prometió a sí mismo que nunca más dejaría a Gamble que se saliera con la suya.
– ¿Tienes confirmados los detalles de la estafa en el banco? -le preguntó a Hardy.
– Sí. Te pondré en contacto con los agentes que llevan el caso.
Gamble no aguantó más. Descargó un puñetazo sobre la mesa y miró a Sawyer como si fuera él personalmente quien le hubiese estafado el dinero.
– ¡Doscientos cincuenta millones de dólares! -Gamble se estremeció, rabioso.
Se produjo un silencio incómodo que Sawyer fue el primero en romper.
– Tengo entendido que Archer hizo instalar algunas medidas de seguridad adicionales en la puerta de su despacho.
– Así es -contestó Lucas, con el rostro pálido.
– Más tarde quiero echar una ojeada a su oficina. ¿Qué hizo instalar?
Todos los presentes miraron a Lucas. A Sawyer le pareció ver el sudor en las palmas de las manos del jefe de seguridad.
– Hace unos meses pidió que le instalaran un teclado numérico y un sistema de entrada de tarjeta inteligente con una alarma conectada a la puerta.
– ¿Esto era algo poco habitual o necesario? -preguntó Sawyer. No encontraba una razón para más medidas de seguridad, a la vista de la multitud de controles que había que pasar para entrar en el edificio.
– No creo que fueran necesarios. Tenemos el edificio más seguro de toda la industria. -Lucas se encogió un poco al oír el fuerte gruñido de Gamble-. Pero no diría que es poco habitual; hay otras personas que tienen instalados los mismos equipos en las puertas de sus despachos.
– Estoy seguro de que no se le ha pasado por alto, señor Sawyer -intervino Quentin Rowe-, pero todo el personal de Tritón está muy concienciado con el tema de la seguridad. Se le ha machacado hasta el cansancio que la paranoia es la mejor actitud mental cuando se trata de proteger nuestra tecnología. Frank se encarga de visitar todas las secciones y da conferencias a los empleados sobre el tema. Si alguien tiene un problema o está preocupado, puede hablar con Richard, con alguien de su equipo o con Frank. Mis empleados conocen la ilustre carrera de Frank en el FBI. Estoy convencido de que cualquiera con una preocupación al respecto no tendría ninguna duda en acudir a cualquiera de ellos. Hay empleados que lo han hecho en el pasado, y así se han evitado de raíz bastantes problemas.
Sawyer miró a Hardy, que asintió a las palabras de Rowe.
– Pero han tenido problemas para entrar en su despacho después de su desaparición. Ustedes deben tener un sistema para el caso de los empleados que estén de baja, se mueran o renuncien.
– Hay un sistema -manifestó Lucas.
– Al parecer, Jason encontró la manera de saltárselo -señaló Rowe con un leve tono de admiración.
– ¿Cómo?
Rowe miró al jefe de seguridad y después exhaló un suspiro.
– En cumplimiento con las normas de la compañía, el código de cualquier sistema de seguridad individual colocado en las instalaciones debe ser comunicado al jefe de seguridad -le explicó Rowe-. A Rich. Además, todo el personal de seguridad y los gerentes de sección tienen una tarjeta maestra que permite el acceso a todas las oficinas.
– ¿Archer comunicó el código?
– Le dio el código a Rich, pero después programó el teclado de la puerta con un código diferente.
– ¿Y nadie se enteró del cambio? -Sawyer miró incrédulo a Lucas.
– No había ningún motivo para creer que había cambiado el código -dijo Rowe-. Durante las horas de oficina, la puerta de Jason casi siempre estaba abierta. Sólo Jason tenía una razón para estar allí fuera del horario normal
– Muy bien. ¿Cómo consiguió Archer la información que, presuntamente, pasó a RTG? ¿Tenía autorización para acceder a ella?
– Al menos a una parte. -Quentin Rowe se movió inquieto en la silla y se pasó una mano por la coleta-. Jason formaba parte del equipo de compra para este proyecto. Sin embargo, había algunas partes, los niveles más altos de la negociación, a los que no tenía acceso alguno. Sólo eran conocidos por Nathan, yo mismo y otros tres ejecutivos superiores de la compañía. Aparte de los abogados contratados, desde luego.
– ¿Cómo se guardaba la información? ¿Archivadores? ¿Caja fuerte?