– ¿Y entonces apareció Nathan Gamble?
– En realidad era uno de los primeros accionistas que tuvo la compañía, antes de que cotizáramos en bolsa. Nos aportó parte del capital inicial. También nos dio algo más que no teníamos y que necesitábamos con desesperación: credibilidad en Wall Street, en el mercado de capitales. Un sólido respaldo empresarial. La capacidad demostrada para hacer dinero. Cuando mi compañía salió al mercado, él conservó sus acciones. Más tarde, Gamble y yo discutimos el futuro y decidimos que la compañía se retirara de la bolsa.
– ¿Una decisión acertada?
– Desde el punto de vista financiero, una decisión excelente.
– Pero el dinero no lo es todo, ¿no es así, Quentin?
– A veces lo pienso.
Sawyer se apoyó en la pared, cruzó los musculosos brazos sobre el pecho y miró a Rowe.
– La visita es muy interesante, pero supongo que no esto lo único que tenía en mente.
– No. -Rowe metió su tarjeta inteligente en un lector instalado en una puerta y le indicó a Sawyer que pasara. Se sentaron a ambos lados de una pequeña mesa. Rowe guardó silencio durante unos instantes para ordenar sus pensamientos.
– Sabe, si usted me hubiese preguntado antes de que ocurriera todo esto de quién sospechaba que nos estuviera robando, nunca se me hubiera ocurrido mencionar a Jason Archer.
Rowe se quitó las gafas y las limpió con un pañuelo que sacó del bolsillo de la camisa.
– ¿Así que confiaba en él?
– Totalmente.
– ¿Y ahora?
– Ahora creo que estaba equivocado. Me siento traicionado. Es algo que no esperaba
– Comprendo que se sienta así. ¿Cree que alguien más de la compañía pueda estar involucrado?
– Por Dios, espero que no. -Rowe pareció asustado por la pregunta-. Preferiría creer que fue Jason por su cuenta y riesgo o un competidor que trabajaba con él. Para mí tendría mucho más sentido. Además, Jason sabía cómo entrar en los ordenadores del BankTrust. Después de todo, no es muy difícil.
– Parece hablar con experiencia.
– Digamos que tengo una curiosidad insaciable -replicó Rowe con el rostro rojo como un tomate-. Curiosear por las bases de datos era mi pasatiempo favorito cuando estaba en la universidad. Mis compañeros y yo nos divertíamos muchísimo, aunque las autoridades locales protestaron en más de una ocasión. Sin embargo, nunca robamos nada. Incluso he enseñado a técnicos de la policía los métodos para detectar y prevenir los delitos informáticos.
– ¿Algunos de esos técnicos trabajan ahora en el cuerpo de seguridad de la compañía?
– ¿Se refiere a Richard Lucas? No, siempre ha trabajado para Gamble desde hace no sé cuánto tiempo. Es muy bueno en su trabajo, aunque no resulte una compañía agradable. Pero, claro, su trabajo no implica ser agradable.
– Sin embargo, Archer lo engañó.
– Nos engañó a todos. Desde luego, soy el menos indicado para señalar a nadie.
– Ahora que ya ha pasado todo, ¿observó algo en Jason Archer que pareciera sospechoso?
– Muchas cosas parecen distintas en retrospectiva. Lo sé mejor que la mayoría. Lo estuve pensando y sí que Jason pareció demostrar un gran interés en las negociaciones con CyberCom.
– Él trabajaba en el equipo.
– No me refiero sólo a eso. Incluso hacía muchas preguntas sobre partes de las negociaciones en las que no estaba involucrado.
– ¿Qué clase de preguntas?
– Si yo creía que las condiciones eran justas. Si creía que el trato acabaría por formalizarse. Cuál sería su posición cuando se realizara la compra. Ese tipo de cosas.
– ¿Alguna vez le preguntó sobre algún archivo confidencial de las negociaciones que usted tuviera en su poder?
– No, directamente no.
– Por lo que parece, obtenía todo lo que necesitaba del sistema informático, ¿no?
– Es lo que parece.
Los dos hombres permanecieron en silencio durante unos instantes.
– ¿Tiene alguna sospecha sobre el lugar donde podría estar?
– Fui a visitar a su esposa, Sidney -respondió Rowe.
– Nos conocemos.
