Mis lectores pueden sospechar que estoy intentando una desesperada defensa de las fragilidades humanas, que estoy convirtiendo sus vicios en virtudes, pero no es así. Lo que ganáramos en corrección de conducta a través del desarrollo de una mente completamente racional, lo perderíamos en diversión y en colorido de la vida. Y nada es tan poco interesante como pasar la vida con un dechado de virtudes por marido o por esposa. No dudo de que una sociedad de seres tan perfectamente racionales estaría perfectamente adaptada para sobrevivir, pero dudo de que valga la pena tener la supervivencia en esas condiciones. Tener una sociedad que sea bien ordenada, sí, es claro: pero, ¡no demasiado bien ordenada! Recuerdo a las hormigas que, a mi juicio, son probablemente las criaturas más perfectamente racionales de la tierra. Sin duda las hormigas consiguieron desarrollar un estado socialista tan perfecto que han podido vivir sobre ese patrón durante el último millón de años. Por cuanto atañe a la completa racionalidad de la conducta, creo que debemos dar el primer premio a las hormigas, y dejar que los seres humanos lleguen segundos (dudo mucho que merezcan eso). Las hormigas son trabajadoras, cuerdas, ahorrativas y frugales. Son los seres socialmente regimentados e individualmente disciplinados que nosotros no somos. No les importa trabajar quince horas al día por el estado o la comunidad; tienen un buen sentido del deber, y casi ningún sentido de los derechos; tienen persistencia, orden, cortesía y coraje, y sobre todo, disciplina individual. Nosotros somos pobres ejemplares en autodisciplina, pues ni siquiera servimos como piezas de museo.
Pasemos por cualquier sala de honor, con estatuas de los grandes hombres de la historia alineadas en los corredores, y percibiremos que la racionalidad de la conducta es probablemente lo último que se recuerda de sus vidas. Este es Julio César, que se enamoró de Cleopatra, el noble Julio César, tan completamente irracional que casi olvidó (como lo olvidó completamente Antonio) un imperio por una mujer. Aquel es Moisés, que en un ataque de furor rompió las sagradas tablas de piedra, cuya escritura le había llevado catorce días en el Monte Sinaí en compañía de Dios, y no fue en eso más irracional que los israelitas que renegaron de Dios y veneraron el Becerro de Oro durante su ausencia. Ese otro es el Rey David, que fue alternativamente cruel y generoso, alternativamente religioso e impío, que veneró a Dios y pecó y escribió salmos de arrepentimiento y veneró otra vez a Dios. El Rey Salomón, imagen misma de la sabiduría, que nada podía hacer cuando se trataba de su hijo. Confucio, que mandó decir a un visitante que no estaba en casa y luego, cuando el visitante acababa de salir, cantó en una de las habitaciones de arriba para hacerle saber que estaba en casa… Jesús, con sus lágrimas en Getsemaní y sus dudas en la cruz… Shakespeare, que legó a su esposa, no la mejor, sino "la segunda de sus casas"… Milton, que no podía llevarse bien con su esposa de 17 años y, por lo tanto, escribió un tratado sobre el divorcio, y, al ser atacado, estalló en una defensa de la libertad de palabra en Areopagitica… Goethe, que realizó en la Iglesia la ceremonia de casamiento, con su esposa, y junto a ellos el hijo de diecinueve años… Jonathan Swift y Stella… Ibsen y Emilie Bardach (él siguió siendo racional: bien por él)…
¿No es evidente que la pasión y no la razón es lo que rige al mundo? ¿Y que estos hombres fueron admirables, fueron humanos, no por su racionalidad, sino por su falta de racionalidad? Las noticias necrológicas y las notas biográficas chinas, de hombres y mujeres, escritas por sus hijos, son imposibles de leer, no tienen interés ni veracidad, porque todos hacen que sus antepasados aparezcan como seres anormales y totalmente virtuosos… La gran crítica que formularon mis compatriotas a mi libro sobre China es la de que hice demasiado humanos a los chinos, que pinté sus debilidades así como su fuerza. Mis compatriotas (por lo menos los pequeños burócratas) creen que si yo hubiese pintado a China como un paraíso habitado solamente por santos confucianistas, que viven en un milenio de paz y razón, podría haber hecho propaganda más efectiva por mi país. En realidad, no tiene límite la estupidez de los burócratas… Pero el encanto mismo de la biografía, su capacidad de lectura, depende de que muestre el aspecto humano de un gran personaje, que es tan similar al nuestro. Cada toque de comportamiento irracional en una biografía es un convincente golpe de realidad. Sólo de eso depende el buen éxito de los retratos de Lytton Strachey.
