Ahora ya estamos prontos para discutir el problema de la moral y el arte. La absoluta confusión del arte y la propaganda en los países fascistas y comunistas, y su ingenua aceptación por tantos intelectuales en una democracia, hacen necesario que toda persona inteligente llegue a una clara comprensión del problema. Los comunistas y los fascistas hacen una partida en falso, ya al comienzo, al pasar por alto el papel del individuo, tanto como personalidad creadora como en su papel de objeto de la creación, ya al colocar en su lugar los reclamos superiores del Estado o de la clase social. Si bien la literatura y el arte deben construirse sobre emocione» personales, individuales, los comunistas y los fascistas acentúan solamente las emociones de grupos o de clases, sin postular la realidad de las emociones en los diversos individuos. Expulsada así del tribunal la personalidad individual, no se puede empezar siquiera a discutir con cordura el problema del arte y la moral.
El arte tiene una relación con la moral solamente en tanto la calidad peculiar de una obra de arte es una expresión de la personalidad del artista. Un artista de gran personalidad produce gran arte, un artista de personalidad trivial produce arte trivial, un artista sentimental produce arte sentimental, un artista voluptuoso produce arte voluptuoso, un artista tierno produce arte tierno, y un artista lleno de delicadeza produce arte delicado. Ahí tenemos, en dos palabras, la relación del arte y la moral. La moral, al fin y al cabo, no es cosa que se pueda sobreimponer desde fuera, según los cambiantes caprichos de un dictador o el cambiante código ético del Jefe del Departamento de Propaganda. Debe crecer desde dentro como expresión natural del alma del artista. Y no es cuestión de elección, sino un hecho ineludible. El artista de mezquino corazón no puede producir una gran pintura, y el artista de gran corazón no puede producir una pintura mezquina, aunque estuviera en juego su vida.
La noción china del p´in en el arte es sumamente interesante: a veces se habla de ella como jenp'in ("personalidad del hombre") o p'inkeh ("personalidad del carácter"). Hay también una idea de gradación, por cuanto hablamos de poetas del "primer p´in", o "segundo p'in", y también decimos que hacemos "p'in del té" cuando probamos buen té. Hay, además, toda una categoría de expresiones en relación con la personalidad de las personas según se muestra en una acción particular. En primer lugar, un mal jugador, o un jugador que demuestra mal talento o mal gusto, tiene un mal tup'in o una mala "personalidad de juego", según la expresión china. Se dice que el bebedor que suele comportarse vergonzosamente después de haber bebido mucho, tiene un mal chiup'in, o una mala "personalidad de vino". Se dice de un jugador de ajedrez que tiene buen o mal ch'ip'in, o sea "personalidad de ajedrez". El primer libro chino de crítica poética se llama Shihp'in (Personalidades de la poesía) ( [72]), con una gradación de los diferentes poetas y, naturalmente, hay libros de crítica de arte que se llaman huap'in o "personalidades de la pintura".
Vinculada con esa idea del p'in, por lo tanto, está la creencia, generalmente aceptada, de que la obra del artista se halla determinada estrictamente por su personalidad. Esta "personalidad" es a la vez moral y artística. Tiende a acentuar la noción de la comprensión humana, de la altura de ánimo, del desapego de la vida, de la ausencia de pequenez o trivialidad o vulgaridad. En este aspecto es similar a la voz occidental de "manera" o "estilo", en el sentido del modo de proceder del artista. Un artista díscolo o inconvencional demostrará estilo díscolo o inconvencional, y una persona de encanto demostrará, naturalmente, encanto y delicadeza en su estilo, y un gran artista de buen gusto no se allanará a los "amaneramientos". En este sentido, la personalidad es el alma misma del arte. Los chinos han aceptado siempre implícitamente la creencia de que no puede ser grande un pintor a menos que sea grande su personalidad moral y estética; y al juzgar la caligrafía y la pintura, el patrón más alto no es el de si el artista demuestra buena técnica, sino el de'si tiene o no alta personalidad. Una obra que demuestre técnica perfecta puede señalar de todos modos una "baja" personalidad, y entonces, como diríamos en este idioma, esa obra carece de "carácter".
