El goce del pino es probablemente el más notable y el de mayor significación poética. Representa mejor que otros árboles el concepto de la nobleza de modales. Porque hay árboles nobles y árboles innobles, árboles distinguidos por sus modales graciosos y árboles de modales vulgares. Los artistas chinos, por lo tanto, hablan de la grandiosidad del pino, como habló Matthew Arnold de la grandiosidad de Hornero. Sería tan infructuoso buscar esta grandiosidad en los sauces como buscar grandiosidad en la poesía de Swinburne, entre los poetas. Hay tantas clases de belleza: belleza de ternura, de gracia, de majestad, de austeridad, de rareza, de reciedumbre, de pura fuerza, y de lo que sugiere antigüedad. Esta manera antigua del pino es lo que le da una posición especial entre los árboles, igual que la manera antigua de un sabio recluso, vestido con una túnica muy suelta, con una caña de bambú en la mano, y que camina por un sendero de montañas, es lo que le presenta como el más alto ideal entre los hombres. Por esta razón dice Li Liweng que sentarse en un huerto lleno de perales y flores y sauces sin que haya cerca un pino es como sentarse en compañía de niños y mujeres sin la presencia de un austero maestro o un anciano a quien podamos mirar como ejemplo. Por esto sucede que cuando los chinos admiran los pinos, prefieren a los ya viejos; cuanto más viejos mejor, porque entonces son más majestuosos. En la misma clase del pino está el ciprés, que tiene la misma manera, particularmente la especie conocida como selaginela involvens, de ramas retorcidas, en círculos, ásperas y que apuntan hacia abajo. En tanto que las ramas que se extienden para arriba, hacia el cielo, parecen simbolizar juventud y aspiración, las que señalan para abajo parecen simbolizar la postura de los hombres viejos que se doblegan hacia los jóvenes.
Digo que el goce de los pinos es más significativo artísticamente porque representa silencio y majestad y desprendimiento de la vida, cosas tan similares a la manera de ser del recluso. Este goce se asocia, pues, con las rocas "estúpidas" y con las figuras de personas ancianas que ambulan sin sentido bajo su sombra, como vemos tan a menudo en las pinturas chinas. Cuando uno está bajo un pino, al mirarle se tiene la sensación de la majestad y la ancianidad y la extraña felicidad de este árbol por su propia independencia. Laotsé dice: "La naturaleza no habla", ni habla el pino. Allí permanece, silencioso e imperturbable; desde su altura nos mira pensando que ha visto crecer a tantos niños, y envejecer a tantas personas maduras. Como un viejo sabio, comprende todo, pero no habla, y en ello radica su misterio y su grandeza.
Se goza del ciruelo, en parte por su manera romántica, visible en sus ramas, y en parte por la fragancia de sus flores. Es curioso que entre los árboles elegidos para nuestro placer poético, el pino, el ciruelo y el bambú estén asociados con el invierno, y se les conozca como "Tres amigos del invierno", porque el pino y el bambú no pierden el follaje y el ciruelo florece a fines de invierno y comienzos de primavera. Por lo tanto, el ciruelo, en particular, simboliza la pureza de carácter, la pureza que encontramos en el aire frío, punzante, del invierno. Su esplendor es un esplendor frío, y como el recluso, cuanta más fría es la atmósfera en que se encuentra, tanto más prospera. Como la orquídea, es típico de la idea del encanto en el encierro. Un poeta y recluso Sung, que se llamó Lin Hoching, declaraba que tenía por esposas a los ciruelos, y a una cigüeña por hijo. Hoy, el sitio de su reclusión en el Kushan, en medio del Lago Occidental, es sitio de peregrinación para poetas y estudiosos, y bajo su tumba está la tumba de la cigüeña, su "hijo". La apreciación del ciruelo, de su tipo de fragancia y su contorno, fue expresada por este poeta en su famoso verso de siete sílabas:
Ah hsiang fou tung uing heng sheh
"Su leve fragancia flota en torno, su sombra inclínase al través." Todos los poetas admiten que la esencia de la belleza del ciruelo está expresada en esas siete palabras, y no se puede mejorar la expresión.
