¿Acaso los árboles de otoño, que sienten la punzada del calor y del frío y la devastación de la helada, y se dedican afanosamente a contener el aliento y a conservar sus energías, pueden tener tiempo para pintarse y empolvarse a fin de que los vea el viajero que pasa por la antigua carretera? Y, sin embargo, se nos presentan frescos y puros y tristes y desventurados, y muy superiores a las pinturas de Wang Weí y Mi Fei.
Y de igual modo todas las cosas vivas en el universo tienen su belleza literaria. La belleza de una viña seca es mayor que la de la caligrafía de Wang Hsichíh, y la austeridad de un acantilado es más imponente que las inscripciones en piedra de la tumba de Chang Menglung. Por lo tanto, sabemos que la wen o belleza literaria de las cosas surge de su naturaleza, y aquellas que cumplen su naturaleza se visten de líneas wen o bellas. Por lo tanto, wen, o sea la belleza de la línea y la forma, es intrínseca y no extrínseca. Los cascos del caballo están diseñados para un veloz galope; las garras del tigre, para caer sobre la presa; las patas de la cigüeña, para vadear pantanos, y las manazas del oso para caminar sobre el hielo. ¿Piensan alguna vez el caballo, el tigre, la cigüeña o el oso en la belleza de sus formas o proporciones? Todo lo que tratan de hacer es funcionar en la vida y adoptar una apropiada postura para el movimiento. Desde nuestro punto de vista, vemos que los cascos del caballo, las garras del tigre, las patas de la cigüeña y las manazas del oso tienen una sorprendente belleza, ya sea en la plenitud de su contorno y en su sugestión de poder, o en la delgadez y la fuerza de sus líneas, o en la claridad de su perfil, o en la aspereza de sus junturas. Las patas del elefante son como el estilo lishu de la literatura, la melena del león como el feipo, las serpientes que combaten escriben maravillosos y enredados ts'aoshu ("escritura de césped"), y los dragones flotantes escriben chuanshu ("caracteres de sello"), las patas de la vaca semejan pafen (escritura comparativamente robusta y simétrica), y el ciervo parece hsiaok'ai (elegante "escritura pequeña"). Su belleza proviene de su postura o movimiento, y sus formas corporales son el resultado de sus funciones corporales, y éste es también el secreto de la belleza de lo escrito. Cuando el shih o postura de movimiento lo requiere, no debe ser reprimida, y cuando no lo requiere, debe detenerse. Por eso, una obra maestra de la literatura es como un trozo de la misma naturaleza, bien formada en su carencia de forma, y su encanto y belleza ocurren por accidente. Porque esto que llamamos shih es la belleza del movimiento, y no la belleza de las proporciones estáticas. Todo lo que vive y se mueve tiene su shih y, por lo tanto, tiene su hermosura, fuerza y wen, o belleza de forma y de línea.
CAPITULO XIII. RELACIÓN CON DIOS
I. LA RESTAURACIÓN DE LA RELIGIÓN
Tantas personas presumen conocer a Dios y saber lo que Dios aprueba y desaprueba, que es imposible abordar este tema sin hacerse pasible de ataques, como sacrilego por algunos y como profeta por otros. ¡Las criaturas humanas, que individualmente constituimos menos de una billonésima parte de la corteza de la tierra, que a su vez es menos de una billonésima parte del gran universo, presumimos conocer a Dios!
Pero ninguna filosofía de la vida es completa, ningún concepto de la vida espiritual adecuado, a menos que nos pongamos en relación satisfactoria y armoniosa con la vida del universo que nos rodea. Asaz importante es el hombre; es el tema más importante de nuestros estudios: esta es la esencia del humanismo. Pero el hombre vive en un magnífico universo, tan maravilloso como el hombre mismo, y no puede decirse que tenga una vida verdaderamente satisfactoria quien ignora el mundo mayor que le rodea, su origen y su destino.
Lo malo de la religión ortodoxa es que, en el proceso de su desarrollo histórico, se ha mezclado con muchas cosas estrictamente ajenas al reino moral de la religión: física, geología, astronomía, criminología, el concepto del sexo y la mujer. Si se hubiera limitado al reino de la conciencia moral, la obra de reorientación no sería hoy tan enorme. Es más fácil destruir una noción favorita de "Cielo" e "Infierno" que destruir la noción de Dios.