Hemos llegado así al problema central de todo arte. El gran general y primer ministro chino Tseng Kuofán, dijo en una de las cartas a su familia que los únicos dos principios vivos del arte en la caligrafía son la forma y la expresión, y que uno de los más grandes calígrafos de su tiempo, Ho Shaochi, aprobaba esta fórmula y apreciaba su visión. Como todo arte es concreto, hay siempre un problema mecánico, el problema de la técnica, que tiene que ser dominado, pero como el arte es también espíritu, el elemento vital en todas las formas de creación es la expresión personal. La individualidad del artista, contra su mera técnica, es lo único significativo en una obra de arte. En la literatura, lo único importante en un libro es el estilo y los sentimientos personales del autor, expuestos en su juicio y en lo que le place y le disgusta. Hay un constante peligro de que esta personalidad o expresión personal se sumerja en la técnica, y la dificultad mayor para todos los principiantes, sea en la literatura o la pintura o el teatro, es la de ser personal. La razón, claro está, es que el principiante está asustado por la forma o la técnica. Pero no puede ser buena ninguna forma sin este elemento personal. Toda buena forma tiene un movimiento libre, y esto es lo que resulta bello, sea el movimiento del palo de un campeón de golf, o el de un hombre que sube velozmente al triunfo, o el de un jugador de fútbol que corre con la pelota por la cancha. Debe haber un flujo de expresión, y ese poder de expresión no debe ser trabado por la técnica, sino que ha de poder moverse libre y felizmente en ella. Hay ese libre movimiento -cosa tan bella de ver- en un tren que da vuelta una curva, o en un yate que navega a plena velocidad con las velas izadas. Existe ese movimiento en el vuelo de una golondrina, o de un halcón que baja hacia su presa, o en un caballo de carrera que llega a la meta "en buena forma", según se suele decir.
Exigimos que todo arte tenga carácter, y el carácter no es nada más que lo sugerido o revelado por la obra de arte con respecto a la personalidad o el alma o el corazón o, como dicen los chinos, el "pecho" del artista. Sin ese carácter o personalidad, una obra de arte está muerta, es muerta, y ninguna suma de virtuosismo o mera perfección de técnica puede salvarla de la carencia de vida o vitalidad. Sin esa cosa tan individual que se llama personalidad, la belleza misma se convierte en banal. Lo vemos en las muchas mozas que aspiran a ser estrellas del cinematógrafo y no lo saben, pues se contentan con imitar a Marlene Díetrich o a Jean Harlow, con lo que exasperan al director que busca personalidades nuevas. Hay ya demasiadas caras bonitas pero banales, y muy escasa belleza fresca, individual. ¿Por qué no estudian la manera de actuar de Marie Dressier? Todo el arte es uno y se basa en el mismo principio de la expresión o la personalidad, ya sea el arte de un actor cinematográfico, o el de la pintura, o el de la literatura. En verdad, al ver actuar a Marie Dressier o Lionel Barrymore, se puede aprender el secreto del estilo del escritor. Cultivar el encanto de esa personalidad es la base importante de todo arte porque, haga lo que haga el artista, su carácter se muestra en su labor.
El cultivo de la personalidad es a la vez moral y estético, y requiere a la vez estudio y refinamiento. El refinamiento es algo más cercano al gusto, y puede ser innato en un artista, pero el más alto placer de mirar una obra de arte sólo se siente con el apoyo del estudio. Esto es particularmente claro en cuanto a la pintura y la caligrafía. Por una muestra de caligrafía se puede decir si el autor ha visto o no gran cantidad de borradores de Wei. Si es así, tal estudio le confiere cierta manera antigua, pero además debe poner en la obra su propia alma o personalidad, que es variable, naturalmente. Si tiene un alma delicada y sentimental mostrará un estilo delicado y sentimental, pero si ama el poder macizo o la fuerza adoptará un estilo que destaque la fuerza y el poder macizo. Así, en la pintura y la caligrafía, especialmente en la última, podemos ver toda una categoría de calidades estéticas, o diferentes tipos de belleza, y nadie podrá separar la belleza del producto terminado de la belleza del alma del artista. Puede haber belleza en el capricho y en la disconformidad, belleza de áspera fuerza, belleza de poder macizo, belleza de libertad espiritual, belleza de valentía e ímpetu, belleza de romántico encanto, belleza de refrenamiento, belleza de suave gracia, belleza de austeridad, belleza de sencillez y "estupidez", belleza de mera regularidad, belleza de rapidez, y, aun a veces, belleza de fingida fealdad. Sólo hay una forma de belleza que es imposible, porque no existe, y es la belleza del esfuerzo o de la vida enérgica.