Sabio en economía, quizá padeciera de imbecilidad en cuanto a sentido común. Un escolar norteamericano habría adivinado que cinco mil años sería un plazo demasiado corto para atrofiar un instinto que traía la fuerza de un millón de años de desarrollo. Pero tal argumento, por extraño que parezca, pudo presentarse como estrictamente lógico al intelecto occidental. Es, según las palabras del redactor de los "Tópicos" de The New York Times, "consistencia enloquecida". El concepto de que el hombre libre una guerra de clases en obediencia a ciertas leyes mecánicas priva naturalmente al hombre de su libertad individual de creencias y de acción. Según tan extremo criterio, por lo tanto, tenemos aún menos individualismo que bajo el sistema, familiar.
En lugar de este individualismo y nacionalismo de Occidente, existe, pues, el ideal de familia, en que no se considera al hombre como individuo, sino como miembro de una familia, y como parte esencial de la gran corriente de la vida de familia. Esto es lo que quiero decir cuando hablo de la teoría de la "corriente de la vida". La vida humana, en su conjunto, puede ser tomada como constituida por diferentes corrientes raciales de la vida, pero es la corriente de la vida en la familia lo que siente y ve directamente el hombre. De acuerdo con una analogía que es a la vez china y occidental, hablamos del "árbol de la familia", y la vida de cada hombre no es más que una sección o una rama de ese árbol, que crece desde el tronco y contribuye con su existencia misma a su mayor crecimiento y a su continuación. La vida humana, por consiguiente, es considerada inevitablemente como un crecimiento o una continuación, en que cada hombre desempeña un papel o un capítulo en la historia de la familia, con sus obligaciones hacia la familia en conjunto, pues da glorias o vergüenzas a sí mismo y a la vida familiar a la vez.
Este sentido de la conciencia y el honor de la familia es probablemente la única forma de espíritu de equipo o de conciencia de grupo en la vida china. A fin de jugar el juego de la vida tan bien o mejor que otro equipo, cada miembro de la familia debe tener cuidado de no echar a perder el juego, y de no perjudicar a su equipo con un falso movimiento. Si le es posible, debe tratar de llevar la pelota a mayor distancia en la cancha. Un hijo perdido es una vergüenza para sí mismo y para su familia, exactamente en el mismo sentido en que un jugador de fútbol lo es cuando comete un error y pierde la pelota. Y quien ocupa el primer término en los exámenes civiles es como un jugador que marca un tanto. La gloria es para él, y para la familia al mismo tiempo. Los beneficios de ser un chuangyüan ("N° 1" en los exámenes imperiales), o aun un chinshih de tercera clase, son compartidos, sentimental y materialmente, por los miembros de la familia inmediata, los parientes, el clan y hasta la aldea. Durante cien o doscientos años, los pobladores de la aldea se envanecerán todavía de que produjeron un chuangyüan en tal o cual reinado. En comparación con los regocijos de la familia y de la aldea cuando un hombre obtenía un chuangyüan o un chinshih y volvía a su casa a colocar una tableta de honor, dorada, a gran altura, en su salón ancestral, en tanto que la madre vertía lágrimas, probablemente, y el clan entero se sentía honrado por tan notable ocasión, la obtención de un diploma universitario es hoy una alegría bastante tonta e insípida.
