En ausencia de grandes sufrimientos, las pequeñas molestias te atormentarán.
En tiempos difíciles has de recordar que todo pasa. Cuando sientas una alegría desmesurada, también.
Haz con buena voluntad aquello que puedas, y ten la voluntad de soportar el sufrimiento.
«Vive, no como quieras, sino como puedes vivir» (Fleischer).
Ten presente que todo está expuesto al azar y al error.
«Sométete a la razón si quieres someterlo todo» (Séneca).
Cuando se produzca una desgracia, no pienses que las cosas podrían ser de otra manera, porque no pueden serlo.
Habla poco con los demás, y mucho contigo mismo.
Abre todas tus puertas a la alegría y no te preguntes si tienes o no tienes verdaderos motivos para estar alegre.
No vivas en el pasado, ni pienses demasiado en el futuro. Trabaja en el presente para el porvenir.
Mantén la serenidad. Sé consciente de que tu infortunio puede ser sólo una pequeña parte de las desgracias que podías haber sufrido.
No pases la vida torturándote al pensar en probables alegrías imaginarias. Disfruta de tu presente soportable, indoloro y tranquilo.
Procura evitar el dolor, aun a costa de rechazar placeres.
Recuerda que mostrar ira u odio con palabras o con expresiones es inútil, peligroso, imprudente, ridículo y vulgar.
Los asuntos de la vida que te afectan son inconexos y fragmentarios. Organiza tu manera de pensar en ellos de la misma forma: abstráete, piensa, arregla, disfruta, sufre cada cosa en su momento, nada más.
No te lamentes por los placeres perdidos: son quimeras perdidas. «Sólo el dolor es real» (Voltaire), evítalo.
Corrige con arte lo que el azar te ofrece.
En la primera mitad de tu vida, buscarás con ansia la felicidad. En la segunda mitad de tu vida, buscarás la tranquilidad y la ausencia de dolor. Es entonces cuando te sentirás más satisfecho.
No pienses en lo feliz que serías si tuvieras todas esas cosas que no tienes. Piensa qué sería de ti si, las que tienes, te las quitaran.
Lo único verdaderamente importante que posees es aquello que nadie puede robarte.
Pon freno a tus deseos, tus apetencias, tu ira. El ser humano no puede alcanzar más que una parte de todo lo que desea.
«Que no te atormenten el miedo y la esperanza ante cosas poco útiles» (Horacio).
Si crees que sufres, fíjate en el que sufre más que tú, no en el que goza más.
No pienses que a la vejez le falta alegría y no puede gozar de placeres. Todo placer es relativo, pues sacia una necesidad, y el placer desaparece cuando lo hace la necesidad.
«Entre los deseos unos son naturales y necesarios. Otros naturales y no necesarios. Otros no son ni naturales ni necesarios, sino que nacen de la vana opinión» (Diógenes Laercio). La misma división hace Epicuro con los bienes.
Esforzarse y luchar contra algo que se resiste es una necesidad esencial de la naturaleza humana. Superar obstáculos es un placer.
No tomes como guía las imágenes que te procura tu fantasía porque no te saciarán, cuando las alcances se desvanecerán. Guíate por los conceptos, que cumplen lo que prometen.
Cuida tu salud. «Nueve décimos de nuestra felicidad se basan en la salud, porque de ella depende nuestro buen humor» (Schopenhauer).
Lo que se puede ver es muy fuerte en comparación con lo que se piensa y se razona. No dejes que lo que ves te ciegue.
Nuestra vida es el producto de una serie de acontecimientos y de otra formada por nuestras decisiones. Ambas fuerzas tiran en direcciones opuestas y conforman el curso de nuestra existencia.
Ten en cuenta las transformaciones que el tiempo opera en ti. No te empeñes en cosas que ya no son las adecuadas para tu persona y tu edad.
«El medio más seguro para no volverse infeliz es no llegar a desear ser muy feliz» (Schopenhauer). Que las exigencias de tu placer -posesiones, rango, honores…- estén a un nivel moderado. «En pesada caída se derrumban altas torres» (Horacio).
No olvides que «la necedad sólo agarra una punta de la vida, y ésta puede ser muy placentera» (Schopenhauer).
Cada uno vive en un mundo diferente según la diferencia de su cabeza. No aspires a la posesión de bienes externos, sino a tener un temperamento alegre y feliz, y una mente sana. únicamente el «estado de conciencia» es lo duradero, todo lo demás es pasajero. Es «lo que somos» lo que importa, no «lo que tenemos«o «lo que representamos».
Piensa que todo lo que sucede es necesario. Es «posible» aquello que con seguridad puede suceder. Todo lo real es necesario, y no hay diferencia entre realidad y necesidad en el mundo fáctico.
Para la razón, en cambio, la necesidad, la realidad y la posibilidad son cosas separadas. Trátalas como tales.
Cuando pienses en posibilidades, medita sobre las malas y toma medidas para prevenirlas. Las vanas ilusiones sólo pueden traerte decepción.
No hagas «amplios preparativos para la vida». La vida es demasiado corta para alojar todos tus planes.
«¿Porqué esfuerzas a tu espíritu demasiado débil para planes eternos?» (Horacio).
Pero no olvides que el engaño de que la vida es larga tiene su lado bueno: sin él jamás llegaríamos a hacer algo grande.
Dentro de ti están tu bienestar y tu malestar.
Uno disfruta sólo de sí mismo. «Si el "yo mismo" no vale mucho, entonces todos los placeres son como vinos deliciosos en una boca con regusto a hiel» (Schopenhauer).
Los grandes enemigos de la felicidad humana son dos: el dolor y el aburrimiento. Contra el dolor, la alegría. Contra el aburrimiento, el espíritu.
A veces, la alegría y el espíritu son incompatibles. «El genio es pariente de la melancolía» (Aristóteles). «Los ánimos alegres sólo tienen capacidades espirituales superficiales» (Cicerón). Sea como sea, si posees mucha alegría soportarás mejor el dolor. Y disfrutarás del ocio si tienes mucho espíritu.
«Mi madre tenía un maravilloso sentido del humor, y aprendí de ella que las más altas formas de comprensión que podemos alcanzar son la risa y la compasión humanas» (Richard P Feynman).
«La vida filosófica es la más feliz» (Aristóteles).
«Un noble del siglo XVII escribió en un castillo de Sajonia: Amour véritable, Amitió durable, Et tout le reste au diable» (Schopenhauer). Los amigos son una de tus mejores posesiones.
«La felicidad pertenece a los que se bastan a sí mismos» (Aristóteles).