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Está intentando levantarme el ánimo, pero no le funciona.

– Es normal estar nervioso -añade, pasándome un brazo por el hombro.

– Lo de los nervios puedo aguantarlo, pero estoy empezando a preguntarme si será buena idea seguir adelante con esto.

– ¿Es que ya no quieres ir a verlo?

– No es eso… es que… después de ver la foto de Adenauer en el periódico y ver la forma en que están presionando a Lamb… me parece que el FBI se está preparando para atacar.

– Aunque así sea, no creo que haya mucha elección -señala-. Estás tomando todas las precauciones que se nos ocurren, y mientras vayas con cuidado, todo irá bien.

– Pero ¿no ves que no es tan sencillo? En este momento, si el FBI me pregunta por Vaughn puedo mirarlos a los ojos y decir que no nos conocemos. Podría pasar el detector de mentiras si hiciera falta, demonios. Pero una vez que nos reunamos… Mira, Trey, si el FBI me vigila tan de cerca como yo creo, y nos ven a Vaughn y a mí hablando, cualquier defensa que hubiera tenido se va directamente a la mierda.

Al llegar al final del pasillo, nos quedamos callados. En las «vueltas» no se habla hasta que has visto si hay alguien al doblar la esquina. Al doblarla, sólo vemos unas pocas personas al otro extremo. Cerca no hay nadie.

– Evidentemente que no es la mejor situación -replica Trey-. Pero seamos sinceros, Michael, ¿de qué otro modo piensas conseguir respuestas? Ahora mismo, sabes como un tercio de la historia. Si consigues reunir dos tercios, es probable que puedas adivinar lo que está en marcha, pero ¿gracias a quién lo vas a averiguar? ¿Por Simon? Todo lo que tienes es Vaughn.

– ¿Y si me está tendiendo una trampa?

– Si Vaughn sólo quisiera joderte, ya hubiera ido a la policía. Te digo que si quiere que os veáis, es porque tiene algo que ofrecerte.

– Sí, por ejemplo pillar una inmunidad por entregarme al FBI.

– No lo creo, Michael, eso no tiene sentido. Si Simon y Vaughn trabajasen juntos, y hubieran usado tu nombre para que Vaughn se colase, ¿por qué cuando entró en el edificio iba el propio Vaughn a ligar su nombre a la única persona que sabe que aparecerá como presunto asesino? -Trey se queda mirándome, dejando que la pregunta haga su efecto.

– ¿Tú crees que a Vaughn lo han jodido también? -pregunto.

– Puede que no sea un santo, pero es obvio que hay algo que se nos escapa.

Mientras caminamos, voy deslizando las puntas de los dedos por la pared del pasillo.

– Así que la única manera de salvarme…

– … es meterte en la jaula de los leones -dice Trey, asintiendo con la cabeza-. Todo tiene un precio.

– Eso es lo que me preocupa.

– A mí también -dice Trey-. A mí también… pero mientras hayas mantenido la boca cerrada, estarás perfectamente.

Doblamos lentamente otra esquina del pasillo.

– Por favor, Michael, dime que has mantenido la boca cerrada -añade.

– Así es -insisto.

– ¿Entonces no se lo dijiste a Pam?

– Correcto.

– ¿Y no se lo dijiste a Lamb?

– Correcto.

– ¿Y no se lo dijiste a Nora?

Tardo un milisegundo de más.

– ¡No puedo creer que se lo hayas dicho a Nora! -dice empezando a frotarse el pelo-. ¡Demonios, muchacho! ¿En qué estabas pensando?

– No te preocupes… no dirá nada. Eso sólo empeoraría las cosas para ella. Además, es buena para estos temas. Está llena de secretos.

– Menuda mierda, llena de secretos. Ése es el asunto. Silencio: bueno. Muchos secretos: malo.

– ¿Por qué eres tan paranoico con ella?

– Porque mientras tú estás en la Residencia haciendo jueguecitos con los Primeros Pezones, yo soy el que sigue plantado en la realidad. Y cuanto más escarbo, menos me gusta lo que veo.

– ¿Qué quieres decir con escarbo?

– ¿Sabes a quién tenía al teléfono cuando entraste? A Benny Steiger.

– ¿Quién es?