En este cuadro de la vida de familia hay espacio para muchas variedades y colores. El hombre pasa por las etapas de niñez, juventud, madurez y ancianidad; primero le cuidan los demás, luego cuida a los otros, y en la ancianidad vuelve a ser cuidado; primero obedece y respeta a los otros, y después es obedecido y respetado a su vez, en mayor proporción según envejece. Sobre todo, presta color a este cuadro la presencia de las mujeres. En este cuadro de la continua vida familiar entra la mujer, no como adorno o juguete, ni siquiera esencialmente como esposa, sino como parte vital y esencial del árbol de la familia: precisamente lo que hace posible la continuidad. Porque la fuerza de cualquier rama particular depende también de la mujer que entra en el hogar y la sangre que entrega a la herencia "familiar. Un patriarca sabio tiene buen cuidado de elegir mujeres de sana herencia, como un jardinero tiene cuidado de elegir la especie debida para injertar una rama. Se sospecha en general que la vida de un hombre, particularmente su vida de hogar, se hace o deshace por la mujer con quien se casa, y todo el carácter de la futura vida familiar está determinado por ella. La salud de los nietos y el tipo de crianza familiar que van a recibir (sobre lo cual pone mucha atención en China) dependen enteramente de la crianza de la nuera. Hay así una especie de sistema eugenésico amorfo y mal definido, basado en la creencia en la herencia y en la gran preocupación sobre el mentí (literalmente, "puerta y hogar", o linaje o posición familiar), pero basado también, de todos modos, en patrones de conveniencia en cuanto a la salud, la belleza y la educación de la novia, según la ven los padres o los abuelos de la familia. En general, se hace hincapié en la crianza familiar (en el mismo sentido en que un occidental elegiría a una niña de una "buena casa"), como representación de las bellas tradiciones antiguas de la frugalidad, la laboriosidad, los buenos modales y la cortesía. Y cuando a veces un padre descubre, apenado, que su hijo ha casado con una nuera inservible, de malos modales, siempre maldice en secreto a la otra familia por no criar mejor a sus hijas. Por ende, en la madre y el padre recae el deber de preparar a sus hijas de manera que no se deban avergonzar de ellas cuando, por casarse, pasan a otro hogar: como, por ejemplo, cuando no saben cocinar, o cómo preparar un buen budín de Año Nuevo.
Según la teoría de la corriente de la vida, tal como se la ve en el sistema familiar, la inmortalidad es casi visible y palpable. Todo abuelo, al ver a su nieto que marcha a la escuela con su cartera, siente que en verdad está viviendo otra vez en la vida del niño, y cuando toca una mano o pellizca las mejillas al niño, sabe que es carne de su carne y sangre de su sangre. Su vida no es más que una sección del árbol de la familia, o de la gran corriente de la vida familiar que fluye siempre, y por lo tanto es feliz al morir. Eso explica que la mayor preocupación de un padre chino sea ver que sus hijos e hijas estén debidamente casados antes de que él muera, porque esta preocupación es aun más importante que la ubicación de su tumba o la elección de un buen ataúd. Porque no puede saber qué clase de vida vivirán sus hijos hasta que con sus propios ojos vea qué tipo de mujeres y de hombres se casan con sus hijos y sus hijas; y si las nueras y los yernos le parecen satisfactorios, muy dispuesto está a "cerrar los ojos sin pesares" en su lecho de muerte.
El resultado neto de tal concepto de la vida es que se obtiene una mayor perspectiva sobre todas las cosas, porque ya no se considera que la vida comienza y termina con la del individuo. El equipo continúa el juego aun después de quedar fuera de acción uno de sus componentes. El triunfo y el fracaso comienzan a asumir un aspecto diferente. El ideal chino de la vida es vivir de modo de no causar vergüenza a los antepasados y tener hijos de quienes no haya por qué avergonzarse. Un funcionario chino, al renunciar a su cargo, cita a menudo estos versos:
Pues tengo hijos, contento estoy de la vida;
Sin este cargo, ligero queda mi cuerpo.
Lo peor que puede acontecer a un hombre, probablemente, es tener hijos indignos, que no pueden "mantener la gloria de la familia", o aun la fortuna de la familia. El padre millonario de un hijo jugador ve dispersa su fortuna, la fortuna que le ha llevado una vida construir. Cuando fracasa el hijo, la derrota es absoluta. En cambio, una viuda que mire a lo lejos puede soportar años de miseria e ignominia y hasta de persecución, si tiene un buen hijo de cinco años. La historia y la literatura chinas están llenas de estas viudas que soportaron toda suerte de dificultades y persecuciones, pero que vivieron para el día en que sus hijos prosperarían, y se convertirían acaso en prominentes ciudadanos. El último caso es Chiang-Kai-Shek en persona, que cuando niño fue perseguido, junto con su madre viuda, por sus vecinos. La viuda no decayó mientras tuvo la esperanza de su hijo. El buen éxito de las viudas en cuanto a dar a sus hijos una perfecta educación, en carácter y en moral, debido al sentido más realista que tiene la mujer, me ha llevado a menudo a pensar que los padres son totalmente innecesarios, en cuanto atañe a la educación de los hijos. La viuda siempre ríe mejor, porque ríe última.