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– Estupendo, ahora resulta que se presenta como benefactor a partir de su propio trabajo sucio. ¿Cree que el dinero es la respuesta a todo?

Gamble exhaló una nubecilla de humo.

– Le sorprendería comprobar con qué frecuencia lo es. Y lo cierto es que yo no tenía que hacer nada por esas familias. Las cosas son como le dije a su amigo Wharton. Cuando voy detrás de alguien que me ha jodido, no me importa quién se interpone en mi camino. Mala suerte si lo hace.

La expresión del rostro de Sidney se endureció repentinamente.

– ¿Como Jason? ¿Dónde está? ¿Dónde está mi esposo, hijo de puta?

Gritó las palabras de un modo descontrolado, furiosa, y se habría lanzado contra Gamble si sus hombres no la hubieran sujetado. Gamble se situó directamente delante de ella y su puño se estrelló contra la mandíbula de Sidney.

– ¡Cierre el pico!

Sidney, que se recuperó rápidamente, se liberó un brazo de un tirón y arañó la cara de Gamble con sus uñas. Asombrado, el hombre retrocedió, llevándose una mano a la piel desgarrada.

– ¡Maldita sea! -gritó.

Gamble se apretó un pañuelo contra la cara, mirándola con furia. Sidney le devolvió la mirada. Le temblaba todo el cuerpo a causa de toda la furia que sentía, más de la que había sentido en toda su vida. Finalmente, Gamble le hizo una seña a Lucas, que abandonó la estancia por un momento. Cuando regresó, no llegó solo.

Instintivamente, Sidney retrocedió al ver entrar en la habitación a Kenneth Scales. El hombre miró a Sidney Archer con unos ojos que despedían un odio intenso. Ella se volvió a mirar a Gamble, que bajó la mirada y suspiró, mientras se volvía a guardar el pañuelo en el bolsillo y se tocaba la cara con cuidado.

– Supongo que me lo merecía. Ya sabe que no tenía intención de matarla, pero usted no pudo dejar las cosas como estaban, ¿verdad? -Se pasó una mano por el cabello-. No se preocupe por su hija. Crearé un gran fondo para ella. Debería estarme agradecida por haber pensado en todo.

Le hizo un gesto a Scales para que se adelantara.

– ¿De veras? -le gritó Sidney-. ¿Pensó también que si yo podía descubrirlo, también se le podía haber ocurrido a Sawyer? -Gamble la miró fijamente-. Como por ejemplo el hecho de que chantajease a Arthur Lieberman al conectarlo con Steven Page. Pero cuando Lieberman estaba a punto de ser nombrado para el cargo en la Reserva, Page contrajo el sida y amenazó con hacerlo saltar todo por los aires. ¿Y qué hizo entonces? Lo mismo que le hizo a Lieberman. Ordenó que asesinaran a Page.

La respuesta de Gamble la dejó asombrada.

– ¿Por qué demonios tendría que haber ordenado su muerte? Trabajaba para mí.

– Está diciendo la verdad, Sidney.

Ella giró la cabeza bruscamente y miró hacia el lugar de donde procedía la voz. Quentin Rowe entró en la habitación. Gamble lo miró fijamente, con los ojos muy abiertos.

– ¿Cómo demonios has logrado entrar aquí?

Rowe apenas se dignó mirarlo.

– Supongo que olvidabas que dispongo de mi propia suite privada en el avión de la empresa. Además, me gusta comprobar que los proyectos se llevan a cabo, hasta su terminación.

– ¿Dice ella la verdad? ¿Hiciste asesinar a tu propio amante?

– Eso es algo que a ti no te importa -contestó Rowe, que lo miró con calma.

– Se trata de mi empresa. Todo lo que le afecte me importa.

– ¿De tu empresa? No lo creo. Ahora que tenemos a CyberCom, ya no te necesito. Mi pesadilla ha terminado por fin.

El rostro de Gamble enrojeció. Le hizo una seña a Richard Lucas.

– Creo que necesitamos enseñarle a este imbécil algo de respeto hacia su superior. -Richard Lucas extrajo su arma, pero Gamble negó con un gesto de la cabeza-. Sólo vapuléalo un poco -dijo, con mirada maliciosamente brillante.

Pero el brillo se apagó rápidamente cuando Lucas hizo girar la pistola hacia su dirección y el puro se le cayó de la boca al jefe de la Tritón.

