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– Western Airlines tiene uno que sale más o menos a la misma hora que el vuelo a Los Ángeles.

Sawyer se levantó y se acercó al televisor. Rebobinó la cinta y congeló la imagen para estudiar a fondo el rostro de Jason Archer. Se volvió hacia su antiguo compañero.

– Sabemos que Archer estaba en la lista de pasajeros del vuelo 3223, pero tú dices que el jefe no sabía nada de este viaje. ¿Cómo se enteraron de que estaba en el avión?

Hardy sirvió más café y después se levantó para ir hasta la ventana. Era obvio que a estos dos hombres les gustaba moverse mientras pensaban.

– La compañía aérea dio con la esposa mientras ella estaba en una reunión de negocios en Nueva York y le comunicó la mala noticia. En dicha reunión había gente de Tritón, incluido el presidente. Se enteraron entonces. La noticia se divulgó de inmediato. Esta cinta sólo la han visto otras dos personas. Nathan Gamble, presidente ejecutivo de Tritón, y Quentin Rowe, el segundo de a bordo.

Sawyer se masajeó el cuello tenso y bebió un trago de café.

– Western confirmó que Archer presentó el billete en el mostrador y recogió la tarjeta de embarque. De no ser así, no habrían avisado a la familia.

– Tú sabes tan bien como yo que cualquiera pudo presentarse con un documento de identidad falso. Probablemente, los billetes estaban pagados. Consignó el equipaje y pasó el control de seguridad. Incluso con las nuevas medidas de seguridad, no necesitas una identificación con foto para subirte a un avión. Sólo las llevan los empleados y los mozos de cuerda.

– Pero alguien subió al avión en el lugar de Archer. La compañía tiene la tarjeta de embarque, y una vez que subes, no te puedes bajar del avión.

– El tipo que lo reemplazó era muy estúpido o un cabrón con mala suerte. Quizá las dos cosas.

– Sí, pero si Archer voló a Seattle, significa que tenía otro billete.

– No pudo aparecer dos veces en el mostrador de embarque para cada vuelo. Tuvo que usar un alias y un documento de identidad falso para el vuelo a Seattle.

– Tienes razón. -Sawyer analizó las posibilidades-. Quizá todo lo que hizo fue cambiar los billetes con el tipo que tomó su lugar.

– Sea cual sea la verdad, desde luego tienes trabajo por delante.

– ¿Alguien habló con la esposa? -preguntó Sawyer.

Hardy abrió una carpeta y consultó unos papeles.

– Nathan Gamble habló con ella, durante unos minutos, dos veces. Quentin Rowe también.

– ¿Y cuál es su historia?

– Primero dijo que no sabía que su marido estaba en el avión.

– ¿Primero? ¿Así que cambió la historia?

– Después le dijo a Nathan Gamble que el marido le había mentido. Le dijo que iba a Los Ángeles para entrevistarse con otra compañía para discutir sobre un nuevo empleo. Pero resultó que no tenía ninguna entrevista.

– ¿Quién lo dijo?

– Sidney Archer. Supongo que llamó a la compañía para decirles que el marido no acudiría a la cita.

– ¿Lo has comprobado? -Hardy asintió-. ¿Has hecho nuevos progresos en tu investigación?

En el rostro de Hardy apareció una expresión casi de dolor.

– Ahora mismo no parece tener mucho sentido. Nathan Gamble está muy disgustado. Paga las cuentas y quiere resultados. Pero lleva tiempo, tú lo sabes. Sin embargo… -Hardy hizo una pausa y contempló la moqueta. Era obvio que se trataba de un hombre al que no le gustaban las cosas poco claras-. De todos modos, según Gamble y Rowe, la señora Archer cree que su marido está muerto.

– Si es que dice la verdad, y ahora mismo para mí es dudoso -exclamó el agente, acalorado.

Hardy lo miró con una expresión burlona. Sawyer se dio cuenta y aflojó los hombros.

– Entre nosotros, Frank, me siento un poco imbécil con este asunto.

– ¿Cómo es eso?

– Estaba seguro de que Arthur Lieberman era el objetivo. Estructuré toda la investigación sobre esa premisa, y descarté las demás posibilidades.

