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El surgimiento de la prosa griega ocurrió claramente en la misma clase de ambiente social descansado. La lucidez del pensamiento griego y la claridad del estilo griego de la prosa deben su existencia al arte de la conversación calmosa, como se revela tan claramente en el título mismo de los Diálogos de Platón: En El Banquete vemos un grupo de sabios griegos reclinados en el suelo que conversan alegremente en una atmósfera de vino y de frutas y hermosos donceles. Porque estos hombres habían cultivado el arte de hablar, su pensamiento fue tan lúcido y su estilo tan claro, dando un contraste tan refrescante con la pomposidad y la pedantería de los modernos escritores académicos. Estos griegos habían aprendido evidentemente a manejar con ligereza el tema de la filosofía. La encantadora atmósfera conversacional de los filósofos griegos, su deseo de hablar, el valor que atribuían a una buena charla y la elección de lugar para conversaciones se ven bellamente descritos en la introducción de Fedra. Esto nos da una visión interior del surgimiento de la prosa griega.

La misma República de Platón no comienza, como lo harían algunos de los escritores modernos, con frases como “La civilización humana, vista a través de sus sucesivas etapas de desarrollo, es un movimiento dinámico que va desde la heterogeneidad a la homogeneidad", o alguna otra tontería igualmente incomprensible. Comienza, en cambio, con una frase afable: "Bajé ayer al Pireo, con Glauco, el hijo de Aristo, para rendir mis devociones a la diosa y deseoso de observar, a la vez, en qué forma iban a celebrar el festival, pues estaban por hacerlo por primera vez". El mismo ambiente que encontramos entre los primeros filósofos chinos, cuando el pensamiento era más activo y viril, lo tenemos en el cuadro de los griegos reunidos para discutir el tema de si un gran escritor de tragedias debe ser o no un escritor de comedías también, según lo describe El banquete. Había un ambiente de seriedad y alegría y chispeantes preguntas y respuestas. La gente se burlaba de la capacidad de Sócrates como bebedor, pero allí seguía él, bebiendo o no según le diera en gana, sirviéndose una copa cuando se le antojaba, sin preocuparse por lo demás. Y así habló Sócrates la noche entera hasta que todos los comensales quedaron dormidos, salvo Aristófanes y Agatón. Cuando hubo hecho dormir a todos mientras hablaba, y fue el único que quedó despierto, abandonó el banquete y fue al Liceo para darse un baño matinal, y pasó el día tan fresco como siempre. En este ambiente de amistoso discurrir nació la filosofía griega.

No hay duda que necesitamos la presencia de las mujeres en una conversación culta, para que cobre la necesaria frivolidad, alma de la conversación. Sin frivolidad y alegría, la conversación se torna tonta y extraña a la vida. En todos los países y todas las edades se ha visto que siempre que hubo una cultura interesada en comprender el arte de vivir, se desarrolló la moda de dar la bienvenida a las mujeres en la sociedad. Tal fue el caso de Atenas en la época de Pericles, y así ocurrió en los salones franceses del siglo XVIII. Aun en China, donde la compañía mixta era tabú, los sabios exigían la presencia de mujeres que pudieran intervenir en su conversación. En las tres dinastías. Chin, Sung y Ming, en que se cultivó y se puso de moda el arte de la conversación, aparecieron siempre damas muy cultas, como Hsieh Taouyün, Ch'aoyün, Liu Jushih y otras. Pues aunque los chinos requerían que sus esposas fuesen virtuosas y se abstuvieran de ver a otros hombres, no cesaron por eso de desear para sí la compañía de mujeres de talento. La historia literaria china está muy mezclada, al fin y al cabo, con las vidas de cortesanas profesionales. La demanda de un toque de encanto femenino en un grupo de gente durante la conversación, es una demanda universal. He conocido señoras alemanas que podían hablar desde las cinco de la tarde a las once de la noche y me he encontrado con señoras inglesas y norteamericanas que me asustan por su familiaridad con la economía, tema que desespero de estudiar jamás, por falta de valor. Pero me parece que aun cuando no haya señoras que puedan debatir conmigo acerca de Carlos Marx y Engeis, la conversación se ve siempre placenteramente estimulada cuando hay unas pocas señoras que saben cómo escuchar y parecer dulcemente pensativas. Me resulta siempre más delicioso que hablar con hombres de estúpido aspecto.

