Литмир - Электронная Библиотека
Содержание  
A
A

El cuadro final de un hombre que armoniza con la naturaleza y que es feliz porque los animales son felices, ha sido cabalmente expresado por Cheng Panch'iao(1693-1765) en su carta a su hermano menor, para señalarle su desaprobación por la costumbre de tener enjaulados a los pájaros:

Con respecto a lo que he dicho acerca de no tener pájaros enjaulados, deseo añadir que no es porque yo no ame a los pájaros, sino porque hay una forma de amarlos debidamente. La mejor forma de mantener pájaros es plantar centenares de árboles en tomo a la casa, y dejarles que a su verde sombra encuentren un reino de los pájaros y un hogar para pájaros. Al amanecer, cuando hemos despertado del sueno y todavía nos revolvemos en la cama, escuchamos un coro de cantos como una armonía celestial. Cuando nos levantamos y nos ponemos la túnica y nos estamos lavando la cara o enjuagando la boca o saboreando el té matinal, vemos sus gloriosos plumajes que revolotean de un lado a otro. y antes de poder mirar a uno, ya otro atrae nuestra mirada: un goce que no se puede comparar con el de mirar a un solo pájaro en una sola jaula. Generalmente, el goce de la vida debe provenir de un criterio que considere al universo como un parque y a los ríos y lagos como un estanque, de manera que todos los seres puedan vivir según su naturaleza, y grande en verdad es tal felicidad. ¡Cómo comparar esto, en punto a bondad y crueldad, y en punto a la magnitud del goce, con el goce de un pájaro en una jaula, o un pececillo en un frasco!

V. DE LAS FLORES Y SU ARREGLO

Parece haber cierta vaguedad sobre el goce de las flores y el arreglo de las flores, en nuestros días. El goce de las flores, como el goce de los árboles, debe comenzar con la selección de ciertas variedades nobles, con una gradación de sus valores relativos, y con la asociación de sentimientos y ambientes definidos a determinadas flores. Para empezar, está la cuestión de la fragancia, desde la que es fuerte y persistente, como la del jazmín, hasta la delicada, como la de las lilas, y finalmente hasta las de especie más sutil y refinada, como la de la orquídea china. Cuanto más sutil y menos fácil de percibir sea su fragancia, tanto más noble se ha de considerar a la flor. Tenemos después la cuestión del color y el aspecto y el encanto, y también esto varía mucho. Algunas son como robustas mozas y otras como damas frágiles, poéticas, calmosas. Las hay que parecen regalar sus encantos a la multitud, y otras son felices dentro de su propia fragancia y parecen contentas con dejar pasar las horas en sueños. Algunas prefieren un exceso de color, en tanto que otras tienen un gusto más dulce y más restringido. Sobre todo, las flores se asocian siempre con el ambiente que las rodea y las estaciones en que "se abren. La rosa se asocia naturalmente en nuestro ánimo con un día brillante y soleado de primavera; el loto se asocia naturalmente con una fresca mañana de estío en un estanque; la casia se asocia, naturalmente, con la luna de la cosecha y las fiestas de medio otoño; el crisantemo se asocia con los cangrejos que se comen al terminar el otoño; el ciruelo se asocia, naturalmente, con la nieve, y junto con el narciso forma una parte definida de nuestro goce del Ano Nuevo. Cada flor parece perfecta en su ambiente natural, y para quien ama las flores, lo más difícil es hacerlas presentes en su ánimo dentro de cuadros definidos de las estaciones diferentes, como el abeto representa a la Navidad.