– Todavía estás en los primeros pasos, Lee. No se ha perdido nada. Además, es probable que Lieberman fuera el objetivo, en cierto sentido.

– ¿Qué quieres decir? -preguntó Sawyer, alerta.

– Piénsalo. Tú mismo acabas de contestar a la pregunta.

En el rostro de Sawyer apareció una expresión sombría, cuando de pronto comprendió lo que Hardy acababa de decir.

– ¿Quieres decir que ese tipo, Archer, hizo estallar el avión para que creyéramos que Lieberman era el objetivo? Venga, Frank, eso es estirar demasiado la cuerda.

– Si no hubiésemos tenido la suerte de grabar este vídeo, eso sería exactamente lo que estarías pensando ¿no? Recuerda, hay una única cosa en un accidente aéreo, en particular cuando un avión se estrella contra el suelo casi intacto, como en este caso.

El rostro de Sawyer se volvió color de ceniza mientras reflexionaba.

– No hay cuerpos. Nada que identificar, ningún resto.

– Así es. En cambio, si el avión hubiese estallado en el aire, como ocurre en las explosiones normales, ahora habría un montón de cadáveres para identificar.

Sawyer no salía de su asombro.

– Eso es lo que me traía de cabeza. Si Archer se vendió, recibió la pasta y planeaba largarse, sabía que en algún momento la policía iría a por él.

– Así que para cubrir el rastro -dijo Hardy-, hizo ver que subía a un avión que acabó a diez metros bajo tierra. Si descubren que es un sabotaje, todos creen que Lieberman es el objetivo. Y si no lo descubren, tampoco van a buscar a un tipo muerto. Todo el mundo se olvida de Jason Archer, y final del caso.

– Pero, joder, Frank, ¿por qué no cogió la pasta y se largó sin más? No es tan difícil desaparecer. Y hay otra cosa. El tipo que saboteó el vuelo 3223 acabó cosido a tiros.

– ¿La hora de la muerte le da tiempo a Archer para regresar y asesinarlo? -preguntó Hardy.

– Todavía no tenemos los resultados de la autopsia, pero si me baso en lo que vi del cuerpo, es posible que Archer pudiera llegar a la costa este a tiempo para hacerlo.

Hardy se entretuvo pasando las hojas de la carpeta mientras pensaba en esta nueva información.

– Venga, Frank, ¿cuánto crees que cobró Archer por la información? ¿Suficiente para sobornar al gasolinero que saboteó el avión y para contratar a un pistolero para liquidar al saboteador? ¿Un tipo que hasta hace unos días llevaba una respetable vida familiar? ¿Ahora es un archicriminal que destroza a niños y abuelas en el cielo?

Frank Hardy miró a su viejo amigo con una expresión severa.

– Él personalmente no voló el avión, Lee. Además, no me digas que ahora analizas las conciencias de las personas. Si la memoria no me falla, algunos de los peores asesinos que detuvimos llevaban una vida de angelitos.

– ¿Cuánto? -insistió Sawyer, poco dispuesto a dar el brazo a torcer.

– Archer pudo conseguir varios millones por la información.

– Suena a mucho dinero, pero ¿crees que por esa cantidad un tipo mataría a doscientas personas sólo para cubrir su rastro? ¡De ninguna manera!

– Hay otra cosa en este asunto. Algo que me lleva a creer que Jason Archer es un archicriminal a pesar de las apariencias, o quizá trabaja para una organización de ese tipo.

– ¿Cuál es esa cosa?

De pronto, Hardy pareció sentirse incómodo.

– Falta algún dinero de una de las cuentas de Tritón.

– ¿Dinero? ¿Cuánto dinero?

– ¿Qué te parecen doscientos cincuenta millones de dólares?

Sawyer estuvo a punto de volcar la taza de café.

– ¿Qué?

– Al parecer, Archer no sólo estaba interesado en vender secretos. También estaba en el negocio de desvalijar cuentas bancarias.

– ¿Cómo? Quiero decir, que una compañía tan grande debe tener controles.

– Tritón los tiene, pero esos controles parten de la base de que la información dada por el banco donde está depositado el dinero sea correcta.

– No te entiendo -protestó Sawyer.

Hardy soltó un suspiro y apoyó los codos sobre la mesa, dispuesto a explicar a su amigo la estafa en términos sencillos.

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