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Después de elegir y formar amigos para el debido goce de diferentes ocasiones, busca uno el ambiente adecuado. No es tan importante que la casa de cada uno esté ricamente adornada como que se halle en un hermoso país, con la posibilidad de caminar por los arrozales o de tenderse bajo umbríos árboles junto a la orilla de un río. Muy sencillas son las exigencias sobre la casa misma. Puede uno: "tener una casa con varios cuartos, campos de cereales sobre varios mow, un estanque hecho de un cuenco y ventanas hechas de jarros rotos, las paredes hasta la altura de los hombros y un cuarto del tamaño de una fanega de arroz, y en el momento de holganza, después de gozar la tibieza de los colchones de algodón y una comida de sopa de verduras, puede uno llegar a ser tan grande que su espíritu se expanda y llene el universo todo. Para un quieto estudio así, debe uno tener árboles wut'ung hacia adelante y algunos bambúes verdes hacia atrás. Al sur de la casa los aleros se extenderán osadamente hacia afuera, en tanto que al norte habrá ventanas pequeñas, que puedan cerrarse en primavera e invierno para abrigo contra la lluvia y el viento, y abrirse en verano y otoño para la ventilación. La belleza del árbol wut'ung reside en que se caen todas las hojas en el invierno y la primavera, lo cual nos permite el goce pleno de la tibieza del sol, en tanto que en verano y otoño su sombra nos protege del calor agobiante". O, según lo ha expresado otro escritor, debe uno:

"Construir una casa de varios aleros, plantar una cerca de árboles chin y cubrir un pabellón con un techado de heno. Tres mow de tierra se dedicarán a plantar bambúes y flores y frutales, mientras que dos mow se dedicarán a plantar verduras. Las cuatro paredes de un cuarto estarán desnudas y el cuarto vacío, con la excepción de dos o tres ásperas camas colocadas en el pabellón. Se mantendrá a un mozo campesino para que riegue las verduras y quite la maleza. Y entonces puede uno armarse de libros y una espada contra la soledad, y procurarse un ch'in (instrumento de cuerdas) y un ajedrez para anticipar la llegada de buenos amigos."

Una atmósfera de familiaridad dominará entonces el lugar. "En mi estudio, todas las formalidades quedarán abolidas, y solamente serán admitidos los más íntimos amigos. Se les dará ricos y pobres alimentos como yo los como, y charlaremos y reiremos y olvidaremos hasta nuestra existencia. No discutiremos lo bueno o lo malo de otras.personas y seremos del todo indiferentes a la gloria y a la riqueza mundana. En nuestra holganza discutiremos los antiguos y los modernos, y en nuestra quietud jugaremos con montañas y con ríos. Entonces tendremos té flojo y claro, y buen vino para que cuadren en la atmósfera de deliciosa reclusión. Este es mi concepto del placer de la amistad."

En tan simpático ambiente, estamos, pues, prontos para complacer los sentidos, los sentidos del color y el olor y el sonido. Entonces es cuando debe uno fumar y debe uno beber. Transformamos entonces nuestros cuerpos en un aparato sensorio para percibir la maravillosa sinfonía de colores y sonidos y olores y gustos que proveen la Naturaleza y la cultura. Nos sentimos como si fuéramos buenos violines en que están por tocar maestros violinistas. Y así: "quemamos incienso en una noche de luna y tocamos tres compases de música en un instrumento antiguo, e inmediatamente las mil preocupaciones de nuestro pecho quedan proscritas y todas nuestras tontas ambiciones o deseos se olvidan. Inquiriremos entonces cuál es la fragancia de este incienso, cuál es el color de este humo, cuál es la sombra que pasa a través de las ventanas empapeladas de blanco, cuál es este sonido que se alza desde las puntas de mis dedos, cuál es este goce que nos hace tan quietamente felices y tan olvidados de todo lo demás, y cuál es la condición del infinito universo."