El bambú es amado por su delicadeza de tronco y de hojas y, por ser más delicado, donde más se le goza es en la intimidad de la casa de un sabio. Su belleza es más de la especie de belleza sonriente, y la felicidad que nos da es ligera y atemperada. Los bambúes dan mayor gozo cuando son delgados y gráciles y ralos, y por esta razón dos o tres árboles son tan buenos como un bosquecillo entero de bambúes, tanto en la vida como en los cuadros. La apreciación de su fino contorno nos hace posible pintar dos o tres ramitas de bambú en un cuadro, como también es posible pintar una sola ramita de flores de ciruelo. No se sabe por qué sus líneas gráciles matizan muy bien con las ásperas líneas de las rocas; y por eso casi siempre se ve que hay una o dos peñas pintadas junto a unos pocos bambúes. Se pinta invariablemente esas rocas como dotadas de la belleza de delgadez. El sauce crece con facilidad en cualquier parte, y a menudo a la orilla del agua. ( [44])
Es el árbol femenino por excelencia. Por ese motivo Chang Ch'ao cuenta al sauce entre las cuatro cosas del universo que más profundamente tocan el corazón del hombre, y por eso dice que el sauce hace sentimental al hombre. De las damas chinas de grácil cintura se dice que tienen "cintura de sauce", y las bailarinas, con sus largas mangas y su túnica flotante, tratan de simular el movimiento de las ramas de sauce que se agitan y se inclinan al viento. Como los sauces crecen con tanta facilidad, hay en China lugares donde se ven sauces en kilómetros y kilómetros, y entonces, cuando sobre ellos sopla el viento, se habla del efecto de la combinación diciendo liulang u "olas sauces". Además, como gusta tanto a las oropéndolas posarse en sus ramas, en la vida o en los cuadros se les asocia con la presencia de las oropéndolas, o con las cigarras, que también suelen descansar en ellas. Uno de los diez lugares escénicos del Lago Occidental se llama, pues, Liulang Wen Ting, o sea, "Escuchando a las oropéndolas entre olas-sauces".
Claro está que hay otros árboles, y muchos de ellos son admirados por otras razones, como el wufung (sterculia platanifolia), admirado por la limpieza de su corteza y la posibilidad de labrar poemas a cuchillo en su suave superficie. Hay también un gran amor por las lianas gigantescas y viejas, que tienen dos o tres pulgadas de diámetro en la raíz y rodean árboles o rocas. Su movimiento cercador y ondulante contrasta placenteramente con los rectos troncos de los árboles erguidos. A veces una liana particularmente buena recuerda un dragón y lleva su nombre. Los árboles viejos, que tienen troncos en zigzag y más o menos inclinados, son también muy queridos y valorizados por esa razón. En Mutu, un punto del Lago Taihu, cerca de Soochow, hay cuatro cipreses a los que se ha dado, respectivamente, los nombres de "Puro", "Raro", "Antiguo" y "Extraño". "Puro" alza un tronco largo, recto, y extiende su follaje en la cima como un paraguas; "Raro" se recuesta sobre la tierra y después sigue en zigzag como la letra Z; "Antiguo" es calvo y desnudo en la copa y ancho, con las ramas medio secas y extendidas como los dedos de una mano; y el tronco de "Extraño" se tuerce en una formación espiral hasta sus más altas ramas.
Sobre todo, el goce de los árboles no es sólo en y por ellos, sino en la asociación con otros elementos de la naturaleza, como rocas, nubes, pájaros, insectos y seres humanos. Chang Ch'ao dice que "plantar flores sirve para invitar a las mariposas, apilar rocas sirve para invitar a las nubes, plantar pinos sirve para invitar al viento, plantar bananeros sirve para invitar a la lluvia y plantar sauces sirve para invitar a las cigarras". Se goza el sonido de los pájaros junto con los árboles, y se goza el sonido de los grillos junto con las rocas, porque los pájaros cantan donde hay árboles y los grillos cantan donde hay rocas. El goce chino del croar de las ranas, del chirrido de los grillos y el canto de las cigarras es inconmensurablemente mayor que su amor por los gatos y perros y otros animales domésticos. Entre todos los animales, el único que pertenece a la misma categoría que los pinos y los ciruelos es la cigüeña, porque también ella es símbolo del recluso. Al ver a una cigüeña, o aun una garza, inmóvil en algún estanque escondido, digna, elegante y blanca y pura, el sabio desearía ser cigüeña.