IV. DEL TE Y LA AMISTAD

No creo que, desde el punto de vista de la cultura y la felicidad humanas, haya habido en la historia de la humanidad inventos más significativos, más vitalmente importantes y de mayor contribución a nuestro goce de la holganza, la amistad, la sociabilidad y la conversación, que los inventos de fumar, beber y el té. Los tres tienen varias características en común: primero de todo, que contribuyen a nuestra sociabilidad; segundo, que no nos llenan el estómago, como la comida, y pueden ser gozados, por consiguiente, entre las comidas; y tercero, que los tres pueden ser gozados a través de la nariz, porque actúan sobre nuestro sentido del olfato. Tan grande es su influencia sobre la cultura, que tenemos salones de fumar junto a comedores, y tenemos tabernas y casas de té. En China e Inglaterra, por lo menos, beber té ha llegado a ser una institución social.

El goce adecuado del tabaco, la bebida y el té sólo se puede desarrollar en una atmósfera de holganza, amistad y sociabilidad. Porque solamente con hombres dotados del sentido de la camaradería, extremadamente selectos en cuanto se trata de formar amigos, y provistos de un amor natural por la vida holgazana, se hace posible el pleno goce del tabaco y la bebida y el té. Si se les quita el elemento de sociabilidad, estas cosas no tienen significado. El goce de estas cosas, como el goce de la luna, la nieve y las flores, debe ocurrir en la debida compañía, porque considero que ésta es la condición en que más frecuentemente insisten los artistas de la vida en China: que ciertas clases de flores deben ser gozadas con ciertos tipos de personas, ciertas clases de escenarios deben estar asociados con ciertas especies de mujeres, que el sonido de las gotas de lluvia debe ser gozado, si se le ha de gozar plenamente, cuando uno está tendido en un lecho de bambú dentro de un templo muy metido en las montañas y en un día de verano; que, en suma, el talante es lo que importa, que hay un talante apropiado para todo, y que una mala compañía puede echar a perder por completo el estado de ánimo. Por ende, el comienzo de todo artista de la vida es que él, o cualquiera que desea aprender a gozar la vida, como condición absolutamente necesaria debe encontrar amigos del mismo tipo de temperamento, y preocuparse tanto por ganar y mantener su amistad como se preocupan las esposas por mantener a sus maridos, o como un buen jugador de ajedrez hace viajes de miles de kilómetros para encontrarse con otro jugador de ajedrez.

El ambiente, pues, es lo que vale. Se debe comenzar con el debido concepto del estudio del sabio y el ambiente general en que va a gozar su vida. Primero, los amigos con quienes ha de compartir ese goce. Debe elegir diversos tipos de amigos para diferentes tipos de ambiente. Sería un grave error salir de cabalgata con un amigo estudioso y pensativo, como lo sería ir a un concierto con una persona que no comprende la música. Un escritor chino ha expresado esto así:

Para gozar de las flores hay que asegurarse amigos de gran corazón. Para ir a las casas de canto a mirar las mozas hay que asegurarse amigos atemperados. Para subir a lo alto de una montaña hay que asegurarse amigos románticos. Para ir en bote hay que asegurarse amigos de carácter expansivo. Para mirar la luna hay que asegurarse amigos de fría filosofía. Para esperar la nieve hay que asegurarse amigas hermosas. Para una fiesta de vino hay que asegurarse amigos con sabor y encanto.

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