Como el pino y el bambú, se elige a la orquídea, el crisantemo y el loto por determinadas cualidades, y en la literatura china figuran como símbolos para el caballero, más particulamente la orquídea, que representa a una belleza exótica. La flor de ciruelo es probablemente la que más aman, entre todas las flores, los poetas chinos, y a ella nos hemos referido ya en parte en la sección anterior. Se dice que es la "primera" entre las flores, porque aparece con Año Nuevo y, por lo tanto, es la primera en el cortejo de las flores que se desarrolla en el año. Difieren las opiniones, claro está, y se ha considerado tradicionalmente a la peonía como "reina de las flores", particularmente en la Dinastía T'ang. Por otra parte, la peonía, rica de color y de pétalos, es considerada más bien como símbolo del hombre rico y feliz, en tanto que la flor de ciruelo es la flor del poeta, y símbolo del sabio tranquilo, pobre; y, por lo tanto, la última es espiritual así como la primera es materialista. Un sabio expresó su simpatía por la peonía solamente por el hecho de que cuando la Emperatriz Wu de la Dinastía T'ang ordenó un día, en uno de sus caprichos megalomaníacos que todas las flores del jardín imperial florecieran cierto día en pleno invierno, sólo porque así se le antojaba, la peonía fue la única que osó ofender a su Majestad Imperial, abriéndose unas horas más tarde, y por ello todos los miles de plantas de peonía fueron proscritos de Sian, la capital, a Loyang, por un decreto imperial. Aunque así perdió el favor imperial, se mantuvo el culto de la peonía, y Loyang pasó a ser un centro de estas flores. Creo que la razón por la cual los chinos no dan más importancia a la rosa, es la de que su color y forma pertenecen a la misma clase que la peonía, pero ha sido superada por la vistosidad de la última. Según antiguas fuentes chinas, se distinguían noventa variedades de peonía, y a cada una se le daba un nombre sumamente poético.

Lo contrario de la peonía, la orquídea, es como un símbolo de encanto escondido porque a menudo se la encuentra en un desierto valle umbrío. Se dice que tiene la virtud de "gozar de su propio encanto solitario", y que no le interesa si la mira la gente o no, y que tiene muy pocos deseos de ser llevada a la ciudad. Si consiente que se la traslade, se la debe cultivar según ella quiera, o morirá. Por eso hablamos a menudo de una hermosa doncella encerrada, o de un gran sabio que vive en las montañas desdeñando el poder y la fama, como si fueran "una escondida orquídea en un valle desierto". Tan sutil es su fragancia que no parece hacer esfuerzos particulares por complacer a nadie, pero cuando hay quienes la aprecian, ¡cuan divina es su fragancia! Es así un símbolo del caballero que no se interesa por buscar al público, y también de la verdadera amistad, porque un libro antiguo dice: "Después de entrar y estar en una casa con orquídeas un largo rato, cesa uno de sentir la fragancia", al quedar penetrado de ella. Li Liweng aconsejaba que el mejor modo de gozar las orquídeas no es colocarlas en todas las habitaciones, sino en una sola, y sentir entonces el placer de su fragancia al pasar por ese cuarto. Las orquídeas americanas no parecen tener esa sutil fragancia, pero en cambio son mayores y más suntuosas de forma y de color. En mi ciudad y mi provincia tenemos, según es fama, las mejores orquídeas de China, que se llaman "orquídeas de Fukien". La flor es de un verde pálido, con manchas púrpuras, y de un tamaño mucho más pequeño, pues los pétalos tienen apenas una pulgada de largo. La variedad mejor y más valiosa, la Ch'en Mengliang, tiene tal color que apenas es visible cuando se la sumerge en agua, pues su matiz es igual al de ésta. Contrariamente a lo que pasa con la peonía, cuyas variedades se denominan según su lugar de origen, las distintas variedades famosas de orquídeas se llaman, como tantas variedades de • flores norteamericanas, como sus dueños: "General P'u", "Comandante Shun", "Juez Li", "Octavo Hermano Huang", "Ch'en Menglang", "Hsü Chingch'u".

No hay duda que la extrema dificultad del cultivo de las orquídeas y la gran delicadeza de la flor han contribuido a su nobleza de carácter. Entre todas las flores, la orquídea es la que más fácilmente se seca o se pierde al menor error de quien la cuida. Por eso, quien ama a las orquídeas las atiende siempre con su cuidado personal y no las deja a cargo de los sirvientes, y hasta he visto personas que cuidaban las orquídeas como a sus propios padres. Una planta sumamente valiosa solía despertar tantos celos como una pieza de bronce o un jarrón particularmente bueno, y solía ser muy amargo el odio que despertaba un amigo al negarse a regalar brotes nuevos. En los libros chinos se registra el caso de un sabio a quien un amigo le negó brotes nuevos de una planta y fue condenado a la cárcel por robarlos. Shen Fu expresa muy bien este sentimiento, en Seis capítulos de una vida flotante, de la siguiente manera:

82
{"b":"104199","o":1}