Hice un vestido con un dibujo de flores de ciruelo para Ch'iufu, con nieve fragante sobre todo el cuerpo, y a la distancia parecía un Hada de la Ciruela sola en un mundo de seres humanos. En los últimos días de la primavera, cuando sus verdes mangas descansaban en el balcón, las mariposas solían revolotear en torno 3 sus sienes, sin saber que la estación del Viento del Este ya se había marchado.
El año pasado las golondrinas volvieron más tarde que de costumbre, y cuando vinieron ya había florecido la mitad de los pimpollos del durazno junto al biombo. Un día cayó la arcilla de su nido y un pichón de golondrina cayó al suelo. Temerosa de que un gato lo sorprendiera, Ch'iufu lo recogió inmediatamente e hizo un soporte de bambú para el nido. Este año las mismas golondrinas han vuelto y canturrean en torno a la casa. ¿Recuerdan acaso a quien protegió a su pichón el año pasado?
Ch'iufu gusta jugar al ajedrez, pero no lo hace muy bien. Todas las noches me forzaba a jugar con ella "la conversación de los dedos", a veces hasta el alba. Recordé, jugando, el verso de Chu Chuchia: "Has perdido ya a tirar la moneda y a medir las hojas de césped. Te pregunto: ¡qué vas a pagar esta noche?" Y ella, eludiendo la pregunta, interrogó a su vez: "¿Estás seguro de que no puedo ganar? Te apuesto este tigre de jade". Jugamos entonces, y cuando hubo unas veinte o treinta piedritas y ella iba de mal en peor, puso al gato sobre el tablero para que trastrocara el juego. "¿Te consideras igual que Yang Kueifei (que jugó la misma treta al emperador T'ang Minghuang)?", pregunté. Ella no dijo nada, pero la luz de los candiles de plata brilló en sus mejillas de color de durazno. Después de esa noche no jugamos más.
Hay varios árboles de acacia en el Manantial Hupao, muy bajas sus ramas sobre unas rocas. En su época, las flores amarillas cubren los peldaños de piedra, y el perfume hace pensar que se está visitando el Reino de la Fragancia Divina. Tengo debilidad por las flores, y a menudo he hecho té bajo ellas. ( [40]) Ch'iufu recogía flores y se adornaba el cabello con ellas, pero a veces las ramas tan bajas se enredaban en sus cabellos, y los desordenaban. Yo se los arreglaba, y los peinaba con el agua del manantial. Al partir, recogíamos unas pocas ramitas florecidas y las llevábamos a casa, poniéndolas detrás de nuestro coche al pasar por las calles de la ciudad, para que la gente supiera las últimas noticias del nuevo otoño.
B) YÜN
En los Seis capítulos de una vida flotante tenemos las reminiscencias de un oscuro pintor chino acerca de su vida matrimonial con Yün. Los dos tenían almas sencillas y artísticas; ambos trataban de aprovechar todo momento de felicidad que se les cruzaba en el camino, y la narración está hecha en forma sencilla, sin afectación. No sé por qué me ha parecido Yün la mujer más hermosa en la literatura china. Triste fue la vida que vivieron los dos, y, sin embargo, fue una de las más alegres, con el júbilo que sale del alma. Es interesante ver cómo el goce de la naturaleza formó parte vital de su experiencia espiritual. Van más abajo tres pasajes que describen sus goces en los festivales del séptimo de la séptima luna y el décimo quinto de la séptima luna, y cómo pasaron un verano dentro de la ciudad de Soochow:
En la séptima noche de la séptima luna de aquel ano (1780) Yün preparó incienso, candiles y algunos melones y frutas, para que pudiéramos venerar juntos al Nieto del Cielo ( [41]) en el Templo llamado "De mi Corazón". Yo había labrado dos sellos con la inscripción "Paraque sigamos siendo marido y mujer de encamación en encarnación". Yo guardaba el sello con caracteres positivos, y ella el de caracteres negativos, para emplearlos en nuestra correspondencia. Aquella noche lucia bellamente la luna, y al mirar el arroyo vi que las ondas pequeñitas brillaban como cadenas de oro. Llevábamos ligeros vestidos de seda y estábamos sentados juntos, con un abanico pequeño en las manos, ante una ventana que daba al arroyo. Al mirar al cielo vimos las nubes que surcaban cam-. blando a cada instante en mil formas, y Yün dijo: "Esta luna es común al universo entero. ¿Quién sabe si hay otra pareja de enamorados tan apasionados como nosotros mirando esta noche a la misma luna?" Y yo dije: "Oh, mucha gente estará sentada en el fresco atardecer y mirará a la luna, y acaso muchas mujeres criticarán también, o gozarán de las nubes en sus alcobas; pero me cuesta creer que cuando un marido y su mujer miren juntos a la luna sean las nubes el tema de su conversación". Poco a poco, las luces de los candiles se apagaron, se hundió la luna en el cielo y retiramos las frutas y fuimos a la casa.
