"Visito también los ríos y los lagos famosos, como el Tungt'ing, el Yünmeng, el Chüt'ang, el Wuhsie, ( [60]) el Chüch'ü, el P'engli, el Yangtsé, y el Ch'ient'ang. Estas profundas extensiones de agua son las moradas de peces, dragones, y de espíritus del agua. Cuando está en calma el aire y lisa como un espejo el agua, sabemos que el Dragón Divino duerme pacíficamente con una perla en el pecho. Cuando las luces del agua se funden con el color del cielo bajo una clara luna, sabemos que la Princesa del Rey Dragón y la Señora del Río salen en cortejo lleno de doseles, flautas en mano y vestidas con sus nuevas túnicas de leve gasa, pisando con zapatos bordados las rizadas aguas. Este cortejo continúa un tiempo y luego desaparece. ¡Ah, cuan fresco está todo entonces! O un viento furioso azota el agua y se elevan olas gigantescas, y sabemos que está enfurecido el espíritu de Ch'ihyi ( [61]) ayudado por T'ienwu ( [62]). Entonces la gran tierra se revuelve como un molino y nuestra terrena vivienda se conmueve y rueda como un cedazo, y nos parece ver al Viejo Dragón Chang que se abre paso hasta el cielo llevando en brazos a sus nueve hijos. ¡Ah, cuan magnífico es todo entonces! O si nos place la gentil belleza de mujeres bien vestidas, no hay lugar mejor que el Lado Occidental de Hangchow, donde los sauces bordean las márgenes y las flores de durazno miran a sus imágenes en el agua, y entonces sabemos que la Consorte Imperial Lihua abre su cofrecito de tocador por la mañana. Cuando florecen los abrojos de agua y las flores de loto están frescas y alegres en una límpida mañana y todo se llena de sutil fragancia, sabemos que las bellezas Yichu y Hoteh salen de su baño. Cuando está claro el cíelo y brilla el sol y todo tiene un resplandeciente encanto, y sale la gente por la mañana a sus balcones en las torres bermejas, o pasean por el lago al atardecer en botes con remos pintados, sabemos que está la Reina Yang Kweifei de ánimo sonriente. Cuando penden sobre el lago la bruma y la lluvia y las muchas colinas se envuelven de gris, para cambiar después a los colores más inesperados, también sentimos gran deleite, porque sabemos que Msishih, la Reina del Reino Wu, frunce el ceño."
d) RETORNO A LA HUMANIDAD.
Minglíaotsé camina despaciosamente, después, por los Seis puentes de Hsiling, y sube a T'ienchu y Lingch'iao, donde, tras visitar a algunos sabios ancianos, sale a buscar a la Cigüeña Salvaje Ting en alguna caverna de piedra entre las nubes. Además, existe Ch'aoyin (Poo-too), que es el hogar monástico de Mingliaotsé, y donde se halla situado el templo en honor de la Diosa de la Merced. Mingliaotsé va allí a recoger flores de loto y a mirar al gran mar. ¡Ah, cuan grande es este placer!
Y así, ambulando, más y más lejos, feliz el corazón, Mingliaotsé prosigue siempre despacio, cubriendo una distancia de diez mil li a pie. Y cuando le complace lo que ve o escucha, permanece diez días en un lugar.
En un templo se sienta con las piernas cruzadas y quieto, para dominar los Tres Espíritus Preciosos. Las cinco mil palabras del Taoteking: ¿no es útil y bella esta filosofía? El Cofre Dorado de libros taoístas: ¿se ha perdido ya o todavía se le ha de encontrar? El Libro de Jade de Fusang: ¿preguntará a los vecinos por su paradero? Los Dos Libros de Yin fu: ¿tendrá el secreto ante los ojos? El Supremo Rey guía su mente perceptiva, y el Antiguo Buda dirige su sabiduría espiritual. Y tratando de comprender la ley del universo cambiante no está solo durante su contemplación.