Casto así de espíritu, tranquilo de ánimo y rodeado por adecuada compañía, está uno en aptitud de gozar el té. Porque el té se ha inventado para las compañías tranquilas, como se inventó el vino para ruidosas fiestas. Hay en el carácter del té algo que nos conduce a un mundo de quieta contemplación de la vida. Sería desastroso beber té mientras en torno lloran unos niños, o con mujeres de voz potente, u hombres que hablan de política; tal como recoger té en un día lluvioso o nublado. Recogido en la primera alborada de un día claro, cuando el aire matutino sobre la montaña es aún ligero y despejado, y todavía está en las hojas la fragancia del rocío, el té queda por siempre asociado con la fragancia y el refinamiento del mágico rocío cuando de él se goza. Dentro de la insistencia taoísta en el retorno a la naturaleza, y su concepto de que el universo se mantiene en vida por el interjuego de fuerzas masculinas y femeninas, el rocío representa en realidad el "jugo del cielo y la tierra" cuando se unen de noche los dos principios, y es corriente la idea de que el rocío es un alimento mágico, bueno y claro y etéreo, y todo hombre o animal que beba bastante de él tiene grandes probabilidades de ser inmortal. De Quincey dice muy certeramente que el té "será siempre la bebida favorita del intelectual", pero los chinos parecen ir más lejos y asociarlo con el recluso de alta inteligencia.

El té es, pues, símbolo de la pureza terrena; exige la más minuciosa limpieza en su preparación, desde que se le recoge, tuesta y conserva, hasta la infusión final, hasta beberlo: fácil es trastornarlo o arruinarlo con la más leve contaminación de manos grasosas o tazas grasosas. Por consiguiente, su goce es apropiado en un ambiente donde toda ostentación o sugestión de lujo ha sido vedada a nuestros ojos y nuestros pensamientos. Después de todo, goza uno de la presencia de las jóvenes en la casa de cantos, con vino y no con té, y cuando estas jóvenes son aptas para beber té con ellas, pertenecen ya a la clase que favorecen los poetas y los sabios chinos. Su Tungp'o comparó una vez el té a una dulce doncella, pero un crítico posterior, T'ien Yiheng, autor de Chuch'üan Hsiaop'in (Ensayo sobre hervir agua de una fuente) ( [29]) puso inmediatamente una condición, añadiendo que si se ha de comparar el té con las mujeres, la comparación debe hacerse solamente con el Hada Maku, y que "en cuanto a belleza de mejillas con colores de durazno y cinturas de sauce, se las debía encerrar en lechos con cortinas, y no permitirlas que contaminen las rocas y los manantiales". Porque el mismo autor dice: "Uno bebe té para olvidar el ruido del mundo; no es para quienes comen ricas comidas y visten pijamas de seda."

Debe recordarse que, según Ch'alu: "la esencia del goce del té reside en la apreciación de su olor, fragancia y sabor, y los principios de la preparación son refinamiento, sequedad y limpieza". Es necesario, pues, un elemento de quietud para la apreciación de estas cualidades, una apreciación que proviene de un hombre que puede "mirar a un mundo acalorado con una cabeza fría". Desde la dinastía Sung, los conocedores han considerado generalmente que una taza de té pálido es lo mejor, y el sabor delicado del té pálido puede pasar fácilmente inadvertido para quien está ocupado con pensamientos atareados, o cuando la vecindad es ruidosa, o disputan los sirvientes, o cuando lo sirvan feas doncellas. Debe ser pequeña también la compañía. Porque: "al beber té es importante que los huéspedes sean pocos. Muchos huéspedes harían ruido, y el ruido le resta culto encanto. Beber té a solas se llama beber retirado; beber de a dos es estar cómodos; tomarlo con tres o cuatro se llama encantador; tomarlo con cinco o seis se llama vulgar; y beberlo con siete u ocho se llama (despreciativamente) filantrópico." Ya dijo el autor de Ch'asu:

"Servir el té una y otra vez de una gran tetera, y beberlo de un sorbo, o calentarlo otra vez al cabo de un rato, o pedir que tenga un gusto extremadamente fuerte, sería semejarse a campesinos o artesanos que beben té para llenarse el vientre después de un trabajo rudo; sería imposible hablar entonces de la distinción y la apreciación de sabores."

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[29] El clásico sobre el té es Ch'aching, por Lu Yü (m. 804); otros tratados bien conocidos que se mencionan más abajo son Ch'alu, por Ts'ai Hsiang (1012-1067); Ch'asu por Hsü Ts'eshu; ChucViian Hsiaop'in (aprox. 1570) por fien Yiheng; Ch'achieh por T'u Lung (aprox. 1592).

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