Un ejemplo excelente de una mente perfectamente sana es el que dan los ingleses. Los ingleses tienen mala lógica, pero muy buenos tentáculos en el cerebro para palpar el peligro y preservar la vida. No he podido descubrir nada lógico en su comportamiento nacional o en su historia racional. Sus universidades, su constitución, su Iglesia Anglicana son conjuntos hechos de retazos, pues constituyen la firme suma de un proceso de crecimiento histórico. La fuerza misma del Imperio Británico consiste en la falta de cerebración de los ingleses, en su total incapacidad para advertir el punto de vista del otro, y en su gran convicción de que el modo inglés es el único modo, y la comida inglesa la única comida. En el momento en que los ingleses aprendan a razonar y pierdan su fuerte confianza en sí mismos, el Imperio Británico se derrumbará. Porque nadie puede salir a conquistar el mundo si tiene dudas de sí mismo. Absolutamente nada se puede sacar en limpio de la actitud de los ingleses hacia su rey, de su lealtad y su muy genuino afecto por un rey privado por ellos de la libertad de palabra, a quien dicen sumariamente que se porte bien o deje el trono… Cuando la Inglaterra isabelina necesitó piratas para proteger el Imperio, pudo producir piratas suficientes para atender a la situación, y los llevó a la gloria. En cada período, Inglaterra ha podido luchar la guerra exacta, contra el enemigo exacto, con el aliado exacto, del lado ganador, en el momento exacto, y llamarla con el nombre inexacto. No lo hicieron por lógica, ¿verdad? Lo hicieron por sus tentáculos.
Los ingleses tienen un cutis coloradote, producido, sin duda, por la niebla de Londres y el cricquet. Una piel tan sana no puede menos que desempeñar un papel importante en las ideas, es decir, en el proceso de palpar el camino a través de la vida. Y así como los ingleses piensan con su sano cutis, los chinos piensan con sus profundos intestinos. Los chinos sabemos que pensamos con los intestinos; se dice de los estudiosos que tienen "el vientre lleno de ideas", o "de estudios", "de poesía y literatura", o "el vientre lleno de pesar", o "de rabia", "remordimiento", "pena", o "anhelo". Los amantes chinos que se encuentran separados se escriben cartas para decirse que "sus apenados intestinos están atados en un centenar de nudos", o que al verse por última vez "sus intestinos quedaron rotos". Los estudiosos chinos que han preparado sus ideas para un ensayo o un discurso, pero no las han fijado en el papel, tienen, se dice, listo el "manuscrito del vientre". Allí tienen sus ideas ya arregladas. Estoy seguro de que es así. Todo esto, naturalmente, es estrictamente científico y susceptible de prueba, en especial cuando los psicólogos modernos lleguen a comprender mejor la calidad emotiva y la composición de nuestro pensamiento. Pero los chinos no necesitan ninguna prueba científica. Lo sienten allí dentro. Sólo si se aprecia el hecho de que la calidad emocional de las melodías chinas comienza toda debajo del diafragma de los cantantes, se puede comprender la música china con su profundo color emotivo.
No se debe despreciar jamás la capacidad de la mente humana cuando se refiere al universo natural o a cualquier cosa que no sea la relación humana. Optimista en cuanto a las conquistas de la ciencia, tengo menos esperanzas acerca del desarrollo general de una mente crítica en cuanto a los asuntos humanos, o acerca de que la humanidad llegue a una calma y a una comprensión muy por encima del alcance de las pasiones. La humanidad, en cuanto formada por individuos, puede haber alcanzado austeras alturas, pero en cuanto formada por grupos sociales, está. sujeta todavía a pasiones primitivas, a ocasionales retrocesos y apariciones de los instintos salvajes, y a ocasionales olas de fanatismo e histerismo de las masas.