– Resulta difícil de creer que un buen día se levantara para dejar a su familia de esa manera. También tiene una hija. Una niña preciosa.
– Quizá no pensaba dejarlas.
Rowe le miró intrigado.
– ¿Qué quiere decir?
– Que quizá pretende venir a buscarlas.
– Es un fugitivo de la justicia. ¿Por qué iba a volver? Además, Sidney no se iría con él.
– ¿Por qué no?
– Porque él es un criminal, y ella es abogada.
– Quizá le sorprenda, Quentin, pero algunos abogados no son honestos.
– ¿Está diciendo… sospecha que Sidney Archer está involucrada en todo este asunto?
– Lo que digo es que no la descarto a ella ni a nadie como presunto sospechoso. Ella es abogada de Tritón. Trabaja en las negociaciones con CyberCom. A mí me parece una posición perfecta para robar secretos y venderlos a RTG. ¿Quién demonios lo sabe? Es algo que pretendo descubrir.
Rowe volvió a colocarse las gafas y se frotó las manos, nervioso.
– Resulta muy difícil creer que Sidney pueda estar involucrada. -El tono de Rowe desmentía la convicción de sus palabras.
– Quentin, ¿quiere decirme algo más? -preguntó el agente, que miró al joven con mucha atención-. ¿Quizás algo sobre Sidney Archer?
Rowe acabó por exhalar un suspiro y se decidió a mirar al agente.
– Estoy convencido de que Sidney estuvo en la oficina de su marido después del atentado contra el avión.
– ¿Qué pruebas tiene?
– La noche anterior al supuesto viaje de Jason a Los Ángeles, él y yo estuvimos trabajando en un proyecto hasta tarde en su oficina. Salimos juntos. Él cerró la puerta. La oficina permaneció cerrada desde aquel momento hasta que vinieron los técnicos de la empresa instaladora para desactivar la alarma y quitar la puerta.
– ¿Y?
– Cuando entramos en la oficina, advertí de inmediato que el micrófono del ordenador de Jason estaba casi doblado en dos. Como si alguien le hubiese dado un golpe y después intentara arreglarlo.
– ¿Y por qué cree que fue Sidney Archer? Quizá Jason regresó más tarde aquella misma noche.
– Si lo hubiese hecho estaría registrado por partida doble: el sistema de vigilancia electrónica y el guardia de seguridad en el piso. -Rowe hizo una pausa mientras recordaba la noche de la visita de Sidney. Por fin, levantó las manos en un gesto muy expresivo-. No sé cómo explicarlo. Ella estaba husmeando. Me dijo que no había entrado en la zona de acceso restringido, y sin embargo, estoy seguro de lo contrario. Creo que el guardia mintió para favorecerla. Y Sidney me contó una historia sobre que había quedado con la secretaria de Jason para que le devolviera algunos objetos personales de su marido.
– ¿No le pareció plausible?
– Me lo hubiese parecido, pero le pregunté a Kay Vincent si había hablado con Sidney, y me respondió que había hablado con ella, desde su casa, la misma noche en que Sidney fue a la oficina. Sabía que Kay no estaba allí.
Sawyer se balanceó en la silla atento a las palabras de Rowe.
– Hace falta una tarjeta inteligente especial incluso para comenzar el proceso de desactivación en la puerta de la oficina -añadió Quentin-. Además, hay que saber la contraseña de cuatro dígitos porque si no la alarma se dispara. Eso fue lo que ocurrió cuando intentamos entrar en la oficina. Entonces descubrimos que Jason había cambiado la contraseña. Incluso consideré la posibilidad de intentarlo la noche que apareció Sidney, pero sabía que era inútil. Tenía una tarjeta maestra, pero sin la contraseña, la alarma se hubiese disparado de todas maneras. -Hizo una pausa para coger aliento-. Sidney pudo tener acceso a la tarjeta inteligente de Jason y quizás él le comunicó la contraseña. Me parece imposible decir esto: ella está complicada en algo, pero no sé en qué.
– Acabo de estar en la oficina de Archer y no vi ningún micrófono. ¿Cómo era?
– De unos doce centímetros de largo, del grosor de un lápiz, con el micro en un extremo. Estaba montado en la parte inferior izquierda de la unidad central. Es para las órdenes activadas con la voz. Acabarán por sustituir al teclado. Es una bendición para las personas que no saben teclear.