– ¡Qué demonios es esto! Traidor, hijo de puta…

– ¡Cállate! -le rugió Lucas-. Cierra el pico o te vuelo los sesos ahora mismo. Te juro que lo hago.

La mirada de Lucas se fijó intensamente en el rostro de Gamble y éste se apresuró a cerrar la boca.

– ¿Por qué, Quentin? -Las palabras parecieron flotar suavemente a través de la estancia-. ¿Por qué?

Rowe se volvió y se encontró con la mirada de Sidney fija en él. Respiró profundamente.

– Cuando compró mi empresa, Gamble redactó los documentos legales de tal modo que técnicamente controlaba mis ideas, todo. En esencia, me poseyó también a mí. -Por un momento, miró al ahora dócil Gamble, con una expresión de asco apenas disimulada. Luego se volvió a mirar a Sidney y adivinó sus pensamientos-. Sí, ya sé, la pareja más extraña del mundo.

Se sentó ante la mesa, delante del ordenador y miró fijamente la pantalla mientras seguía hablando. La cercanía del equipo de alta tecnología parecía tranquilizar aún más a Quentin Rowe.

– Pero, entonces, Gamble perdió todo su dinero. Mi empresa no iba a ninguna parte. Le rogué que me permitiera librarme del trato acordado entre nosotros, pero dijo que me perseguiría ante los tribunales durante años si me atrevía a nacerlo. No sabía qué hacer. Entonces, Steven conoció a Lieberman y se concibió el complot.

– Pero tú hiciste matar a Page. ¿Por qué? -Rowe no contestó-. ¿Intentaste descubrir quién le transmitió el sida? -Robert seguía sin contestar. Unas lágrimas cayeron sobre el teclado-. ¿Quentin?

– Yo se lo transmití. ¡Yo lo hice! -explotó Rowe desde su silla. Se levantó, se tambaleó un momento y luego se derrumbó de nuevo sobre el asiento. Continuó hablando con un tono de voz doloroso-: Cuando Steve me dijo que las pruebas dieron positivo, no pude creerlo. Pensamos que podía haber sido Lieberman. Conseguimos una copia de su expediente médico. Estaba limpio. Fue entonces cuando me sometí a un examen. -Le empezaron a temblar los labios-. Y entonces me dijeron que yo también era seropositivo. Lo único en lo que se me ocurrió pensar fue en una condenada transfusión de sangre que me hicieron cuando tuve un accidente de coche. Comprobé las cosas con el hospital y descubrí que algunos otros pacientes sometidos a cirugía también habían contraído el virus durante el mismo período. Se lo conté todo a Steven. Me importaba mucho. Jamás me había sentido tan culpable en toda mi vida. Creía que él lo comprendería. -Rowe respiró profundamente-. Pero no fue así.

– ¿Amenazó con delatarte? -preguntó Sidney.

– Habíamos llegado demasiado lejos, trabajado demasiado duro. Steven ya no podía pensar con claridad y una noche… -Rowe sacudió la cabeza, sumido en el más completo abatimiento-. Una noche acudió a mi apartamento. Estaba muy bebido. Me dijo lo que iba a hacer. Iba a contarle a todo el mundo lo de Lieberman, el plan de chantaje. Todos iríamos a la cárcel. Le dije que hiciera lo que le pareciera más correcto. -Rowe hizo una nueva pausa, con la voz quebrada-. A menudo le administraba sus dosis diarias de insulina, y tenía una reserva en mi apartamento, porque a él siempre se le olvidaba. -Rowe miró las lágrimas que ahora caían sobre sus manos-. Steven se tumbó en el sofá. Mientras dormía, le inyecté una sobredosis de insulina, lo desperté y lo envié en un taxi a su casa. -Tras una pausa, Rowe añadió con voz serena-: Y murió. Mantuvimos nuestra relación en secreto. La policía ni siquiera me interrogó. -Miró a Sidney-. Lo comprendes, ¿verdad? Tenía que hacerlo. Todo por mis sueños, por mi visión del futuro. -Su tono de voz era casi suplicante. Sidney no le dijo nada. Finalmente, Rowe se levantó y se limpió las lágrimas-. La CyberCom era la última pieza que necesitaba. Pero tuve que pagar un alto precio por ello. Con todos los secretos que había entre nosotros, Gamble y yo estábamos unidos de por vida. -Ahora, Rowe sonrió con una mueca repentina, al tiempo que se volvía a mirar a Gamble-. Afortunadamente, le sobreviviré.

– ¡Eres un hipócrita bastardo!

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