En el templo de Buda está la graciosa aparición de su cuerpo dorado, que irradia una gloriosa aureola. Los cirios están encendidos y el humo del incienso llena el aire de fragancia, y allí se sientan en orden, sobre sus cojines de paja, los taoístas o los monjes, a beber té y comer fruta y hojear los clásicos. Al cabo de un rato, cuando todos están cansados, dominan su respiración y entran en la etapa de la quietud. Mucho tiempo después se levantan y ven que luce la luna detrás de las vistarias, en tanto que el universo yace callado, en silencio. Un acólito hace reverencias, con la cabeza contra el suelo, y un mozo sirviente duerme cerca de la estufa donde se hierve el remedio de las hadas. En este momento, ¿cómo puede permanecer en nuestro ánimo un pensamiento terreno, aunque esté allí?
Cuando sale a campo abierto, ve muros bajos que encierran chozas de barro techadas de paja. Un viento penetrante sopla por la puerta y un sol tibio brilla sobre los bosques. Las vacas y las ovejas vuelven de la colina, y los pájaros hambrientos vuelan ruidosamente en los campos de la llanura. Un viejo labrador con ropas harapientas y cabellos despeinados toma el sol junto a una morera, y una anciana sostiene una vasija de barro llena de agua y sirve una comida de trigo. Cuando son tan tristes el panorama y el ánimo del momento, siente uno también que todo tiene la hermosura de un cuadro. Si un taoísta en viaje considerara ordinarias tales vistas, bien podría dejar de viajar.
Al entrar en una gran ciudad, donde se apeñuscan las multitudes y llena las calles la batahola de carros y caballos, Mingliaotsé sigue su marcha, cantando y observando a la gente: tenderos, carniceros, troveros, adivinos, gente ocupada en discutir, juglares, domadores, jugadores y caballeros. Mingliaotsé mira a todos. Y cuando así lo quiere su espíritu entra en un tienda de vinos y pide algo de vino fuerte con pescado seco y verduras frescas, y con su amigo bebe en una mesa. Entrados así en calor, cantan la cancioncilla Buscando la Planta Inmortal, y miran en torno, supremamente satisfechos de sí mismos. Las gentes de la calle se extrañan al ver a estas dos almas harapientas que se conducen con tal aire de encanto y felicidad, y sospechan que quizá sean espíritus encarnados. Al poco rato, desaparecen de pronto los dos.
En las grandes mansiones, tras altas puertas, duques y príncipes o funcionarios de alto rango se han reunido en un festín de vino. Se sirve la comida en platos de jade, y en torno a la mesa hay mujeres hermosas. Una orquesta toca en el salón y el sonido de las canciones horada las nubes. Un viejo sirviente con un bastón en la mano vigila la puerta. -Mingliaotsé entra a pedir comida. Con sus ojos brillantes, I muy abiertos, y su aire digno, grita a los comensales: "Basta de ruido, y escuchad a un taoísta que canta la canción de Gotas de rocío sobre las flores":
Gotas de roció en las flores
¡Oh, cuánta alegría!
No temáis el viento hiriente,
Mas si el venidero día.
Hacia el este fluye el Río,
Al oeste la Láctea Vía.
Ved labrar el campo donde
La Torre de Bronce yacía.
Mejor es tener ganado
Un día con todo lo preciado
Que un futuro nombre no recordado.
Mientras podáis, ¡vivid la alegría!
Gotas de rocío en las flores,
¡Oh, vedlas brillar!
En tanto duran,de las perlas
A la luz mañanera son el par,
Mientras graves están los montes
Y el viento nocturno parece llorar;
En álamos espectrales ved los buhos,
Sentid lo» zorros aullar.
Ved las hojas de otoño caer,
Y la Acequia Fragante correr,
Y en el Palacio Ch'inien ved el musgo crecer.
¡Oh, vivid la alegría mientras la podáis gozar!
Cuando Mingliaotsé ha terminado esta canción, uno de los invitados parece enfurecerse y dice:
– ¿Quién es este taoísta para interrumpir nuestros placeres en medio del festín? Dadle un trozo de torta de sésamo y echadle.
Mingliaotsé recibe la torta y se marcha. Pero otro invitado llama a quien le atiende y le dice:
– ¡Rápido! ¡Pide a ese taoísta que vuelva!
– Pero estábamos paladeando el vino -dice el primero- y ha venido a arruinar nuestro placer. Por eso le hice echar con un trozo de torta de sésamo. Es lo justo. ¿Para qué queréis que vuelva?