El quinceavo dia de la séptima luna era el Día de Todas las Almas. Yün preparó un poco de comida, para que pudiéramos comer y beber algo juntos con la luna de compañera, pero cuando llegó la noche se cubrió repentinamente el cielo de oscuras nubes. Yün frunció el ceño y dijo: "Si es deseo de Dios que vivamos juntos hasta que haya hebras de plata en nuestros cabellos, la luna debe volver a aparecer esta noche". Por mi parte, yo también estaba descorazonado. Al mirar a través del arroyo vimos los fuegos fatuos que ambulaban de aquí para allí como mil candelas, tejiendo su camino entre los sauces y los juncos. Y entonces empezamos los dos a componer un poema; cada uno decía dos versos a su tumo, el primero para completar el pareado que había comenzado el otro, y el segundo para iniciar otro pareado que el otro debía terminar, y a las pocas rimas, cnanto más continuamos tanto más tonto se hacía, hasta que fue una confusión de disparates. Para entonces, Yün estaba como sepultada por las lágrimas y la risa, y se ahogaba sobre mi pecho, mientras yo sentía que la fragancia de los jazmines de su cabello me llegaba a la nariz. La palmeé el hombro y dije en broma: "Creía que las mujeres usaban el jazmín en el cabello como adorno, porque es redondo como una perla; no sabía que es porque su fragancia es tanto más fina cuando se mezcla con el perfume del cabello y los polvos de las mujeres. Cuando así huele, ni la azamboa se le puede comparar." Entonces cesó Yün de reír y dijo: "La azamboa es el caballero entre las plantas fragantes, porque su perfume es tan leve que apenas se le nota; en cambio, el jazmín es el hombre vulgar, porque en parte quita su fragancia 3 los demás. Por lo tanto, la fragancia del jazmín es como la de un adulador sonriente." "¿Por qué, pues -dije-, te alejas del caballero y te asocias al hombre vulgar?" Y Yün respondió: "Me divierte el caballero que ama al hombre vulgar". Mientras así nos entreteníamos con palabras, se hizo medianoche y vimos que el viento había librado al • cielo de nubes y que aparecía la luna llena, redonda como la rueda de una carroza, y nos alegramos mucho. Y así empezamos a beber junto a la ventana, pero antes de que hubiéramos saboreado tres copas escuchamos de pronto el ruido de un chapuzón bajo el puente, como si alguien hubiera caído al agua. Miramos por la ventana y vimos que nada había, que el agua estaba tan lisa como un espejo pero oímos el ruido de un pato que revoloteaba en el pantano. Yo sabía que había allí el fantasma de alguien que se había ahogado a la vera del pabellón Ts'anglang, pero conociendo la gran timidez de Yün no me atreví a mencionarlo. Y Yün suspiró y dijo: "lAy! ¿De dónde viene este ruido?" Y se estremeció toda. Sin tardanza cerramos la ventana y entramos el jarrón de vino en la habitación. Ardía tan pequeña como una arveja una sola lámpara, y las cortinas se movían en la oscuridad, y nosotros temblábamos y temblábamos. Apagamos entonces la luz y entramos dentro de las cortinas del lecho, y Yün ya sufría gran fiebre. Pronto tuve alta temperatura yo también, y nuestra enfermedad siguió durante unos veinte días. Bien cierto es que cuando se derrama la copade la felicidad se produce el desastre, como dice el refrán, y esto fue también una señal de que no podríamos vivir juntos hasta la ancianidad.