Por otra parte, la ciencia abre para el cristiano moderno una visión más nueva y más honda del misterio del universo y una nueva concepción de la materia, en tanto es un término convertible con la energía, y en cuanto a Dios, según las palabras de Sir James Jean, "el universo parece estar más 'cerca de un gran pensamiento que de una gran máquina". El mismo cálculo matemático demuestra la existencia de lo matemáticamente incalculable. La religión tendrá que retraerse y, en lugar de decir tantas cosas como solía decir en el reino de las ciencias naturales, admitir sencillamente que no son asuntos de religión; mucho menos aun debe permitir que la validez de la experiencia espiritual dependa de temas totalmente irrelevantes, como el de si la edad del hombre es de unos cuatro mil años o de un millón, o si la tierra es chata, o redonda, o de la forma de una mesa plegadiza, o sí la sostienen en el aire unos elefantes hindúes o unas tortugas chinas. La religión debería limitarse, y se limitará, al reino moral, al reino de la conciencia moral, que tiene una dignidad propia comparable al estudio de las flores, los peces y las estrellas. San Pablo realizó la primera operación quirúrgica en el judaismo, y al separar la cocina (comer animales con pezuñas) de la religión, la benefició inmensamente. La religión ha de ganar inmensamente si se la separa, no solamente de la cocina, sino también de la geología y de la anatomía comparada. La religión debe cesar de aventurarse en la astronomía y la geología y de ser una conservadora de antiguas costumbres populares. Si la religión tiene respetuosamente cerrada la boca cuando hablan los maestros de biología, parecerá infinitamente menos tonta, y ganará inconmensurablemente en cuanto a respeto de la humanidad por ella.
Cada individuo tendrá que rescatar de las iglesias, por sí solo, la religión que pueda existir en la vida moderna. Existe siempre la posibilidad de que nos rindamos al Gran Espíritu en un ambiente de ritos y cultos, al arrodillarnos a rezar sin palabras y a mirar ventanas de cristales pintados, a pesar de todo lo que podamos pensar de los dogmas teológicos. En este sentido, el culto se convierte en una verdadera experiencia estética, una experiencia estética que es de uno mismo, muy similar, por cierto, a la experiencia de ver que el sol se oculta detrás de un horizonte de árboles y colinas. Para un hombre así, la religión es un acto final de conciencia, porque ha de ser una experiencia estética muy semejante a la poesía.
Pero ¡qué desprecio ha de sentir por las iglesias según son al presente! Porque el Dios que él venere no será este a quien se puede halagar con pequeños regalos cotidianos. No ordenará al viento que sople hacia el norte cuando navega al norte, ni ordenará al viento que sople hacia el sur cuando navega al sur. Agradecer a Dios por el viento favorable es pura insolencia, y egoísmo también, porque ello implica que Dios no ama a la gente que navega hacia el sur cuando UNO, el individuo importante, va hacia el norte. Esa religión será una comunión de espíritus sin que una de las partes trate de pedir favores a la otra. Este hombre no podrá comprender el significado de las iglesias tales como son. Le extrañarán las raras metamorfosis que ha sufrido la religión. Se sorprenderá cuando trate de definir las religiones en su forma presente. ¿Es religión una glorificación del statu quo con mística emoción? ¿O está hecha de ciertas verdades morales tan mixtificadas y adornadas y disfrazadas que el sacerdocio pueda ganarse el sustento con ellas? ¿No está la revelación en la misma relación con la religión que "un procedimiento secreto y patentado" está con ciertos remedios industriales? ¿O es la religión un manipuleo de lo invisible y lo incognoscible porque lo invisible y lo incognoscible se prestan tan convenientemente a que los manipulen? ¿Ha de basarse la fe en el conocimiento, o sólo comienza la fe donde termina el conocimiento? ¿O es la religión una pelota de baseball que la Hermana Aimée Mac Pherson puede arrojar contra el auditorio con un palo de baseball, algo que cualquiera puede captar y poseer en la forma en que intercepta una pelota? ¿O es la religión una preservación de la sangre aria, nórdica, o es solamente una oposición al divorcio y al birth-control y la obligación de llamar a todo reformista social un "rojo" o un "comunista"? ¿Tuvo Jesucristo que recibir en realidad a Tolstoi en Sus brazos en medio de una tremenda tormenta de nieve, después de que le excomulgó la Iglesia Ortodoxa Griega? ¿O va a estar Jesús junto a la ventana de la catedral del obispo Manníng, y llamar a los niños de los hombres ricos que se hallan en sus bancos, y repetir Su dulce pedido: "Dejad que los niños vengan a mí"