– El tío que mete el espejo debajo de tu coche cuando entras por la Puerta Suroeste. Colé a su hermana en el Jardín Sur el 4 de julio del año pasado y desde entonces me debe una buena, así que decidí pedírsela. De todos modos, ¿te acuerdas de la primera noche, cuando Nora y tú estuvisteis siguiendo a Simon? Pedí a Benny que investigase un poco los registros de la vigilancia y, según él, aquella noche Nora volvió a casa sola. A pie.

– Yo la dejé bajar del coche fuera. Menuda historia.

– Ya lo creo que es una buena historia. Una vez que perdisteis al Servicio Secreto con vuestra carrerita en coche, perdiste también tu coartada.

– ¿Qué quieres decir?

– Te estoy hablando del método tan sencillo que tiene Nora de cubrirse las espaldas. Si quiere, no hay absolutamente nada que la impida decir que después de que os escapaseis de la escolta, ella se bajó de tu coche y os largasteis los dos por separado.

– ¿Y por qué iba a decir eso?

– Piénsalo, Michael. Si la cosa se pone en tu palabra contra la de Simon, ¿quién puede avalar tu historia? ¿Nora, verdad? El único problema es que eso es malo para papi. Tan cerca de la reelección, y teniendo sólo un pelo de ventaja por encima del margen de error, ella no lo hará pasar por eso. Pero en cambio, si no hubiera estado allí cuando Simon dejó el sobre, ya no hay problemas. Simon y tú podéis sacaros los ojos el uno al otro. Y naturalmente, en una pelea de gatos, él se te comerá como a un atún.

– ¿Y qué pasa con el poli que nos paró? Él nos vio.

– Venga, hombre, si tú mismo lo dijiste: fingió que no la conocía. Es la última persona con la que contaría.

– Pero que Nora haga todo eso a propósito…

– Aclárame esto, Batman: cuando volvisteis a la Puerta Sureste, ¿por qué no entraste con ella en el coche?

– Ella pensaba que los del Servicio Secreto estarían cabreados, así que dijo que yo…

– ¡Tilín, tilín, tilín! ¡Creo que ya tenemos ganador! Sugerencia de Nora. Plan de Nora. En cuanto os pillaron con el dinero, su cabeza empezó a dar vueltas para ver cómo escabullirse. -Aprovecha que giramos otra esquina del pasillo para dejar asentarse su argumento-. Yo no digo que ella vaya a por ti, sólo digo que tiene la vista puesta en el número uno. No es por criticar tu vida amorosa, pero quizá tú también deberías.

– Así que aunque no lo hayan catalogado como asesinato, ¿yo tendría que joder a Nora y entregarme?

– No es tan mala idea. Cuando llega una crisis, siempre es mejor ir por delante de ella.

Me paro en seco y pienso lo que me está diciendo. Lo único que tengo que hacer es renunciar. A mí mismo. A Nora. A todo. Mi madre me enseñó a hacerlo mejor. Y también mi padre.

– No puedo. No es correcto. Ella no me haría eso a mí… y yo no puedo hacérselo a ella.

– No puedo hacerle eso… ¡Uau, Dios mío, Michael, no me digas que te has…!

– No me he enamorado de ella -insisto-. Es que no es el momento, simplemente. Como tú has dicho, la cita es esta tarde. Estoy demasiado cerca.

– ¿Demasiado cerca de qué? -exclama Trey mientras yo vuelvo hacia la escalera-. ¿De Vaughn o de Nora?

Dejo que la pregunta flote en el aire. No quiero contestar a eso.

Voy a pie de la Casa Blanca al Museo del Holocausto. El sol luce, la humedad ha desaparecido y el cielo está azul brillante. Odio la calma que precede a la tempestad. Aun así, es el día perfecto para un almuerzo largo, que es exactamente el mensaje que transmití en mi conversación con la secretaria de Simon.

Según Judy, Simon tiene un almuerzo en la Colina con el senador McNider en su oficina. Para sentirme seguro, llamo y lo confirmo por mí mismo. Después hago lo mismo con Adenauer. Como su secretaria no quería decirme dónde estaba, le dije que tenía una información importante y que volvería a llamar a la una y media. Dentro de media hora. No sé si funcionará, pero bastaría con que lo retrasase un poco. Retenerlo cerca del teléfono. Y lejos de mí. Sin embargo, a pesar de tanta planificación, mientras jugueteo con las monedas dentro del bolsillo, no logro evitar que la mano me tiemble. Cada mirada que se prolonga es de un periodista; cada persona que me cruzo es del FBI. Los diez minutos de paseo son una completa pesadilla. Hasta que llego al Museo del Holocausto.

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